Angie no hace más que ser sumisa ante sus padres, hacer lo que siempre le ordenan y seguir el mismo paso que su madre. Siempre queriendo demostrar que no será una chica que los decepcionará.
Ángel hace lo que quiere, en pocas palabras. Tiene un her...
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Ángel.
—Iré a buscar las galletas que están en la alacena.
—No, ¿Cómo crees? ¿Sabes las calorías que traen esas galletas?—exagera Angie abriendo sus ojos.
—Las suficientes para dejarme satisfecha— le respondí saliendo de la habitación y yendo a la cocina.
Tarareando una canción saco la galletas. Escucho como se mueven unos arbustos de afuera. Pensé que quizás sea el viento pero no era eso, el cielo estaba que se largaba a llover pero aún no corría una brisa.
Me acerque a la ventana y saco la cabeza. No se encontraba nadie. Levantó los hombros y lo dejo pasar. Quizás sean los jardineros, en esta casa quizás hasta tengan un mayordomo que te lleve la comida a la cama.
Subo directo a la habitación.
—Hey, no sabia que el jardinero trabajaba más tarde… no sabía que tienen uno— me corrigo entrando a la habitación, de repente me detengo mirándola como si le acabara de crecer otra cabeza.
Veo a Angie hacer una maleta con sus prendas provocativas.
—Oh no, ¡ni lo pienses! —le digo a punto de lanzarme arriba de ella para que se detenga.
—¿Que? Necesito regresar a la moda. Y por cierto no tenemos uno.
—No lo hagas o será la última en ver la plancha para alisar y el secador — le advierto olvidando el tema del jardinero— Piensa bien Angie.
—Tengo el dinero suficiente para comprar otra sin ningún problema —habla. —Pero esos me los regaló mi madrina —termina de decir y vuelve la ropa en el armario.
Suspiro aliviada.
—¿Quieres? — le tiendo una galleta con merengue dentro de ella.
Duda más de un minuto pero al final la toma.
Nos sentamos en la cama mientras comíamos en silencio.
Me recuesto entre las cómodas almohadas.
—Para mi fue la cocinera de la escuela, todos saben que ella es una bruja— habla con la boca llena y se le escapa un poco de galleta molida.
Río.
—Cerda— le declaro señalándola y ríe.
—Puso un poco de brujería en el zumo que me lanzaste.
—¿Tu crees? — Asiente. —Para mi que...
Mi teléfono suena con una canción ya tan conocida. Lo iba a buscar en mi pantalón cuando Angie ya lo tenía en manos.
—¿Hola?
Le hago señas para que lo ponga en alta voz y obedece.
— Oye Ángel, mamá dice que regreses, que ya es tarde para andar en la casa de Sofía… — marca el nombre de mi amiga…
