♢Once♢

6.9K 432 14
                                    


Aun no podía respirar. Estaba completamente nerviosa, y Jos me agarraba fuertemente por la cintura como si no me quisiera dejar ir, o para impedir que de alguna forma, escapara de su agarre. Pero sabía muy bien, que eso no sucedería.

Solo asentí en silencio mirando sus labios ligeramente abiertos. ¿Quién podría decir alguna palabra teniéndolo a él frente a ti? Nadie.

Así que torpemente me moví contra él. Estaba siendo patética, pero con su presencia y su anatomía tan cerca de mi, era imposible pensar con claridad y moverme al ritmo de la música.

-No tengas miedo -susurro en mi oído, enviándome un escalofrío por mi espalda.

Negue, poniendo mis manos en sus hombros para mostrarle confianza, al mismo momento, mis movimientos se hicieron más rápidos y coordinados.

-Eso es.

Lo miré, moviéndose contra mí, con una sorprendente facilidad.

-No tengas miedo, ahora, bajaré suavemente mi mano por tu espalda -advirtió, haciéndolo.

Su mano recorrió suave mi espalda, dándome un pequeño temblor, pero no me aleje. Aquel tacto me gustaba. Él sonrió en respuesta, bajando un poco más, acariciando mi baja espalda junto al compás de la melodía.

-¿Estás bien? -preguntó, deteniéndose.

-Si -contesté en un suspiro-. Sigue -pedí.

Otra vez sonrió y sentí su mano derecha posarse contra mi trasero. Inhale fuertemente, cerrando los ojos, acostumbrándome a su tacto.

-Tranquila -murmuro-. Lo haré lentamente, dime cuando quieras que me detenga.

Sin abrir mis ojos, asentí, suspirando en el momento senti su otra mano. Ambas jugaban acariciando mi trasero continuamente, sin detenerse, pero aun así, con una extrema delicadeza.

-Un gran avance, ¿no? -abrí mis ojos para mirarlo y sonreí. No me había apartado de él aun. Siendo que había traspasado las barreras.

Pero su toque me trasmitía confianza. Y de alguna forma u otra, sabía que él no me haria daño.

Cuando sus manos cambiaron la intensión de toque, y sentí que iba a explotar, él subió sus manos hacia mi espalda. Acariciando esta, acercándome aun más hacia él.

-Iremos lento. Tranquila -susurro. Suspiré poniendo mi cabeza contra su hombro- ¿Estas bien?

-Si, estoy bien. Solo, me gustaría parar un poco - el asintió, tomando mi mano, sacándome una vez más de la pista de baile.

La presión al sentir sus manos desviarse de su camino, me hizo asustar. Y ponerme completamente intranquila una vez más. Jos extendió un vaso de cerveza hacia mí.

-Gracias -agradecí, tomando el vaso, refrescando una vez más mi garganta con el amargo líquido amarillo.

-¿Cómo te sentiste?

-Bien.

-¿Te asustaste? -pregunto con cautela.

-Solo un poco. Menos que con Jake, mucho menos -respondí con sinceridad, porque así había sido- A propósito de Jake, pensé que pasaría con él la noche.

-Yo también -rió, dejando el vaso nuevamente contra la barra- pero ya sabes, Jake es una especie de gigoló y no creo que pudiera ir lento contigo, como se suponía que tendría que hacerlo. Y al ver tu reacción, supe que no fue la mejor idea.

-Lo fue -dije después tomar el último sorvo de cerveza-pero no me sentí con confianza, a él ni siquiera lo conozco. Y sé que no es un mal chico. Pero jamás podría entender mi problema.

-Ahora lo sé -dijo divertido-. Cambiando de tema, Sara me dijo que había localizado a tu antiguo psicólogo. Que seria bueno que le fueras a ver.

-¿Para qué? Le dije a Sara que estaba contigo... en tu consulta.

-No es lo mismo -me interrumpió- yo estoy especializado en sexo, ellos en casos que afectan tu vida mental.

-¿Estas diciéndome loca?

