A lo largo de su vida había aprendido que los viajes a otras ciudades o países podían suceder de forma repentina, nunca sabía con exactitud cuánto duraría alguno de ellos, podían ser solo un par de días o extenderse a semanas, a veces cuando eran semanas éstas pasaban a ser meses.
Sabía en qué viaje era oportuno llevar consigo a su peludo amigo, cuando sabía que le iba a ser imposible brindarle la atención que necesitaba, lo dejaba al cuidado de una persona que contrataba. Lo último pasaba con más frecuencia, teniendo que resignarse a pasar momentos muy cortos con él.
Pero, sin importar cuando tiempo estuviera lejos, Makkachin siempre lo recibía alegre moviendo la cola de un lado a otro cuando regresaba, corría hacía él con sonoros ladridos y alzando sus patitas. Siempre estaba ahí cuando volvía.
Eran días finales de enero, Viktor regresaba de un viaje de siete días que había tenido para ajustes de un próximo evento de exhibición que se celebraría en un par de semanas, llegando en ese momento al aeropuerto de tierras rusas. Caminaba cruzando el umbral que lo separaba de la sala donde la gente esperaba, acercándose a ella, un ladrido llegó a sus oídos. Sonrió al ubicar perfectamente la fuente de aquel sonido, mirando como el caniche apresuraba su andar al reconocerlo, recibiéndolo de la misma forma como cada vez que se ausentaba.
Aunque ahora, existía un pequeño detalle.
—¡Viktor! —escuchó una voz a lo lejos. Era el japonés que corría tras el caniche, corriendo los dos a su encuentro.
Habiéndolo alcanzado, Makkachin ladró alegre, Viktor se agachó para acariciar su pelaje, recibiendo éste las caricias con gusto.
—¿Te portaste bien mientras no estaba? No le diste problemas a Yuuri, ¿cierto? —le hablaba sin dejar de acariciarlo, mientras el canino respondía moviendo la cola.
—Viktor —llamó el nipón, parándose frente a él. El ruso dio una última caricia a su amigo y se levantó, dejando que el caniche se sentara mientras los miraba atento—. Volviste
—Volví —le sonrió. El pelinegro, dubitativo, estiró los brazos de forma tímida, Viktor lo estrechó en un abrazo sin dudar. Se perdieron en los brazos del otro, olvidando completamente dónde se encontraban, no fue hasta minutos después que el de ojos azules se separó un poco para ver a su pareja—. ¿Nos vamos? Fue un viaje largo.
—Claro —sonrió el nipón, emprendiendo marcha hacía el departamento que compartían, después de todo, el sol comenzaba a ocultarse amenazando con anochecer en cualquier momento.
Tomaron un taxi hacía el recinto, Viktor miraba como Yuuri observaba por la ventana, mientras acariciaba al caniche con una mano. Al llegar, se dedicaron a cenar mientras el ruso contaba cómo había sido su viaje y los detalles del evento donde los dos participarían. Al terminar de comer, Yuuri tomó una ducha antes de dormir, seguido de su pareja.
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Los lenguajes del amor | #YuriOnAwards2017
FanfictionYuuri solía ser temeroso algunas veces, pero sentir los brazos de Viktor rodeándolo era todo lo que necesitaba para ahuyentar cualquier temor. En algunas ocasiones, Viktor podía tener las más extravagantes ocurrencias, pero la hermosa sonrisa que p...