Capítulo 3

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-Pues ya hemos llegado, Luna. Ven, es por aquí.-

Coge una larga llave de aquel manojo de estas y la mete por la cerradura. Le da dos vueltas, y con la última la puerta se abre. Pasamos adentro. Lo primero que veo es un mueble con dos cajones a la izquierda de la entrada, y encima hay colgada una bandera de Marruecos, roja con la estrella verde en el centro.

Lo siguiente que puedo ver es el salón, que no es ni muy pequeño ni grande y dispone de una cocina americana. El sofá marrón está un poco arañado, y enfrente hay una mesa dorada decorada con pequeños boquetes en forma de triángulos. Parece endeble, pero queda bonita y pega bastante con el resto de la decoración. No hay televisión.

 El casero ahora me enseña lo que va a ser mi habitación. El salón estaba medio en condiciones, pero mi cuarto es un verdadero desastre, y el peste a humedad que sale de las paredes color beige  es tan desagradable que se me revuelven en el estómago los macarrones, la ensalada y el tiramisú del avión. La cama ni siquiera está hecha, están el somier con el colchón solos, no hay sábanas, ni colcha, ni nada. Ni se ha molestado en poner almohada. Menos mal que estaba arreglando el apartamento para que yo lo viera. No está nada presentable, cualquiera que viera esta casa saldría corriendo de aquí. En fin...Tendré que arreglarlo poco a poco, ahora no creo que tenga el suficiente dinero para poner todo lo que quiero, ya sólo el alquiler me ha dejado casi sin blanca. Tendré que buscarme un trabajo con el que complementar mis estudios, y debería empezar ya. Pienso en ir mañana a buscar algún sitio donde trabajar, pero estamos a viernes por la tarde noche, acabo de llegar y comienzo las clases el lunes, así que creo que lo mejor será tener este fin de semana para comprar algo de comida, organizarlo todo para la universidad y también descansar, porque estoy agotada. Hoy he madrugado bastante y llevo unos días que no he parado con todas las cosas para venirme aquí.

El hombre del apartamento me hace volver a la realidad cuando se acerca a mí con los papeles de la casa en la mano. Firmo sólo porque no conozco esto y me da miedo no encontrar sitio y quedarme en la calle. Los coge y me dice que se pasará a principios del mes que viene para que le pague el alquiler. Me estrecha la mano, esta vez con más suavidad que antes, me da las gracias con una sonrisa y se va. 

Suspiro y, acto seguido, me tiro al sofá. Me pongo las manos en las sienes. Me duele un poco la cabeza. Menos mal que he traído algo de medicación, no me apetece nada bajar e ir en busca de una farmacia ahora que son casi las nueve de la noche y yo he tenido un día muy movido. Me levanto y me dirijo a la pequeña cocina a coger un vaso y a echarme agua para poder tragarme la pastilla, pero busco por todos los muebles y aquí no hay nada de vajilla, sólo encuentro un vaso de plástico, pero ni de coña pienso beber ahí y lo tiro al cubo de la basura. Me meto la pastilla en la  boca, abro el grifo y pongo la boca debajo del chorro de agua para beber. La verdad es que el agua de aquí no está mal, de donde yo vengo el agua sabe a cal y no está muy pura que digamos. Esta parece limpia.

De repente caigo en la cuenta de que tengo mucha hambre. Oh, no tengo nada de comida. Tendré que ir a la tienda de comestibles que he visto que está a la vuelta de la esquina de mi calle a comprarme algo para cenar esta noche, y voy a ir ya, porque la barriga no deja de rugirme. Casi se me olvida, cuando llegue le mandaré un Whatsapp a Bruno para avisarle de que ya estoy aquí y contarle como ha ido todo.

Salgo a la terraza para ver si hace frío y llevarme la sudadera, pero hace una calor tremenda. El verano todavía no se ha ido, aunque de todas formas parece que se ha levantado terral. Salgo de mi piso, bajo los escalones, abandono el edificio y me dirijo hacia la tienda. Esta calle está muy tranquila, hay muchas luces encendidas de las casas pero no hay ruido. Ahí está la tienda. Avanzo unos pasos más y entro. No veo a nadie y carraspeo a ver si lo escuchan y sale alguna persona a atenderme. De una puerta con una cortina de cuentas sale una chica joven que puede tener más o menos mi edad. Me saluda y me pregunta qué deseo.

-Pues...Acabo de llegar aquí, no me conozco la ciudad, y ya está anocheciendo, así que no sé cómo ir a un supermercado ahora. Busco algo para cenar esta noche.

-Aquí tenemos comida preparada. Mira, esto de aquí es cordero en salsa. Y esto de aquí...-Me va mostrando todo lo que tienen.

Se me antoja el cordero en salsa, así que le pido que por favor me saque un poco, y me de también una botella grande de agua, y ella me lo sirve cuidadosamente en un táper y luego me lo mete en una bolsa de plástico junto con la botella. Le pago, me devuelve el cambio, le doy las gracias y salgo de la tienda. ¡Qué bien huele! Tiene una pinta increíble, seguro que está muy bueno. Está hasta caliente. Corro al apartamento. Llego, me siento en el sofá arañado y pongo el táper con la botella encima de la mesilla. Menos mal que la de la tienda también me ha dado un tenedor y un cuchillo de plástico. Parto un trozo de cordero y me lo llevo a la boca. Efectivamente, está muy rico, y sigue estando caliente. Me pongo las botas con la carne en salsa mientras whatsappeo con Bruno. Le describo con todos los detalles el apartamento y le cuento también que he ido a la tienda de comestibles y ahora me estoy comiendo un plato delicioso.

-Vaya, invítame, ¿No?-Bromea él.

Yo le digo:

-No te preocupes, ya te invitaré a esto y a todo lo que tu quieras cuando regrese para las vacaciones.

Seguimos charlando hasta las tantas de la noche hasta que él me dice que se va a ir a dormir. Yo hago lo mismo, me quedo frita en el sofá. Tengo tantas ganas de conocer la ciudad y hacer amigos...

¿Este es mi destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora