Red

Mermelada

Piqué a la puerta de su casa como cada día que nos veíamos, como si fuera un día normal.

Estuve esperando por lo menos diez minutos a que me abriera, pero no me fui porque sabía que estaba allí. Y yo solo quería explicaciones.

Miquel abrió la puerta de su casa con tranquilidad y con una cara de sorpresa al verme allí parada con aquel vestido azul que tan pequeño me venía ya. Sonrió y me invitó a pasar con las manos, balanceé mis caderas hasta haber pasado el umbral y esperé al lado de la cocina a que él llegara a mi lado.

—¿Qué haces aq...? —La oración no terminó ya que me lancé encima de Miquel para besarlo. Mis labios iban rápidos y salvajes, mientras que los suyos estaban quietos. Más tarde se activaron.

Me cogió por las piernas y hizo que mis blancas piernas al descubierto se enrollaran en su cintura. El calor era ardiente en esa casa y la ropa ni siquiera estaba puesta. Estaba claro lo que iba a suceder, y era por eso que no podía dejarle así.

Subimos a su habitación aún sin despegar nuestras ansiadas bocas de los dos y continuamos con besos por el cuerpo. Su cama era cómoda, pero tampoco era eso lo que me importaba en aquel momento.

Cuando por fin se quitó la ropa yo ya estaba debajo de las sábanas y Miquel abriendo el cajón de la mesita de noche de donde pudo sacar la protección. ¿Para qué?

Los minutos pasaron y el calor se iba quitando, de repente una ráfaga de viento entró por la ventana y me tapé de nuevo con la colcha blanca que tenía en el lugar. Me giré dando una vuelta entera en la cama y le miré mientras dormía.

Podía observar las pequeñas pecas debajo de sus ojos, y los granos de más en su frente. Sus largas pestañas negras reposaban casi tocando los pómulos y sus finos labios rosados medio abiertos. Me gustaba verle así. Me gustaba él.

Pero también me gustaba mi vestido.

Me levanté de la cama poniéndome la ropa interior que hacía una horas había lanzado sin importarme nada, al suelo. Cogí el vestido de debajo de la cama y me lo puse con cuidado, tenía casi la misma edad que yo y aún me venía, siempre me vino grande de pequeña, y ahora me va ajustado.

Bajé por las escaleras sin hacer ruido a la planta baja, y allí me encontré con la cocina. Un café frío que había en la nevera y un trozo de pan que había por la despensa, un cuchillo de punta para untar la mermelada y la mantequilla, y de vuelta para arriba.

Volví a entrar a la habitación esta vez menos silenciosa y me senté en mi lado de la cama con la bandeja roja.

—Buenos días bello durmiente. —Dije viendo como abría los ojos lentamente. Miquel sonrió y dió la vuelta al colchón. —Oye oye. —Le llamé tiernamente. —No vuelvas a dormir pequeñín, que tengo cosas que hacer. —Hablé como una madre que levanta a sus hijos para ir al colegio.

Miquel volvió a la posición en la que le había encontrado y me miró interrogativamente.

—¿Y eso? —Dijo señalando la bandeja con la comida.

—Tu desayuno. —Hablé con una sonrisa. Lo dejé encima de la cama y me levanté de nuevo. —Me tengo que ir. —Seguí hablando.

—¿Dónde vas? —Preguntó incorporándose Miquel y tomando el café de un sorbo.

—Lejos. —Respondí poniéndome los zapatos sentada en la cama con calma.

—¿Por qué no te quedas un rato más? —Dijo con un puchero y dando palmaditas al lado de la cama mientras comiendo un trozo de pan con mermelada untándola con el cuchillo cuando esperaba mi respuesta.

—Porque eres policía cariño.

Vi la cara de Miquel como él vio mi risa infantil salir de mis labios mientras me iba de la habitación. A lo lejos escuchaba las sirenas de los policías como también escuchaba los pasos por la casa de Miquel persiguiéndome. La tos que de repente le vino y el como cayó al suelo cerca de mí.

¿Qué le pasaba?

¿La mermelada no le sentaba bien?

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Espero que estéis disfrutando la historia y sacad las teorías a la luz.

--Wxnder Xx