La vida jamás me puso fácil nada, por ello mi carácter era fuerte. Así que es una costumbre ir a la defensiva esperando que con ello no salga más herida. Había funcionado por un tiempo, pero un cambio de ambiente también cambia todo. Es entonces que con los recuerdos en la cabeza, los sentimientos a flor de piel y las hormonas locas, acabe conociendo a dos chicos, los dos niños populares de mi nuevo colegio.
Chicos tan explosivos, posesivos, celosos y competitivos, mucho menos que se atrevieran a ponerme de trofeo, dejarme en ridículo, degradarme de esa manera y peor aun que yo no pudiera hacer nada frente a eso. Ambos con personalidades tan distintas y parecidas a la vez, sus personalidades tan estrafalarias me dejaban muda, lograban apagar mi carácter. Jamás creí que nadie pudiera hacer eso, siempre fui la más jodida en cualquier lugar, las personas solían tenerme respeto y evitar provocarme por ello. Incluso los peores chicos de mi anterior instituto me tenían respeto y tal vez incluso miedo...pero eso no les intereso, ellos me dejaron como una chica tímida, alguien sin carácter, sin valor, ni nada de coraje.
Ellos son tan prepotentes e impulsivos. Todos me advirtieron al principio que no les mirara siquiera, yo por tonta no hice caso y quise demostrar que tenía más carácter que ellos y acabe en esta situación tan humillante para mí. En este punto en el cual estoy en medio de ellos, en el cual soy su trofeo, su mayor premio. A pesar de eso estoy aquí enamorada del chico malo, del peor de ambos, quién lo diría.
Quizá es cierto que a las chicas nos gustan más los chicos malos y preferimos sufrir por un chico malo a estar con un chico bueno. Y lo peor de todo es que no me arrepiento de haberlo conocido, menos de estar perdidamente enamorada de él.