Capitulo 3"La pelirroja con prisa"
El baile había empezado, la mayoría de tíos seguían hablando entre ellos; algunas de las mujeres seguían sentadas, hablando entre ellas, algunas mirando a tipos que ni siquiera reparaban en ellas. Solamente, parecía que era él que me percataba de que esta fiesta, solo serviría para lamentarme mañana por salir; los demás parecían pasarlo bien. Algunos mirando a las parejas y molestándolos, otros mirando a las mujeres sentadas sin tener valor más que para lamentarse mañana; otros...Hablando entre ellos como si las mujeres, no existieran directamente.
Entonces después de ser al menos la fiesta número cien de mi lista de experiencia, decidí que era estúpido que solo las mujeres pudieran sentarse; así que atravesé toda la pista, para sentarme en una silla. Pude ver las miradas de reproche de las mujeres y como algunas se alejaban por ello, las negaciones con la cabeza de las parejas y como hablaban de mi; incluso las risas y demostrando su excelente educación los brazos señalándome, de los hombres que seguían solteros.
Una de las que no me habían interesado de las nuevas, dejo a su pareja en la pista con gesto disgustado y vino a sentarse a mi lado. Fue una sorpresa tanto para mí mismo, como para los demás; pero lo más increíble de todo esto...Fue que me hablo ella a mí.
— ¿Te puedes creer lo que ha hecho el marrano? – me pregunto mirándome a los ojos
— ... - mire a los lados incrédulo
— ¿A quién miras? Si es a ti – me explico, aun así me costó creerlo.
La chica no era fea, pero tampoco guapa, no era esbelta, ni tampoco delgada; no era educada, ni tampoco maleducada...Era cuanto menos, interesante.
— No, ¿Qué ha hecho el caballero? – conseguí decir tras mirarla entera, unos instantes.
— ¿Caballero? Pues no va y me dice que lo que quiere es levantarme la falda – me contesta indignada
— ¿No dijo que hizo algo? – ella se ruborizo ante mi osada pregunta
— Me cogió la pechuga – dijo mirando hacia abajo, sin poder mantenerme la mirada
— Ah, ¿le gustaría bailar? – digo con intenciones de bailar
— ¿No tendrá usted las mismas ideas, no? – pregunta sospechando de mí
— No, ¿por quién me toma?, soy un caballero – alego con orgullo, le ofrezco la mano
— Eso espero – acepto mi mano a regañadientes
Empezamos a bailar y aunque no soy ningún, lumbreras en esto. No me hace falta dar más de dos pasos, para darme cuenta de que ella tampoco. Estando concentrado en el baile, veo a una chica bajar del piso superior, con el pelo húmedo, la piel también tiene un extraño brillo y lleva un vestido rojo precioso. Que hace contraste con su pelo rojo como el fuego y largo como el viento.
Pasa sin reparar en nadie, por el medio de la pista; por más casualidad que otra cosa mira para detrás y se choca con nosotros, el tiempo suficiente para que nuestras miradas conecten y sienta algo que nunca he sentido. Es como si mi corazón hubiera empezado a latir de nuevo, a pesar de que nunca antes se hubiera parado.
— Moza, mira por dónde vas o te daré una zurra – amenaza mi acompañante
La chica se asusta y se va, sin contestarla; intento seguir bailando pero no puedo. Quiero saber más de ella y dejo a mi pareja sola en medio de la pista; espero no tener que arrepentirme más adelante. Corro tras de ella, pero cuando salgo por la puerta que ella ha salido, solo veo la playa y ni rastro de ella.
Vuelvo a buscar a la pareja que deje en medio de la pista, pero ya no está; se marcho.
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La anfibia
Короткий рассказEn la época de la industria, un hombre de treinta años busca desesperadamente el amor y no lo encuentra por ninguna parte. Trabaja duro doce horas diarias, pero va a todas las fiestas de sociedad que se hacen los sábados; con el objetivo de encontra...