"Amor y Guerra" - Lea V. Montgomery

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Valentina y Marco se conocieron algunos años atrás, en una época en la que ambos eran más bellos y más jóvenes. Cada vez que estaban juntos, el mundo alrededor se eclipsaba, girando a su alrededor. Cada vez que Valentina sonreía, el corazón de Marco se paraba y ella nunca dejó de sentir escalofríos ante las caricias infinitas de su amado. Él le dedicó su primer ‹‹Te quiero›› junto a un estanque lleno de peces, y desde aquel día nunca se separó de ella.

Hasta aquel momento, el día en el que llegó la guerra, y su universo entero se ensombreció. Valentina no soportaba pensar en lo que pasaría si Marco le faltaba, y para él no había nada que defender que no fuera ella. Pero el mundo no entiende de amores y corazones, y no tuvo piedad con los pobres enamorados que esta vez, se tuvieron que separar.

Pasaron una última noche juntos, abrazados bajo una manta de caricias y besos de terciopelo, y ninguno de los dos habló de despedidas. Tan grande era su amor, que las horas parecían segundos cuando estaban juntos. Detuvieron el mundo por última vez, se miraron a los ojos como solo ellos sabían y querían, y la tristeza no hizo acto de presencia en aquel momento. Recordaron cada momento juntos y vivieron aquel como si fuera el último. Tomaron champán francés, rieron y sincronizaron sus risas, sus corazones, sus abrazos y sus besos por una última vez.

Su historia de amor fue la más grande y pura que pueda contarse. Él no permitió que ella derramase una sola lágrima en su presencia, dejándola sola en aquella habitación, con su vestido amarillo brillando al sol y las pestañas acariciando la parte superior de sus mejillas, con esa perfección que solo ella tenía. Valentina despertó de su sueño justo en el momento en el que él salió por la puerta, encontrándose simplemente con una rosa blanca en el suelo de la habitación y una nota en la que su amado le revelaba que no había tenido la fuerza que necesitaba para verla sufrir por su partida. Se había ido sin saber siquiera si iba a volver.

Valentina cerró entonces las ventanas, dejó que el tiempo y la oscuridad fuesen los únicos que contemplaran su belleza en los años que le siguieron. Él le escribía cada vez que podía, pensaba en ella incluso cuando dormía, y cada vez que lo hacía era abrazando cada carta que ella le escribía.

Recordaba su cabello, comparable con la tierra cuando llueve; sus ojos, esos en los que tantas y tantas veces se había perdido y ese olor a vainilla y jazmines que siempre desprendía. A su vez, Valentina recordaba a Marco, su melena al sol, la forma en la que le sonreía cada día por la mañana, aquel día en el que la llevó al parque y le regaló la primera rosa blanca, y todas las miradas furtivas que le dedicaba cuando todavía pensaba que era un amor prohibido, el fruto de aquel árbol del que nunca podría comer. Y cada día se esforzaba más en permanecer bella por si aquella guerra terminaba y él al fin regresaba junto a ella.

Un considerable tiempo después, Marco despertó por el gran bullicio que escuchaba en los alrededores de su tienda. Sus compañeros gritaban y lloraban allí afuera.

–¿Qué está pasando? –preguntó Marco sobresaltado.

–Hemos perdido, compañero.

Aquello debía de ser un sueño... iba a regresar a España, e iba a regresar con Valentina. Ella estaría en la estación esperándolo, apoyada en la barandilla como acostumbraba a hacerlo, con uno de esos vestidos que tan bien le sentaban.

El viaje en barco se le hizo eterno debido a los nervios. Se soltó el colgante que alguna vez Valentina le regaló, en el estaban grabadas las iniciales de ambos, encerradas en un corazón. Su amada tenía uno idéntico.

Cuando llegó a Madrid, lo primero que hizo fue buscar a Valentina por toda la estación, pero no la encontró. Salió pronto hacia su casa y abrió las puertas de par en par, buscando a su amada por toda la casa. Al fin la encontró en el mismo lugar en que la había dejado, con los ojos cerrados, el mismo vestido amarillo y su cuerpo, esta vez sin vida, descansando sobre el sofá.

Esta vez no fueron las lágrimas de su bella Valentina las que inundaron la habitación, sino las de Marco. Él sabía que ella lo amaba, pero también que su corazón era demasiado frágil para soportar una carga tan pesada, era demasiado frágil como para esperar por él tanto tiempo.

Abrazó el cuerpo de Valentina, aun con la esperanza de que esta recobrara el calor. Comprendió que aunque esa guerra le hubiese quitado lo más importante que poseía, su amor siempre iba a estar con ella.

Antología Pinceladas de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora