Capítulo 3.

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CAPÍTULO 3

Emiliana se disponía a escribir una nueva carta para su padre, la cual se titulaba "Lo siento". Llenaba cada renglón, tachando uno que otro error mientras era observada por Faría Garibay. Ella era la chica que había comenzado a molestarla desde el primer día del padre, en donde todas sus compañeras se preguntaban en dónde estaba el padre de aquella chiquilla, y el porqué su madre era quien la acompañaba ese día, si era el día destinado a la celebración para los papás de las internadas. Todo comenzó con algo infantil, pero Faría Garibay no conocía ya los límites.

—¿Todavía escribes a tu padre imaginario? —preguntó Faría, haciendo que Emiliana frenara su escritura y la mirara, poniendo los ojos en blanco—. Déjalo ya. Tú no tienes papá. ¿Por qué insistes?

—Cállate, Faría. Mi padre sí existe y te lo voy a demostrar. —De debajo del montón de hojas de cuaderno, que había deshecho en su cama, sacó la medalla que su madre le entregó, asegurando que el hombre que ella llamaba "Padre" le había mandado.

—Una estúpida medalla no me demuestra nada.

—Prometió venir a la fiesta del padre. Y allí es donde te lo demostraré. Te lo juro —dijo con toda seguridad, aunque ni ella tenía la certeza—. Ahora solo déjame en paz y vete.

—Todos los años dices lo mismo. Mentirosa.

A Emiliana le entristecía el hecho que, lo más cercano a un amigo que tenía, eran solo las cartas que le llegaban cada cinco o seis meses. Ella quería poder llamar a alguien por el fenómeno denominado "mejor amigo" y mantener una conversación que no fuese la de "eres una mentirosa" con la contestación de "él vendrá, lo sé"

Por lo menos, eso quería creer.

Victoria negó repetidas veces y rio nerviosa ante el ofrecimiento de aquel desconocido.

Harold podría cometer cualquier estupidez, menos tomar el lugar de otra persona solo para que una chica de quince años no odiara a su madre por mentir. Pero se ofreció por compasión. Esa mujer tenía la cabeza llena de frustración, así que, ¿por qué no ayudarla un poco? Solo sería ver a la chica, decirle que era su padre y después irse con la excusa de que "volvería a cumplir su deber en el ejército" ¿Qué podría salir mal? Aunque debía admitir que, tras esa razón, había una más, pero esa se la iba a callar por ahora.

—No, gracias. —Se negó amablemente cuando notó que él lo decía totalmente en serio—. No es su obligación, señor Harold.

—Lo sé, pero es algo fácil. Y lo quiero hacer para ayudar, creo que se quitaría un gran peso de encima si acepta —aseguró con tono amable.

—¿A qué se refiere con fácil? —Lo miró confundida—. No lo es, para mí no ha sido fácil nada.

—Es simple: puedo fingir ser el padre de su hija y su esposo —sugirió como si nada, como si no se estuviera reprendiendo en su interior por tal salvajada que sugería—. No tengo problemas con eso. Solo es un día, ¿cierto?

Otra manera de mirarte© [Miradas 1] Disponible en físicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora