Encerrada

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Recuerdo perfectamente ese día como si hubiera sido ayer.
Ese día no sonó la alarma de mi móvil, y llegué tarde al instituto, y, como suponía la profesora dijo una de sus frases que siempre me soltaba, como: "Estando en bachillerato no debería llegar tarde señorita..." o "Doña Despistes llega tarde, qué raro...".

De hecho, no le doy la contraria, soy muy despistada y torpe. A veces no me doy cuenta de que ya tengo diecisiete (casi dieciocho) años y que tengo que tomar decisiones que afectarán a mi vida con consecuencias. Algunos me llaman soñadora o simplemente chica infantil, fantástica, etc. Pero la verdad es que me da igual lo que piensen los demás de mí, nadie sabe por lo que he pasado y me gusta como soy, y nadie cambiará eso de mí.
Aunque... No es del todo cierto hay cosas que no me gustan de mí como la falta de madurez en temas serios o la torpeza.
Soy alguien muy sensible, pero dicen que los que más lloran son los más fuertes... O al menos eso me decía mi madre antes de viajar.

Después de llegar diez minutos tarde y de que la maestra me soltara una de sus típicas frases, entré a clase, me senté en mi pupitre (el cual estaba un poco desordenado) y saqué un cuaderno y empecé a escribir:

"No sé que estoy haciendo con mi vida.
Cada día estoy peor en todo.
No sé que me pasa en casa.
Y a todo lugar que vaya.
Me siento mal, sola, perdida.
Como si no tuviera nada que hacer.
Pierdo horas y horas pensando en esto.
Como si no existiera.
No tengo nada que decir.
Nada más que me siento rara, muy rara.
Siento que quiero llorar, pero no quiero preocupar a nadie.
Está lloviendo. Amo la lluvia.
Me hace pensar y reflexionar. Me da momentos únicos, como este.
Aunque esté en clase no estoy prestando la mínima atención, tengo un problema.
No puedo concentrarme en nada.
Ojalá pudiera devolver el tiempo.
Para vivir momentos únicos y para corregir los malos.
No sé porque estoy escribiendo esto.
¿Por qué me ocurre esto a mí?
Es algo... Que no logro entender."

Cincuenta y cinco minutos escribiendo tonterías.
Otra vez, al igual que todos los días a las ocho y media de la mañana.
Estoy cansada de la vida, es simplemente eso. Suena el timbre y recojo mis libros y salgo de clase.
Segunda y tercera clase escribiendo más y más estupideces.
Me voy a la cafetería a beber un café, a ver si me despierto con eso.

Cuando estoy en la cafetería me pido un cappuccino sin azúcar y me dirijo a la mesa del fondo más alejada y más escondida de la gente, ya que, me gusta estar sola.
Saco uno de los clásicos de mi mochila y me pongo a leer. "Orgullo y Prejuicio", todo un clásico de 1813 de Jane Austen. Sinceramente, aunque haya leído doce veces este libro, nunca me voy a hartar de su trama. Creo que el Sr. Darcy estaba sosteniendo su orgullo hasta que cayó en los brazos de la señorita Bennet, al igual que todos los hombres cuando se enamoran. Típico, haciéndose el macho hasta que llega la hembra adecuada a él y al pavo se le caen las plumas.

Pero claro, no todos los casos son así, en otros libros como "El diario de Noah" el hombre no se arrastra, pero tampoco se hace el duro, sino que, ya de por sí, Noah era un hombre tranquilo y sabio al cual Allie no se pudo resistir y dejó al inocente Lon en sus juicios.
No todo el mundo habrá leído estos libros, pero para mí son unos de los mejores de la historia. Sólo los que hayan leído o hayan visto la película, sabrán de lo que hablaba antes.

Suena el timbre y me toca regresar a clases cuando oigo el ruido del dueño de la cafetería cerrando las puertas. Inmediatamente, le grito:

- ¡Señor, estoy aquí dentro no cierre!— el hombre por desgracia no escuchó nada debido a que llevaba los auriculares puestos.

No me gusta que la gente vaya con los auriculares puestos en medio de su trabajo, ya que para mí es una falta de respeto intolerante, no todo el mundo piensa así claramente, y aunque no sea la más indicada para decirlo, lo hago.

Después de estar más de veinte minutos encerrada escucho pasos que se acercan a la puerta y empiezo a gritar:

- ¡Por favor, ayúdeme me he quedado encerrada!

Cuando miro a través del cristal de la puerta, me doy cuenta de que es un joven de más o menos unos veinte años que se acerca a abrirme.

- ¡Uy! Perdona mi jefe no se habrá dado cuenta y te habrá encerrado sin querer, lo siento mucho.
- No pasa nada, de hecho también ha sido culpa mía por estar leyendo y dejar que pasara el tiempo. Debí haber estado más atenta.— me ruborizo al ver que este joven tan alto y atractivo me sonríe.
- Cuál sería el libro para dejar que te encerraran...— me mira con una mirada curiosa y le enseño el libro.
- Es mi libro favorito, "Orgullo y Prejuicio".
- Pobre Sr. Bingley, al final Elizabeth Bennet acaba con el Sr. Darcy. —el muchacho sonrió cuando vio mi cara de emoción al saber que él también había leído el libro.

Aproveché para hablar con James (de hecho así se llamaba el joven muchacho de veintiún años), en los treinta y cinco minutos que me quedaban para acabar la clase perdida. De hecho, no me arrepentí de ello, es muy buen chico y es todo un caballero, me ha dado su número y quedaré el sábado con él. Lo estoy deseando.

Queridas Estrellas FugacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora