Quinto lenguaje

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Sus parpados se abrieron poco a poco, llevó su mirada de un lado para otro, cayendo en cuenta de que la habitación aún estaba cubierta por un manto oscuro. Estiró un poco sus brazos mientras de su boca salía un bostezo, siendo el estiramiento la alerta para sentir el peso que cargaba su cuerpo y parte de su hombro; el ruso sonrió admirando la vista que podía brindarle el despertar antes, ya que cierto japonés dormitaba tranquilamente sobre su pecho, rodeando su torso con un brazo y la mano sobre el brazo ajeno.

Viktor llevó una mano hacia el rostro contrario, acariciando las rosadas mejillas con el dorso de ésta, dejó que sus dedos viajaran un poco más por la anatomía del nipón, deslizándolos suavemente sobre el cuello, hombros y parte de la espalda desnuda que las sábanas no llegaban a cubrir por completo.

La piel de Yuuri era suave, todo el tiempo se podía sentir como si fuera el algodón más fino de todo el mundo. Se removió un poco para rodear su cintura y acercarlo un poco más a él, ladeo el rostro chocando contra sus hebras azabache, bajó la mirada acercando la nariz a su frente para aspirar el aroma que emanaba, el cual siempre oscilaba entre una esencia a vainilla o una frutal, que, sea cual sea, siempre terminaban embriagando al ruso como si se tratara del más adictivo licor que pudiera existir.

Estrechó su cuerpo en un abrazo gentil, sintiendo como el japonés se movía para acomodarse entre sus brazos, pero sin llegar a despertarse. Viktor volvió a sonreír y besó la frente del menor, concentrándose en el calor que le brindaba el cuerpo ajeno, el cual, no había sido fácil de conseguir al principio.

Habían pasado algunas semanas desde el inicio formal de su relación, en todos los meses que llevaban conociéndose Viktor había hecho acostumbrarse a Yuuri a sus repentinas demostraciones de afecto, haciendo que el menor no huyera de él cada vez qu...

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Habían pasado algunas semanas desde el inicio formal de su relación, en todos los meses que llevaban conociéndose Viktor había hecho acostumbrarse a Yuuri a sus repentinas demostraciones de afecto, haciendo que el menor no huyera de él cada vez que las hacía. Pero, si ya se había acostumbrado, ¿entonces, por qué ni siquiera había podido abrazarlo como quería en esas largas semanas?

—¡Yuuri! —le llamó, abalanzándose sobre él al momento que salía de la pista, acto que el menor esquivó olímpicamente—. ¡Yuuri, que malo! —reclamó con un puchero.

—L-Lo siento, Viktor. Podríamos haber caído —contestó quitándose los patines.

—¿Mhm? Eso quiere decir que puedo abrazarte ahora, ¿no es cierto? —preguntó, colocando el dedo índice sobre su barbilla mientras sonreía.

Los lenguajes del amor | #YuriOnAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora