VI Una duda que carcome

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Pasaron algunos días después del extraño incidente y Constanza ya casi había olvidado lo sucedido. Ahora su vida había tomado un tinte campesino que le ayudaba a calmar su mente. Todas las mañanas se levantaba temprano a soltar las gallinas y recolectar los huevos que se encontraban en los sucios nidos. Luego salía a cabalgar en la hermosa yegua negra que su tío Ramón había comprado hace poco, para que sus sobrinos pudieran entretenerse cada vez que vinieran a visitarlos. Tampoco era de extrañarse en esos días, el hecho de que casi todas las tardes Rodolfo Delrío se quedara a tomar once en la casa de los Pinto, luego de terminar su trabajo en las tierras de su padre. Constanza y Rodolfo se habían hecho muy buenos amigos, y a los tíos de la muchacha no les molestaba para nada esta relación. Al contrario, sabían muy bien que Rodolfo era un buen partido para Constanza, además de que su compañía le hacía bien para superar sus problemas familiares; y Rodolfo estaba visiblemente muy interesado en la joven, ni tampoco escondía sus intenciones. Sólo Constanza le llevaba la contraria a todos. Sabía lo que Rodolfo sentía por ella, pero a pesar de que él era un chico muy atractivo y muy simpático, sólo podía verlo como a un buen amigo; puesto que su corazón se había quedado inevitablemente atrapado en el mundo de los sueños, aunque ella tratase de sacarlo de alguna manera de allí.

Ese día Rodolfo llegó más temprano que lo habitual a su cita de la tarde. El día estaba muy agradable y tenía que ir a visitar otras propiedades de su padre al otro lado del valle, así que esta vez venía a invitar a Constanza para acompañarlo, y de paso aprovechara de conocer el resto del valle. Constanza aceptó encantada. Ya la misma rutina de siempre le estaba aburriendo, y después de mucho pensarlo decidió olvidarse definitivamente del hombre que había conocido en sus sueños y poner los pies sobre la tierra. Y para eso, Rodolfo era el más adecuado para lograrlo.

Ambos salieron de la propiedad de los Pinto por el mismo camino de siempre. Pero un par de metros más adelante, giraron por una nueva vía cuyo pavimento se notaba bastante antiguo y muy usado. Mientras Rodolfo le enseñaba cada lugar desde la ventana de su jeep, Constanza comenzó a tener la extraña sensación de ya haber visto aquel paisaje antes, sin recordar dónde ni cuándo. El lugar era un campo común y corriente como cualquiera del valle, pero el fenómeno "dejà-vu" se hizo más notorio cuando llegaron a una nueva intersección de caminos, tomando el de la derecha. El vehículo fue avanzando con su marcha lenta, haciendo el quite a uno que otro bache en el camino. Luego de un par de kilómetros más adelante, una imagen dejó a la joven con la vista fija pegada a través de la ventana: Constanza no se podía explicar a si misma cómo podía estar viendo la misma primera casa que había visto en su extraño sueño. Al verla tan pasmada, Rodolfo le preguntó qué sucedía.

-¡Esa casa! ¿De quién es?- exclamó.

-¿Esa?- preguntó el muchacho mirando a través de la ventana -¿Te gusta? Es muy bonita.

-Sí... Es... ¡No sé cómo explicarlo!

-¿Muy moderna para este lugar? Aunque no lo creas es más vieja de lo que parece.

-Esa es... ¿La casa de los patrones?- preguntó asustada.

-¿Cómo lo supiste?

-Bueno... Eso es lógico ¿No?- exclamó la muchacha señalando la casa.

-¡Sí!- respondió Rodolfo -Si quieres a la vuelta pasamos para que la conozcas.

-¿Se... puede?

-¡Claro!

-Pero... ¿Los patrones no se enojarán?

-¡Claro que no!- exclamó sonriendo -¡A papá le encanta que lleve amigos a la casa!

Memorias de un SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora