La fiesta

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Música a todo volumen.
Gente bebiendo por todos lados.
Y un vestido negro pegado.

La fiesta había comenzado, y se veía desde lo lejos del barrio. La casa estaba decorada con las típicas decoraciones de fiesta improvisada.

Una casa grande.
Muchas habitaciones.
Y muchos líos amorosos.

Nada más entrar, vi donde me había metido, y supe que no fue buena idea lo de venir. Mi hermana me acompañaba pero era invisible para los demás, como si fuera sola se sentía.

—¿Quieres algo de beber? —Pregunté a Red intentando adentrarme en el comedor entre tanta gente bailando.

Red asintió con la cabeza muy seguidamente, necesitaba una copa. O más de una.

Me acerqué a lo que se suponía que estaban las bebidas y cogí un vaso rojo. No sabía cuanta cantidad echar de vodka y coca cola porque nunca bebía, y mucho menos me ponía yo la bebida.

—¿Te ayudo? —Una salvación se acercó a mí con una sonrisa. Un chico alto y con acné se puso a mi lado cogiendo mi vaso y rellenándolo correctamente. Me lo entregó y se quedó allí, esperando algo.

—¿Qué pasa? —Dije algo borde. No tenía ganas de hablar con alguien, y menos con desconocidos.

—Estoy esperando. —Respondió sentándose en el taburete que había justo a mi lado y cruzando los brazos en el pecho.

—¿A qué? —Pregunté curiosa. Había perdido a mi hermana y no sabía por donde se encontraba, tampoco conocía a nadie que no fuera a Gabriel, que no tenía ni idea de donde se encontraba, y la gente que conocía era de clase, y preferiría no conocerla. No tenía nada mejor que hacer que estar al lado del moreno.

—A que me des las gracias. —Habló seguro de sí mismo. Escuché esas palabras y una sonora carcajada salió de mis labios sin yo planearlo. El chico hizo una mueca sin entender bien el porqué de esa risa, y yo simplemente le contesté.

—¿Quieres bailar? —Ni siquiera supe porque dije esas palabras, simplemente salieron de mis labios sin pasar primero por mi cabeza. Pero tampoco me arrepentí al ver su sonrisa.

Me cogió de la mano y me arrastró a la improvisada pista de baile que había en el centro del comedor. Había mucha gente y eso hacía el lugar más pequeño, pero era bastante grande para ser una casa de este barrio. Di gracias a tener un vaso de bebida, ya que hacía mucha calor, y el estar bailando pegada a alguien no ayudaba con la situación.

El chico se llamaba Miquel, era bastante mono y tenía unos ojos castaños muy bonitos, con las pestañas largas y negras que hacían que resaltaran más. Era amable y muy gracioso, tuvimos unas conversaciones muy fluidas y con unas risas imparables, al menos de mi parte.

—Toma mi número. —Solté en medio de la conversación. No sabía si era porque el chico me cayó realmente bien, o por el alcohol tomado, pero tampoco me importó. Sin decir ni una palabra lo apuntó en su móvil seguimos bailando y riendo un rato más, hasta que alguien nos interrumpió.

—Margaret. —Me llamó alguien a mis espaldas. Me giré y me sorprendí al ver su cara, incluso habiendo sido él quien me había invitado.

—Gabrieeelllll. —Dije arrastrando la última sílaba, el alcohol hacía algo de efecto ya. —¿Como estás ricitos?—Pregunté dando la espalda al moreno que acababa de conocer.

—Bien. —Respondió secamente. Miró detrás de mí y frunció el ceño. —¿Quién es este? —Preguntó con una mueca de desagrado.

—¿Quién? —Dije sin entender a quién se refería. Me señaló a Miquel y mi ceño se relajó. —Miqueeeeel mi amigo bailarín. —Respondí riendo por lo que había dicho.

—¿Quieres algo de beber? —Preguntó Gabriel ignorando la presentación que había hecho anteriormente.
Asentí con la cabeza seguidamente y a lo lejos pude diferenciar una cabeza castaña, enseguida reconocí a mi hermana en una esquina bebiendo sin hacer nada más que mirarme.

