Constanza trató de terminar lo más rápido posible su famoso y engorroso informe. De seguro Rodolfo ya se había aburrido de esperarla, y de seguro también estaría enfadadísimo con ella. ¡Que bochorno! Apenas lo venía conociendo, y al primer favor ella lo decepcionaba. Al menos eso pensaba ella, y lo menos que Rodolfo se merecía era una buena disculpa.
De vez en cuando hacia una pausa en su tarea y le echaba un ojo a su alrededor. De a poco la gente comenzaba a retirarse del lugar, de seguro era la hora de la once y Constanza ya no podía confiar en la hora de su malogrado reloj. Hacía rato que marcaba las cuatro cuarenta y siete.
Sin embargo, parecía que el tiempo no transcurría muy rápido en aquel lugar. Esa tarde fue sin duda la tarde más larga que Constanza había tenido en toda su vida, o que al menos ella recordaba. Un poco cansada, miró nuevamente a su alrededor. Por un momento creyó ver a las mismas dos pequeñas niñas que le habían estado observando en el cementerio cuando cayó dentro de la laguna, jugueteando por ahí cerca; y al igual que la primera vez, desaparecieron repentinamente. -Juegos de niños- pensó para sí.
La tarde siguió su lento camino y de pronto una helada brisa comenzó a soplar entre medio de los árboles del parque, levantando las escasas hojas que yacían desparramadas en el suelo. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Constanza, y al mirar hacia la bóveda subterránea, divisó a un extraño hombre que la observaba detenidamente. Como aún había gente en el parque y no estaba sola, no le dio importancia. Pero al volver a mirar nuevamente el misterioso hombre ya no se encontraba ahí, y eso la dejó un poco preocupada. Algo había en ese hombre que no le gustaba para nada, su mirada era fría y amenazante, y decidió seguir rápido con el informe para así poder pensar en otra cosa; y al mismo tiempo, no quedar sola en el lugar y encontrarse nuevamente con aquel oscuro sujeto.
Pero lo que la joven ni siquiera suponía, era que aquel hombre se acercaba sigilosamente hacia ella, escondido tras los matorrales que abundaban en el lugar. Y en su mirada retorcida, se notaba que no era con buenas intenciones. Escondido entre los matorrales esperaba atentamente a que Constanza estuviera sola en la plazoleta. La fría brisa seguía soplando en el lugar como si lo estuviera delatando a viva voz, y llegado el momento decidió salir de su escondite y atacar a la solitaria muchacha. Pero en el último segundo su malévola mirada cambió de expresión y retrocedió para perderse nuevamente entre las moras y los matorrales. La llegada de Osvaldo al lugar había influido radicalmente en su decisión.
-¡Vaya! ¡Veo que aún está aquí señorita Pinto!- exclamó el policía.
-¡Así es sargento Ferro!- le contestó Constanza, feliz de haberse encontrado nuevamente con el hombre de sus sueños -Pero ya terminé con esta estupidez.
-¡Ya veo!- respondió -¡Pero por favor! ¡No me diga sargento, dígame Osvaldo solamente!
-Bien...Osvaldo. Entonces no me trates de usted y llámame Constanza.
-Está bien...Constanza- le contestó Osvaldo sonriéndole. -¿Y ahora que ya terminó con sus deberes qué hará?
-Bueno, tengo que entregárselo a esa vieja lunática, y luego ver cómo vuelvo a casa.
-Ya veo. Pero si quiere...- Constanza lo miró de reojo- Perdón. Si...quieres...puedo acompañarte a dejar el trabajo y después yo puedo llevarte hasta tu casa.
-¡Claro!- exclamó emocionada -Eehh...claro. ¡Porqué no!- agregó para disimular su alegría ante la posibilidad de pasar un buen rato con aquel encantador joven que parecía salido de un sueño, con su elegante y clásica forma de vestir, a lo más Indiana Jones con una chaqueta de cuero y pantalones de tela, la típica tenida de los detectives de los años cuarenta, y que a pesar de estar algo pasado de moda, resaltaban aún más sus preciosos ojos color miel.
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Memorias de un Sueño
Mystery / ThrillerConstanza parte de vacaciones a la casa de sus tíos cerca del pueblito de Villarabia, para escapar de los problemas que aquejan a su familia. Pero un pequeño accidente la lleva hasta un mundo alternativo, en donde conoce al hombre de sus sueños. ¿H...