Un año antes
EL JOVEN en el video parecía estar muy incómodo. Tenía pelo castaño, en parte de bote, pómulos altos y anchos y penetrantes ojos azules. Su voz era un poco áspera; no era barítono, más bien un tenor atiplado. Pero las chicas le decían que era atractivo y su sonrisa era entre tímida y provocativa. Aunque sabía que su mentón estaba un poco blando por las redondeces de su figura, acudía al gimnasio y pensaba que cada vez sus formas eran más definidas, incluso en la cara.
Hablaba con alguien situado fuera de cuadro, y aquella áspera y aflautada voz de tenor chilló de sorpresa.
― ¿Que me quite la camisa? ¿Ahora?
―Bueno, sí ―dijo la voz del hombre que no se veía―. Tendrás que desnudarte si quieres hacer esto.
El joven se sonrojó.
―No sabía que hoy íbamos a hacer, ya sabes, un desnudo integral. Pero no pasa nada.
Con movimientos que era una mezcla de seguridad y torpeza, se quitó la holgada camiseta de béisbol que llevaba y allí se quedó aquel veinteañero en edad de estar en la universidad, con bermudas y Vans. Era de constitución atlética, porque le iba más el béisbol que el fútbol, y tenía esa sonrisa torcida que los deportistas adquieren cuando se sienten orgullosos de serlo. Estaban al aire libre y debía de hacer un poco de frío porque sus pezones se pusieron puntiagudos y fruncidos casi inmediatamente, como la piel de su no muy blando estómago.
― ¿Quieres que me quite todo? ―preguntó el joven.
La voz al otro lado de la cámara se rio amablemente.
―No hace falta todavía. Muy bien, Lou, háblanos de ti.
Aquella afectada sonrisa de deportista apareció, mostrando dos líneas alargadas en sus redondeadas mejillas, justo al lado de las líneas de expresión de su boca. Las chicas se debían de haber estado enamorando de esa sonrisa durante años.
―Vale, bueno, soy Lou. ―Ni siquiera un titubeo con el nombre falso, aunque todos los que conocían la industria sabían que lo era―. Estoy aquí para hacer una audición para Johnnies, porque ―dijo fanfarroneando un poco― pagáis de puta madre y estoy intentando sacarme un título de ingeniero, ¡y ahorrar para una casa!
Se oyó aquella amable risa otra vez.
―Me alegro de que te paguemos bien. Entonces, ¿tienes alguna experiencia en la industria de películas para adultos?
Sonrojo.
―No. No. En realidad, no.
― ¿Y con el sexo?
―Bueno, mi novia y yo, lo hemos estado haciendo. A ella parece que le gusta lo que tengo. ―Hubo un insinuante y adolescente movimiento de la entrepierna porque, bueno, eso parecía que era lo que tenía que hacer.
―Bien, con tu novia. ¿Y con chicos?
Lou se sonrojó y entonces pareció darse cuenta de que aquello sería clave.