Ahí, frente a la mirada llena de furia e impaciencia de su jefa, Haydeé Pérez recordó a su abuela. Era un pésimo momento para recordar años pasados, sobretodo recordar el día en que su abuela le vaticinó que cuando grande sería doctora cuando tenía diez años.
—Nona, no puedo ver sangre.
—Eres valiente e inteligente, un poco de sangre no es nada. Aparte eres hábil con las manos, vas a ser una estupenda cirujana. — Su abuela creía en ella más de lo que ella misma creía en sí misma. Desde que tenía memoria, su abuela predicaba lo útil que sería tener un doctor en la familia. Prédicas que obviamente apuntaban a su nieta.
—No veo nada con estos lentes, imagínate si le corto algo que...
—Bueno, otra cosa menos desagradable: pediatra, por ejemplo.
—Odio los niños.
—¿Hay algo que te guste? —su abuela miraba al cielo, y le preguntaba hipotéticamente a sus santos si había futuro en aquella niña de grandes anteojos.
Lo cierto es que su abuela no le acertó ni en lo más mínimo, porque no se había convertido en doctora, ni menos en cirujana. Había terminado dedicándose a una apasionante carrera relacionada a la administración de negocios, que de una forma u otra había conducido a aquella incómoda situación. Su jefa, que para mala suerte suya se había levantado con el pie izquierdo - más bien, el lado izquierdo completo del cuerpo-, intercalaba las miradas incrédulas entre la pantalla de su computador y ella. Y a cada segundo que pasaba, sus ojos revelaban unas ganas crecientes de lanzar a su subordinada por la ventana. Desde un decimosexto piso.
—¿Cómo no te diste cuenta antes? Ya presentamos estos datos en el directorio, y nada cuadra ¿de verdad no te llamó la atención esa desviación tan grande? Ya llevas un año acá, ponte más seria, quieres.
El aplastante silencio que las rodeaba la hizo sentir vergüenza unos breves segundos que duraron una eternidad, pues todos estaban pendientes de la escena. Su jefa seguramente se regocijaba con aquella canalla demostración de poder. Casi podía oírlos sacar las palomitas, disfrutando del morbo de ver a otro ser humano humillado como lo era ella en ese momento. Le contestó algo en modo automático, pues su mente aún divagaba en recuerdos, sumamente innecesarios en aquel momento. Era como si se desconectara brevemente de la realidad. Volvió a su puesto y se enchufó los audífonos, concentrándose en arreglar el pastel que había dejado, y que su jefa no había ni reparado cuando se lo pidió revisar.
La verdad es que le importaba en lo más mínimo en que el número estuviera bien o mal. Le daba igual su jefa, sus compañeros, su trabajo que detestaba, y en general todo. O al menos, era de lo que trataba de convencerse, mientras que la opresión en el pecho se hacía cada vez más grande. Trataba de no meterse en problemas, y siempre terminaba diciendo "sí, no te preocupes, lo arreglo". No sobresalir con nada, ni siquiera por los chascarros que le solían ocurrir. Intentaba ser invisible, pero se visibilizaba cuando estaba en problemas, por lo general torturada por la histérica de su jefa que hacía del menor drama, una calamidad.
Por lo general estaba en calma y trataba de estar en automático siempre, refugiada en sus recuerdos y en sí misma, pero los aterrizajes forzosos a la realidad eran inevitables. Y el que estaba por venir, ese que se acercaba a pasos agigantados por el pasillo hacia su puesto, lo era bastante.
—Haydeé Pérez ¿O es Aydé? ¿Jaidé? En fin, algún día aprenderé a decir tu nombre. Es como griego ¿no?
Una sonrisa socarrona se dibujó en los labios de uno de los gerentes, que solía ser el más despreciable. También solía reírse de los chistes que acababa de decir, como el que había dicho recién. Era el típico machito alfa, que se juraba guapo y campeón. Las tenía locas a todas de la oficina, menos a ella. Era un tipo de mediana edad un poco más alto que ella no más, sin guata y sin estar calvo, por lo que debía reconocer que se mantenía bien. Sin embargo, Haydeé lo encontraba insoportable. Detestable.
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(Sobre)vivir sola
General FictionLa vida de Haydeé siempre ha sido una rutina carcelera. La condena del colegio, la libertad bajo fianza de la universidad, y recientemente, la jaula de cristal del trabajo. Ahora, que está (sobre)viviendo sola y es "libre" para hacer con su vida lo...