Primer lenguaje

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Yuuri siempre dormía un poco más que su pareja, por lo cual, Viktor  le hacía empezar un nuevo día con susurros dulces a su oído para hacerlo despertar

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Yuuri siempre dormía un poco más que su pareja, por lo cual, Viktor  le hacía empezar un nuevo día con susurros dulces a su oído para hacerlo despertar.

Yuuri... despierta, cariño.

—Mhh... un poco más —murmuró, enterrando la cara en la almohada.

Y, aunque no lo admitiera abiertamente, le gustaba fingir un poco más su dormitar, para que así el mayor insistiera más en hacerle despertar escuchando aquel tono de voz que le encantaba.

Vamos... abre los ojos —le musitaba cierto ruso cerca de la oreja, mientras esparcía pequeños besos detrás de ésta, bajando un poco para llegar a su cuello.

—Me haces cosquillas...—rió el pelinegro mientras se volteaba boca arriba, viendo de frente el rostro de Viktor—. Ya me desperté, ¿contento?

—Mucho —le sonrió—. Buenos días —dijo, acercando su rostro.

—Buenos días —le sonrió Yuuri, mientras rodeaba el cuello ajeno con sus brazos, eliminando cualquier distancia entre sus labios, brindándole un casto beso.

—Tenemos que ir a practicar, hoy tenemos la pista solo para nosotros. Aunque... no me molestaría que nos quedáramos así todo el día —sugirió el peliplata, abrazando al japonés.

Originalmente, ese día y el siguiente eran libres para todos; sin embargo, el japonés no tenía intenciones de descansar, ganándose una mirada reprobatoria de parte de su entrenador. Pasando un momento entre negociaciones que iban del "tienes que descansar" a los "no lo necesito", Viktor logró que Yuuri accediera a permanecer en la pista solo unas horas. Claro que, esperaba poder sacarlo de ahí después de esas horas.

—No corres con tanta suerte, Nikiforov —dijo burlón, mientras alejaba las sabanas de su cuerpo para pararse—. Ahora, sal, no tardo en cambiarme.

—¿No quieres que te ayude? —dijo en tono seductor.

—Afuera —dijo Yuuri, pero solo ganó que el ruso le abrazara por la espalda. El pelinegro rió y sonriendo se dio la vuelta sin separarse del agarre, tomó la barbilla ajena y le proporcionó un beso en los labios—. ¿Por favor?

—Mh... de acuerdo, de acuerdo, tú ganas —dijo separándose, haciendo ademan de salir—. Pero antes —dio media vuelta y tomó a su pareja, uniendo sus labios de nuevo—. No tardes, preparé el desayuno —le susurró al oído, separándose para guiñarle un ojo y salir de la habitación.

—No tienes remedio —dijo el japonés divertido, mientras comenzaba a cambiarse de ropa.

Normalmente Yuuri siempre preparaba el desayuno, debido a esto, Viktor días atrás alegó que era turno de hacerlo él, o bueno, intentar hacerlo. No era que no supiera cocinar bien, o le faltara sazón; simplemente, era tan fácil de distraer que podía dejar agua calentándose y darse cuenta al poco tiempo que se había evaporado.

Los lenguajes del amor | #YuriOnAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora