Estábamos aterrizando. Ahora si había un poco más de turbulencia que antes pero era por el aterrizaje. Por suerte para mí, Alessia dormía a mi lado como un tronco de árbol. Nunca vi a nadie dormir tan profundo. Retiro lo dicho, si he visto a alguien dormir tan profundamente. Y ese alguien tenía nombre, mi corazón y, hasta ahora, mis pensamientos.
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Habíamos ido a las sierras de Madrid, un lugar bellísimo para conocer, recorrer y gritar. Sí, gritar, para liberarte de todo mientras nadie podía escucharte a unos kilómetros de distancia. Cuando bajamos para caminar un poco, así no quedar tan inmóviles al llegar al final de nuestro trayecto. Y en ése momento lo encontré, iba con su familia caminando. Nieve caía por su gorro de lana negro pasando a su cabello, su chaqueta verde olivo como protección contra el frío también tenía nieve. Se giró, conectamos y pasamos el tiempo. Que simple es volverse casi inseparable de una persona, más si el destino es el que siempre los junta. Mi tío junto a mi abuela se quedaban hablando con sus padres mientras nosotros recorriamos el lugar. Vimos a algunas personas paseando en caballo, hace tiempo que no me subía a uno.- ¿Te cuento algo? - me detuvo con su mano tomando la mía, escalofríos me recorrieron todo el brazo hasta llegar a la altura de mis mejillas. Asentí sin habla mientras lo observaba, me gustaba escucharlo hablar mientras me contaba sucesos de su vida o que le gustaba la sopa en invierno -. Nunca me he subido a un caballo. No he sentido ser un adolescente sobre un caballo y cabalgar hasta quién sabe donde.
- ¿En serio? - pregunté entre unas risitas. Solo lo hacía para molestarlo, para verlo hacer un pequeño puchero.
- Muy en serio - me miró serio -. No es gracioso.
Me tiró un poco de la mano para abrazarme por atrás mientras dejaba su cabeza en mi cuello, sentía su respiración y los latidos de su corazón. Eran disparejos a los míos pero formaban un ritmo. Coloqué mis manos entre las suyas y entrelazé nuestros dedos, los míos fríos y los suyos calientes. Eramos una combinación. Acarició con su pulgar el mío mientras observábamos a la gente cabalgar o solo caminar.
- Me parece que nos vemos muy tiernos. - me salió decir y no sabía de donde había salido.
Levantó su cabeza de mi hombro para observarnos, a ambos, juntos. Sonrió, con esa sonrisa suya tan coqueta que conocía y besó mi mejilla. En ese momento me sentía muy bien, mi primer enamoramiento en serio iba más que de maravilla y todo me sorprendía y encantaba. Ése día fue el mejor que recuerdo. Al alejarnos de él y sus padres pedí una cosa a mi abuela, estuvo de acuerdo conmigo. Me parecía un lindo gesto de mi parte, estaba encantada. Me monté al caballo para cabalgar hasta donde estaba, se reía mientras negaba levemente con la cabeza.
- Así qué, ¿una vaquera? - dijo divertido alzando una ceja mientras su sonrisa recorría su rostro.
- No, solo una adolescente que va a cabalgar hasta quién sabe donde. - dije estirando mi mano hacia él, con sonrisa se subió y me abrazó. Estaba un poco asustado, entendía, era la primera vez.
Cabalgamos hasta quién sabe donde. Cuando volvimos me invitó un chocolate caliente con churros, en sentido literal, era chocolate caliente. Su sabor era espectacular mientras su olor me invadía y robaba el alma. Ya ni necesitábamos conocernos más, una mirada lo decía todo entre nosotros. Sus padres se habían ido a su hogar, Jack volvería con nosotros hacia el centro de Madrid y lo dejaríamos en su casa. Al cabo de unas horas de risas, volvimos cuando el Sol se ocultaba entre las montañas y la niebla iba tomando todo a su paso dejando ver siluetas variadas y fantásticas. Estábamos juntos en los asientos traseros, mi vista e imaginación estaban juntas en el cielo viendo sus colores y Jack, por su parte, estaba cayendo dormido. Cuando me giré vi que estaba casi dormido incómodamente, por lo qué, le indiqué que dejara su cabeza en mi regazo y durmiera. Al principio no quiso pero lo convencí, al cabo de unas caricias en su cabello se durmió.
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El suelo solo estaba a unos simples metros de mis pies en estos momentos, el avión había aterrizado por completo. Desperté a Alessia, intentó golpearme pero la emoción la pudo. Nuestro destino: Nueva York, Estados Unidos.
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Dónde aterriza el avión
Teen FictionEl destino existe pero no de la forma que imaginamos. Está formado por casualidades programadas y una inmensa cantidad de opciones. Un choque y un "Disculpa" puede cambiarlo todo. Hasta un "Te quiero". Bookcover by: @-vodkash