Capitulo 3

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Ethan

¡Vaya! Si que Brian tiene pacientes. Edna tiene la agenda llena para mí…ohm… Es decir… para Brian. Desde hace tres semanas que estoy apoyando  a mi colega y mejor amigo. Sus pacientes le estiman mucho. Siempre preguntan por él. Conozco a Brian desde hace años y es muy apasionado en su trabajo. Siempre ha tenido ese característico trato amable con sus pacientes. La mayoría son niños. Una que otra señora y hace un par de días una chica con unos  pechos preciosos y un lunar arriba del labio superior del lado izquierdo. Hojeo la agenda y sonrío al recordar que el jueves tengo cita con ella. Espero que no me haya atrapado contemplando su escote.  

Al final del día Edna me avisa que no hay más pacientes por atender. Asiento, y la mando a su casa antes de que anochezca aun más. Edna ha sido muy atenta conmigo. Cada duda que tengo sobre la manera de trabajar de Brian ella  se encarga de, amablemente asesorarme.

Estoy agotado pero ir al gimnasio me dará energía. Además, hay alguien en especial que quiero ver. Layla. Rubia de ojos verdes. Una belleza. Con piernas largas y bien torneadas. Una chica hermosa que se contonea hasta la caminadora para correr por horas. Me ha atraído desde la primera vez que la vi. Nos hemos hecho muy buenos amigos pero pienso cambiar eso. Ella me encanta. Y no pienso dejarlo pasar por desapercibido.

Una vez que entro al gimnasio la busco con la mirada y la encuentro platicando con uno de sus amigos. ¿Bob?… ¿Bobby?… No recuerdo. Me acerco a ellos con la frente en alto. Seguro de mi mismo. Esta chica es la más codiciada de todo el gimnasio y no hay lugar para tímidos.

—¿Qué tal chicos?... Bobby— lo saludo de mano. El sonríe y me saluda de vuelta. Yo también le sonrío. He acertado con su nombre.

—Hola Layla—. Me inclino hacia su rostro y la beso en mejilla.

—Hola muñeco ¿Qué tal? — Me sonríe. Lleva el cabello suelto, un top deportivo ajustado gris y una lycra deportiva del mismo color. Provocativa a más no poder.

—Bueno chicos. Los dejo— Me palmea la espalda y besa a Layla en la mejilla para alejarse a saludar a otro chico. Perfecto. Me he quedado solo con ella.

—Layla, ¿te gustaría acompañarme a las caminadoras?

—Claro. Vamos— Me toma del brazo y una vez en las caminadoras empezamos a caminar uno al lado del otro. Charlamos un rato. Le cuento sobre lo de Brian y ella me cuenta sobre las ocurrencias de sus niños en el preescolar. Estoy seguro que los padres babean por ella cuando recogen a sus niños. Se lo digo y ella me golpea el brazo divertida negando con la cabeza.

—Que tonto eres.

—Eh Layla,  cambiando de tema… ¿Te gustaría salir conmigo? — es ahora o nunca.

Me mira y me sonríe.

—¿Una cita? — . Enarca una ceja.

—Una cita… C.I.T.A. Cita— afirmo y  ella suelta una adorable risa.

—¡Claro que sí! Solo si prometes hacerme reír de esta manera más seguido.

—Eso tenlo por seguro. — le sonrío y festejo para mis adentros. ¡Layla ha aceptado tener una cita conmigo! De haber sabido que aceptaría con tanta facilidad lo hubiera hecho desde hace tiempo.

Subimos la velocidad y corremos juntos por media hora. De vez en cuando miro de reojo las gotas de sudor que caen desde su cuello hasta perderse entre sus pechos. Debo despejar la mente si es que no quiero tener una vergonzosa erección enfrente de Layla… y de todos. 

Cinco minutos después, me despide. Son casi las ocho treinta y la clase de Pilates va a empezar. Le digo que le llamaré para confirmar lo de la cita. La veo alejarse con esa lycra ajustándose a su firme trasero. Enciendo la tv de la caminadora y cuando me doy cuenta son las nueve así que decido irme a casa y descansar. Es sábado y no hecho planes con los amigos.

Amantes del placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora