Día cuatro.

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Las sábanas a lado estaban frías. Despertó en un cuarto oscuro, envuelto en las mantas sobre una cama matrimonial. No hay brazos envueltos a su alrededor esa mañana, ni tampoco un japonés de pie frente suyo con una cara de sueño y cabello desordenado sosteniendo dos tazas de café humeantes. 

Desliza suavemente una mano sobre el lado vacío de la cama, con los dedos persistentes dónde su pareja debía estar, con los recuerdos de la noche anterior filtrándose de nuevo en su mente como agua en un arroyo. Eres un maldito idiota, piensa presionando las palmas en su cara soltando un gemido. 

Frotó sus ojos con el dorso de la mano para retirar el cansancio restante, para después ir en busca de una camisa negra y unos pantalones de chandal de su maleta, vistiéndose con cansancio. Dio una última mirada a la cama vacía, y sin más, salió de la habitación cerrando la puerta detrás de él. 

El sofá estaba vacío, acompañado solo con unos pequeños cojines indicando que Hanzo había pasado la noche allí; la manta de lana estaba perfectamente doblada contra el respaldo del sofá con una almohada que descansaba sobre ella. Su estómago se revolvió, estaba decepcionado. Su arquero no estaba por ningún lugar. 

Supongo que estará evitándome. Pensó. Y lo comprende perfectamente, después del desastre de la noche anterior, la forma tan mierda en que lo había rechazado. Pensó que era lo mejor, cortarlo desde la raíz, pues mantener ese acto y disfrutar de algo que se olvidará al día siguiente no lo tenía muy contento. Suspiró pasando una mano por su cabello castaño, "Seguro la cagaste" gruñe para sí mismo en voz baja.

Camina a la salida para coger un par de viejas zapatillas de deporte en un armario del pasillo, estaban cubiertas por suave polvo que se había acumulado desde la última vez que las utilizó. Se las puso y paseó por la cocina, abriendo cajones, armarios, hasta que se arrodilló para mirar debajo de la nevera, encontrando por fin una liga de cabello negra que seguro estaba perdida, olvidada en el suelo por alguna de sus hermanas. Sujetó su cabello separándolo de su cara (con excepción de algunos mechones rebeldes o muy cortos que se resistían), sujetándolo en una cola baja. 

Una suave luz se asomaba a través de las ventanas cristalizadas, siendo filtrada por las cortinas tenues, salpicando el suelo en colores pálidos. Da una rápida mirada al reloj en el microondas, 6:02. Siente que su cuerpo gime en protesta por cansancio y falta de sueño, pero su cabeza se sentía llena de niebla y dolor por la tequila de anoche. Hay demasiadas cosas en ese lugar como para volver a la cama y deslizarse bajo las sábanas, para bloquear el mundo por al menos unas cuántas horas más. 

Lo mejor que se le pudo ocurrir fue, correr. 

La puerta de la entrada principal cruje al ser abierta, siendo acompañado por su leal perro. Frente a él yacía el desierto vacío, y las montañas a la distancia dándole los buenos días. 

Comienza a correr sin importarle a dónde va, sin seguir un camino en particular. Simplemente lo hace. Hace caso omiso a los golpes en su cabeza, sus músculos sobrecargados le gritan que pare y el sudor comienza a gotear por la cara hasta la barba, con una ligera humedad apareciendo en el cuello de la camisa oscura. Se enfoca en el mundo, en el bombeo de la sangre, en cada respiración pesada que hace, en el ardor en su pecho, en lo ligeros que son sus pies contra el suelo. Cualquier cosa que no sea la noche anterior, que no sea Hanzo. 

Cash corre ladrando en sus talones con entusiasmo, casi pareciendo un apoyo como diciendo 'más rápido, más rápido'. Acelera el paso, con una nube pálida cubriendo el desierto, siguiendo sus pasos, con los riachuelos de sudor corriendo por su cuerpo, cayendo al suelo creando pequeñas marcas oscuras como manchas de lágrimas sobre el terreno. Sus plumones queman al respirar, inhala, exhala. Solo es actuación. Inhala. Todo es ficción. Exhala. No te ve de esa manera. Inhala. Jesse se detiene en seco, doblando su espalda, con las manos sudorosas sobre las rodillas, con el pecho agitado.  Esos pensamientos lo atormentan cada vez que intenta reprimir su mente. Nunca lo hará

Four Days - McHanzo/ CanzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora