Los minutos pasan y cada vez me voy dando cuenta de que me está entrando más sueño. Los párpados me empiezan a pesar y he dejado de prestarle atención a las canciones de la radio. El sol que entra y me da de frente me deja más adormilada todavía, y voy perdiendo la conciencia. Me dirijo hacia un mundo de descanso, paz, armonía y en el que reina la felicidad.
Mi móvil vibra de repente. Me levanto sobresaltada y miro la pantalla. Es Bruno.
-¡Sí! ¡Hola, Bruno! Perdona por tardar en responder, estaba quedándome dormida...Sí, estoy bien, gracias por preguntar. Estoy en un taxi. Voy de camino a mi apartamento. No sé cuánto me queda, te mandaré un Whatsapp cuando llegue. Estoy muy impaciente por conocer la ciudad.
-Te voy a echar mucho de menos...A ti y a todas tus tonterías.-Me dice él al otro lado de la línea.
Le contesto que yo a él también, nos despedimos y le cuelgo. Ya lo estoy echando en falta. Bruno es un chico maravilloso, lo conozco desde que éramos unos mocos. Siempre ha estado ahí para todo, nunca me ha fallado. Juntos hemos llorado, pasado por situaciones muy difíciles, pero sobre todo, hemos reído, hemos soñado y hemos crecido juntos. Prácticamente todo lo que soy se lo debo a él, y no soportaría la idea de perderlo, por eso le prometí hablarle todos los días, cosa que me he jurado a mí misma cumplir.
Al fondo ya se ve la ciudad. Se ve preciosa con el atardecer detrás. Hasta hace unos segundos tenía sueño y me pesaban los párpados, pero ahora tengo los ojos abiertos como platos. Estoy impresionada porque he llegado aquí con unas expectativas mucho más bajas de lo que era esto. La entrada de la ciudad está adornada con un camino de palmeras que ondean con la leve brisa. Hay muchísimo tráfico, y nos lleva un rato atravesar el camino de palmeras.
-Guau...-Digo para mí misma. En mi corta vida he llegado a ver muchas mezquitas por mi ciudad, pero ninguna me ha impresionado tanto como la que estoy viendo ahora. La torre es altísima, y tiene una pequeña plaza alrededor, donde hay varias madres sentadas en los bancos con sus hijos jugando entre ellos con cosas que parecen ser...¿Chapas de botella?
Pasamos la plaza de la mezquita, un par de calles rectas y el taxista para el vehículo enfrente de un pequeño edificio con un portón de madera con pomos un poco desconchados y relieves. Parece un poco antiguo, pero no es feo.
-¿Cuánto es?-Le pregunto al taxista.
Nabil me dice el importe y abro mi mochila para buscar el monedero, que me cuesta encontrar porque está enterrado en el fondo. Cuando abro la cremallera de este veo que no tengo dirhams. Mierda. ¿Ahora cómo pago? Le enseño los euros al hombre haciéndole una mueca queriéndole decir que sólo tengo eso y rezo para que por favor me los acepte. Me pone mala cara pero al final accede a cogerlos. Menos mal, qué alivio, a saber la que se habría liado si no hubiera querido cogérmelos, mi primer día en la ciudad y ya estoy metiéndome en problemas.
Me ayuda a sacar mi maleta del maletero, la bajamos a la acera y le cuelgo la mochila en el asa para no tener que colgármela yo. Antes de despedirme de este señor y darle las gracias, guardo también mi móvil, no vaya a ser que se me caiga del bolsillo y ya lo pierda. El taxista arranca y a los pocos segundos ya lo he perdido de vista.
He quedado con el casero a las siete y media para que me de las llaves y me guíe un poco para encontrar mi casa.
Siete y veinte. Veo acercarse a mí a un hombre joven, recién afeitado, bajito y un poco gordo. Cumple con los típicos rasgos marroquíes, piel oscura, pelo rizado(despeinado por cierto) también oscuro y un rostro perfecto y muy suave a la vista. Lleva los pantalones desabrochados, una chilaba y unas pantuflas planas terminadas en punta. El montón de llaves distintas que lleva colgadas en el pantalón se van moviendo y parecen un sonajero. Intento aguantarme la risa mordiéndome la lengua. ¿De dónde ha salido este tío? No puede ser que este sea el casero de mi apartamento. ¿Cómo va a estar la casa entonces? ¿Hecha un desastre? ¿Me va a tocar arreglarla toda?
El desenfadado hombre se acerca a mí con una amplia y quizás exagerada sonrisa, me estrecha la mano muy fuertemente y se presenta.
-¡Hola! ¡Encantado! Mi nombre es Nordin, tú debes de ser Luna. ¿Al final te has decantado por alquilar mi apartamento no? Me ha llevado tres días ponerlo en condiciones para tí, no quiero que te asustes. La verdad es que ahora está muy bonito. Bueno, no voy a enrollarme, ¿Subimos a verlo?
No digo nada, simplemente le sonrío y le digo que sí con la cabeza.
Nordin introduce la llave en la cerradura del portón. Tiene que hacer fuerza para abrirla, pero lo consigue. Me hace un gesto caballeroso invitándome a entrar y yo accedo. Subo los dos escalones de la entrada y el casero me ayuda a subir la maleta con la mochila por estos.
-El apartamento está en la segunda planta, me temo que no tenemos ascensor...Pero no te preocupes, yo te subo la maleta.Vaya, por lo menos está siendo cortés conmigo.
Vamos subiendo los escalones e intento ignorar el olor a humedad que me viene en la primera planta. El posamanos de la escalera es de madera, igual que todas las puertas de las casas y de la entrada. Pongo la mano, pero la quito enseguida cuando me doy cuenta de que hay un gusano al lado. Noto en la cara de Nordin que le está costando subirme la maleta. Tras subir 11 escalones, por fin llegamos a la segunda planta.
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¿Este es mi destino?
RomanceNovela en la que una joven estudiante viaja a Marrakech a terminar sus estudios de traducción e interpretación de árabe. No se imagina lo que le espera una vez allí.