—Bueno yo creo que me voy. —Dijo Miquel llamando mi atención y girándome a él.

—¿Ya? —Me sorprendí. —Pero si la fiesta acaba de comenzar. —Puse un puchero de niña pequeña y al segundo me reí.

—Luego nos vemos. —Dijo antes de darme un beso en la mejilla y perderse entre la gente.

Observé a mi hermana que no se encontraba ahora muy lejos de mí, y vi como Gabriel se acercó de manera seductora a ella. Mis sentidos se pusieron en alerta al segundo, intentando escuchar cada palabra que decían y ver cada mirada que tenían.

—Vamos a bailaaar. —Le medio obligó a moverse Red, pero poco después ya tenía sus manos en su cadera y sus caderas moviéndose al compás de la música.

Se pasaron un rato así, hasta que unos besos inesperados se posaron en su cuello, haciendo que pequeños escalofríos pasaran por su cuerpo. Dejé que él siguiera con lo que estaba haciendo y en un abrir y cerrar de ojos le dió la vuelta y lo tenía justo en frente. Sus labios tan cerca de los suyos y su respiración tan acelerada como la suya. Su boca ya pegada a la de mi hermana y su ritmo más feroz que el de ella.

Mis celos salieron a la luz y mi cara se puso roja de un momento a otro. ¿Porque iba a por mi hermana si me había invitado a mi a la fiesta?

—Vamos. —Le susurró al oído esa casi inaudible orden, que yo pude escuchar y le empujó entre la gente hasta las escaleras que daban a la planta alta.

Una casa escondida.
Habitaciones con pestillos.
Y muchos borrachos.

Llegamos a la planta de arriba subiendo esas escaleras que tanto costaban subir con los tacones que llevaba. Un montón de habitaciones se encontraba enfrente mío, pero él le llevó hasta la suya, una oscura. Cerró la puerta tras de él con el pestillo y sus labios comenzaron a jugar con su cuerpo, o eso imaginé. Me quedé en la puerta sin pensar en nada, simplemente muriendo de rabia por lo que hacían.

Estaba borracho, y ella más que también. Borracho con borracha nunca fue una buena combinación.

Red estaba acostumbrada a eso, siempre todo el mundo quería acostarse con ella, y en ese caso era igual, pero a mi me gustaba con quien iba a acostarse y no podía hacer nada más que mirar, con desesperación y lágrimas a mi hermana.

No me veía, solo gritaba cosas como: para. O gritos de dolor. ¿Acaso era virgen? No, yo sabía que no lo era. Pero que te violen debe de doler.

No haber bebido. —Me decía a mi misma refiriéndome a ella. Era su culpa que le pasara eso.

Alguien picó a la puerta más fuerte de lo normal, y mi cara de sorpresa fue más notoria que la de Red. Ella pedía ayuda con sus gritos, gritos que yo no podía apagar. Y un ruido estruendoso se escuchó.

La puerta había caído, gracias a un chico que ya conocía. Fue directo a Gabriel y le pegó un puñetazo en la cara. Gabriel sorprendido dejó a Red de lado y se giró después de vestirse, y se lanzó encima de Miquel pegándole puñetazos al aire, éste siempre los esquivaba.

Música que rompía los tímpanos.
Gente demasiado bebida.
Y un vestido destripado.

Eso era lo que quedaba de la fiesta.

Gente llorando.
Lágrimas caídas en aquella alfombra de habitación.
Y una hermana destrozada por dentro.

Y ahí estaba yo, Margaret, sujetando de nuevo aquel cabello que tanto empezaba a odiar en aquel baño que le tenía manía y con una hermana vomitando por el alcohol ingerido, o por el asco que tenía.

Aquella noche yo también estuve en su situación, vomitando y llorando por lo que había pasado. Y, siendo cruel, no sabía si era por mi hermana o por Gabriel.

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