-No, solo te estoy diciendo que no es lo mismo una cosa con la otra, yo no te puedo ayudar a tu problema con Frank, él si, yo no se quien es Frank, él si.

-Pero dijiste que me ayudaría con mi problema.

-Si y lo estoy haciendo. Pero necesito saber, quien es Frank y que fue lo que te hizo.

Un escalofrío de temor me recorrió y lo miré, él estaba serio. Y yo pude entender, si quería perder mi virginidad y vencer mis miedos, primero debía comenzar por vencer mi pasado, por muy doloroso que fuera.

La noche del club termino temprano, Jos decidió que fue suficiente, así que media hora después, nos estabamos despidiendo. Sara me dejo en casa para luego irse a la suya y pasar tiempo con Charlie, las cosas iban mejorando, así que esa fue una de las razones de porque no se enrrollo con nadie esta noche.

Además, acepte ir de visita con el psicólogo y probar vencer los miedos del pasado. Aunque fueran difícil, tenía que hacer cualquier cosa para terminar ya con mi problema.

-¡Hola! -Sara se acercó a mi, abrazándome efusivamente.

-Sara, ¿qué te he dicho sobre poner azúcar extra a tu café? -pregunte separándome de ella inmediatamente. Odiaba cualquier tipo de abrazo, desde que era pequeña. Y más si eran tan efusivos como los que Sara acostrumbraba a darme.

Ella rodó los ojos, poniendo sus manos en las caderas. -Hoy no tome café, y solo, sentí la necesidad de abrazarte, ¿sabes que no sera buena la consulta con el psicólogo, no?

-Nop -dije, explotando la frase en la "p"- no me has dicho nada, y ni siquiera se la razón por la que iré... Y si no sera buena ¿por qué vamos?

-Porque él dijo que esto alguna vez pasaría y lo mejor que podiamos hacer, era visitarlo de nuevo.

-Bueno, esta bien, aunque ni siquiera sé su nombre...

-Ben, Doctor Ben Collins.

Había escuchado su nombre alguna vez (obviamente), pero no lo recordaba. ¿Qué había pasado hace diez años? No podía recordar absolutamente nada y eso era frustrante. Sara sonrió saliendo de la casa. Así que la seguí, montandome al auto sin decir nada.

-¿Quieres que entre contigo?

La miré, y asentí, claro que la quería allí, conmigo. -Si es algo tan terrible como dijiste, lo mejor sería tener tu apoyo allí dentro.

-Siempre lo tendras -dijo, ahora sonriendo ampliamente.

La clínica era mucho más grande que la del sexólogo. Las puertas de vidrio dejaban ver una amplia sala de espera. Los muebles era blancos, casi todos y en cada esquina, había un pequeño árbol. Un escalofrío recorrio mi espalda al recordar cuantas veces mis pies había pisado aquel suelo.

-¿Puedo ayudarlas? -preguntó con una sonrisa la rubia secretaria. Quien al verme abrió los ojos impresionada, solo sonreí de lado, mirando a Sara.

Ella se adelantó, dándome una sonrisa de confianza. -Tenemos una cita, con el Doctor Ben.

-______ ¿no? -mis ojos se abrieron inmediatamente al escuchar mi nombre salir de sus labios. ¿Ella me conocía?

-Si, soy yo -contesté, pensando quizá que ella había leído mi nombre en la ficha de citas y había intuido que era yo la siguiente.

-Vaya, cuanto tiempo, ¿me recuerdas? -preguntó, sonriéndome dulcemente.

¿Debía hacerlo?

-No, lo lamento, no tengo idea de quien es usted.

-Oh, cariño -contesto, apenada.- el Doctor esta esperando por ti, pasen -dijo, cambiando inmediatamente de tema. Al parecer, le había dolido que yo no la reconociera, pero no podía hacer nada al respecto.

Así que me giré, dándole la espalda, girando el pomo de la puerta y entrando a la oficina. Esto era difícil y podría cambiar mi vida, pero aún así, no estaba tan nerviosa como mi primera consulta con Jos.

Virgen A Los 25 |  TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora