Era desgarrador,
el llanto,
las lágrimas,
Todo.
No podía ver su rostro,
oler su pelo
u observar
su pálidas mejillas.
Porque ese rubor,
ese maldito rubor,
sacaba lo peor
de mi interior.
¿Cómo podía ser tan débil
y perfecta a la vez?
¿Es que acaso no se daba cuenta
de todo el caos que provocaba?
Oh, no!
Ella siempre será etérea
un instante,
un punto en la inmensidad.
Si, una tabla a la que aferrar
mis sueños...
Y también mis más profundos
demonios.