LOS DOS jóvenes de la cama parecían relajados y cómodos estando juntos mientras contestaban las preguntas del cámara.
La cama en sí era anodina: unas sábanas beis, una colcha beis y, encima, una manta desgastada de color caqui. Nadie se iba a meter en la cama, ¿verdad? Las paredes eran blancas; los muebles, baratos pero robustos, y había un gran espejo en una de las paredes al lado de una cómoda que parecía que aguantaría el peso de un hombre.
―Entonces... ―dijo el hombre detrás de la cámara―. Lou, Dex. Habéis estado hablando, ¿verdad?
El que tenía el pelo corto castaño y los dientes delanteros un poco torcidos, mostró su sonrisa y mascó ruidosamente el chicle que tenía en la boca.
―Sí, Dex me ha estado enseñando lo que hay que hacer, ¿verdad, Dex?
El otro, el que tenía el pelo más largo, de un rubio oscuro, y una autoritaria confianza en sí mismo, se encogió de hombros.
―Desde luego. Supongo que si aún no le hemos asustado es que estará en esto durante mucho tiempo.
Se oyó una suave risa.
―Entonces, ¿has visto alguna cosa alarmante, Lou?
Lou sonrió.
―Sólo la polla de Ethan. ¡La enseña muy a menudo!
Dex ahogó un grito y sofocó la risa con el brazo que tenía extendido; la voz en la cámara se unió a él.
― ¡Tienes razón! ¿Quieres comprobarlo alguna vez?
Lou se encogió de hombros, ligeramente sonrojado, como si estuviera entonces un poco avergonzado por su descaro.
―Quizás. Pero primero, ya sabes, Dex ha sido muy bueno conmigo. Estoy pensando que tendríamos que conocernos mejor.
―Buena idea ―dijo la voz.
Dex miró a Louis como si estuvieran a punto de hacer una carrera de bicicletas o jugar con un disco volador.
― ¿Estás preparado?
Hubo una súbita mirada sobria en el rostro de Lou, como si estuviera considerando seriamente una pregunta informal. Pero entonces, se sentó y se quitó la camiseta. La fina capa de grasa sobre sus músculos flexionados, que era propia de la época juvenil, indicaba que apenas había pasado de los veinte.
―Sí, eso creo ―dijo, y nada en su mirada directa a los ojos del otro chico o de los movimientos que realizó con facilidad para recostarse en la cama y empezar a frotarse el pecho, mostraba que tuviera ninguna duda al respecto.
―Entonces, haz lo que te haga sentir bien ―dijo Dex haciendo lo mismo.
Dex se retorció uno de los pezones, jadeó y gimió. Lou hizo lo mismo, y lo repitió. Los dos se metieron la otra mano dentro de los pantalones cortos que llevaban casi al mismo tiempo, pero fue el imparable gemido de Lou el que electrificó la acción en la pantalla.