EL JOVEN del video tenía unos veinticinco años y parecía un gigante, un leviatán, un dios griego. Tenía pelo oscuro y marcados rasgos italianos, con una sonrisa arrogante y candorosa que resultó encantadora desde su primera aparición tumbado en la cama, de manera informal, hablando con el hombre rubio, más menudo, con el que estaba a punto de tener sexo.
Se quitó la camiseta y los pantalones cortos, y de repente los dos aparecieron desnudos, con la piel depilada y los músculos del estómago tensos, con los pequeños pezones puntiagudos por la repetida succión y cada ligamento de sus cuerpos marcado por la intensidad de lo que estaban haciendo. Las venas en los antebrazos de Ethan sobresalían mientras subía las caderas del joven más pequeño y rubio, Cameron, hacia las suyas.
Su pene era tan largo como el de Louis, pero más grueso, y Cameron estaba gritando, aunque era de placer, cada vez que Ethan movía las caderas hacia delante.
Louis miraba el video con intensidad.
«Ése voy a ser yo. Ése voy a ser yo. Yo. Yo. Yo. Yo. ¡Yo!
» Mira ese ángulo, la manera en la que se abre él mismo para el plano. Mira cómo Cameron usa la mano más alejada de la cámara para tocarse y cómo Ethan le da con la polla en el vientre para mantener la erección mientras cambian de posición. Mira cómo está filmado ese primer plano. ¿Pueden hacer eso con la cámara o...?
» Oh, Dios, se va a correr.
» Y Ethan le está incitando, agarrándole la mano, subiéndole el culo...
» ¡Oh, Dios, se va a correr!
» Y parece que le encanta tener esa cosa grande en su cuerpo; su expresión es de puro éxtasis, puro gozo, puro orgasmo mientras...
» ¡Sujétate la polla, idiota, vas a... correrte!».
Louis se metió la mano en los vaqueros y se apretó una vez, dos veces, una tercera, y eyaculó silenciosamente en la ropa interior. Permaneció sentado delante del ordenador durante un momento, temblando, rezando porque Mercy no se hubiera despertado y le hubiera oído, hasta que el espasmo final estremeció su cuerpo. Cuando se detuvo, se limpió la mano en la parte de dentro de los pantalones, quitó el video de la pantalla y cerró el portátil. Se puso en pie sin hacer ruido con la intención de dejar los vaqueros para lavar y darse una ducha breve; decidió que se encargaría de la prenda él mismo a primera hora de la mañana y así evitaría que Mercy la viera.
Con mucho cuidado, procuró no pensar en nada; ni en los dos dioses de la pantalla del ordenador, ni en la atracción física que sentía al verlos, ni en el esfuerzo para ocultar la masturbación a los ojos de su novia. En nada.
Ni siquiera en la manera en la que sus testículos estaban todavía doloridos por el orgasmo.
JOHN LE llamó el día después para fijar una fecha en la semana siguiente para filmar. Era raro, pero antes de que a Louis le dijeran que se abstuviera de eyacular, nunca había realmente apreciado la frecuencia con la que Mercy y él no tenían sexo. ¿Tres días? Tres días no era nada. Mercy trabajó horas extras durante dos de ellos, y el tercero, Louis hizo ejercicio una hora más y acabó exhausto. Al verse en la grabación, se había dado cuenta de la grasita acumulada en el estómago y la barbilla; estaba decidido a que eso cambiara. Mercy se quedó un poco decepcionada, pero él le dio un masaje en los pies y eso pareció ser suficiente. Se fue a dormir como si al día siguiente no fuera especial.