2. Accidente

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Aquel silencio nunca se rompía, podía permanecer allí horas, esperando, observando el rojo profundo que envolvía aquel páramo, ni una sola onda sonora atravesaba el aire, ni el sonido de una sola piedra al caer, ni el eco del sibilante viento cortando aquel encrespado horizonte: era el mismo vacío de la infinitud convertido en silencio. Era pura paz, sin temor, sin nervios y casi sin sentidos, solo él y la vasta inmensidad escarlata; parecería flotar en aquel ambiente, de no ser por que notaba sus pies descalzos sobre la tierra cobriza.

Era tal la pérdida de consciencia que apenas conseguía recordar como había llegado allí, desnudo, sin mas compañia que las rocas y sus pensamientos, ¿a qué demonios había dedicado su vida en lugar de estar allí? Respirando, observando lo estático del paisaje, disfrutando de la ausencia... Estan dentro Pete, ya estan dentro.

Sobresaltado se levantó, cogió su arma y apuntó. Al menos, las luces seguían encendidas y no apestaba a mutado. Al menos, no demasiado. Al menos... Un ruido como de serpientes surcando un rio de fragmentos de cristal surgió a su espalda, y de un rápido giro disparó una descarga de 5 balas prácticamente sin mirar; apenas se hubo disipado el humo del cañón que nunca llegó a bajar, hizo un giro de 90º a la izquierda y soltó una nueva descarga de 5 disparos y pudo percibir un impacto en carne... o lo que fuera aquello. El silenciador de su arma aun lanzaba alguna voluta de humo aquí y allá cuando se acercó a la capsula 6 con la seguridad que le daba saber que un calibre 400 expansivo podía permitirte fallar hasta por un margen de 5 centímetros: el sensor de la bala detonaba al pasar cerca de cualquier tejido vivo; el líquido negro surgía de la base de la cápsula, y al pie, junto al soporte de titanio que la sostenía pudo ver cómo un tentáculo gris y surcado de venas azabache temblaba en estertores. No quiso agacharse y seguir comprobando: visto uno, vistos todos.

El LHP mutaba de forma aleatoria, nunca habia dos criaturas iguales, pero tampoco le importaba a Pete, eran aberraciones de cualquier bicho vivo que estuviera cerca del organismo en cuestión. No necesitaba al ser con vida, le valía un trozo de éste: una cobaya era tan letal como un riñón humano, el LHP no era quisquilloso a la hora de alojarse y mutar... su único rango distintivo eran los tentáculos, los colmillos y aquella apestosa secreción negra. 

Tras cargar de nuevo el rifle y comprobar que sus niveles de adrenalina volvían a la normalidad, un mal augurio se apuntilló en su mente, y rápidamente se dirigió al lugar donde había realizado los primeros disparos: las cápsula 9 tenía 3 orificios, y un amasijo sanguinolento en su interior. Pete notó el rubor de la furia en sus mejillas mezclado con la desazón que provoca ser consciente de que te has equivocado de decisión y no hay forma de arreglarlo.

"Maldito seas Pete, maldito seas... gilipollas de mierda, ¿que has hecho? ¿que has hecho, que has hecho? ¿Quehashechoquehashechoquehas...?"

Se sentó en un taburete y rompió a llorar. Tenía 48 años, 22 dedicados al ejército y 10 a la protección civil; en las mangas de su uniforme ponía "Control" y "Seguridad", pero hacía un minuto había perdido los nervios y se había cepillado de tres disparos a un superviviente en la seguridad de su cápsula. Control y Seguridad eran dos conceptos humillantes para Pete en aquel momento. Era la primera vez que lloraba en 32 años, desde que mataron a su hermano en las Guerras Polares, aquello fue duro, joder, pero he matado a uno. Tendría que dar explicaciones, aunque ahora le sobrarían mas píldoras antimutágenas y alimentos.

Pete alzó los ojos anegados en lágrimas al techo y vió la abertura. Tenía que recuperarse, tenía que seguir... Recórrelo, hazlo Pete, recórrelo.

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