Nubes de Tormenta

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                                                                                                 ❈

El atrio del ministerio de magia británico jamás se había sentido tan mágico. Era nochevieja, la expectativa y la emoción se notaban obvias en cada carcajada, mirada y movimiento de los invitados; como si el año entrante aguardara una mejor pareja, un ascenso o una mejor vida. Todo eso a Harry alguna vez le pareció lógico. Por años esperó con ansias el año nuevo, compartiendo con sus acompañantes la creencia de que lo que más han deseado se cumpliría al ver los fuegos artificiales. Sin embargo, en ese preciso momento, no veía más que cinismo a su alrededor.

No recordaba cuantas copas de champaña había tomado, pero a juzgar por la mirada que Hermione le ofrecía discretamente, habían sido ya bastantes. Harry se encontraba solo en una mesa al fondo del atrio. Observaba como brujas llevaban a la pista del baile a sus parejas y como magos importantes perdían la compostura al comentar algo cómico. Le habría gustado sonreír y fingir que nada importaba. Pero para ser honesto, prefería estar en su departamento aunque lo único que lo rodeara fuera el vacío que las cosas de Draco habían dejado.

Suspiró cansinamente cuando sus pensamientos regresaron a piedra de su existencia: Draco Malfoy.

Su relación con Draco fue breve, pero intensa. Durante un tiempo Harry dudó si una relación amorosa siquiera era posible entre ellos dos; sin embargo, conforme pasaron tiempo juntos la duda cambió a cómo era posible que hubiesen perdido tanto tiempo peleando en una rivalidad infantil, cuando podrían haber estado juntos desde tiempo atrás. Harry había vivido lo más feliz de su vida con Draco: no se había reído tanto ni se había sentido invencible y afortunado como a su lado. Al final, desgraciadamente, pareciera que para Draco nada de eso fue suficiente. Tal vez la presión social de salir con Harry fue demasiada. Como fuere, a Harry le dolía.

En ese momento, viendo a tanta gente reír y divertirse, se preguntó dónde estaría Draco. Qué estaría haciendo. Se preguntó por milésima vez si habría sido tan difícil para Draco volver a la antigua rutina de soltero como lo fue para él. Apretó la copa de champaña con fuerza. Todo en la situación de ambos era injusto.

Ya no estaban juntos. Terminaron unos meses antes, entre gritos frustrados y lágrimas tragadas. Bueno, en realidad, Draco había terminado con Harry. Aun así seguía pensando en él. Juntos habían formado la tormenta perfecta. Eran el caos perfecto que la sociedad mágica necesitaba. Quién sabe si en algún momento habrían podido ir más lejos: hacerlo oficial o formar una familia.

Ya no importaba, al fin y al cabo, Harry jamás lo sabría.

Tomó un sorbo de champaña para pasarse la amargura que le sabía en la garganta. Odiaba un poco a Hermione en ese momento. Ella le había insistido que se pusiera esa túnica elegante y le acompañara a la fiesta anual de año nuevo que daba el ministerio de magia para sus empleados y parejas. No existía momento como aquel, para que el carácter fuerte y lógico de Hermione le desagradara.

Si estuviera en casa, se imaginaría que Draco aun llenaba el apartamento con sus pasos apresurados. Imaginaría oler sus intentos fallidos al cocinar, escucharía sus palabrotas cada que quemaba algo. A pesar de estar rodeado de magia y luces y voces, no podía evitar que sus pensamientos y añoranzas siempre terminaran en Draco.

El monstruo en su estómago rugió enojado al aceptar que, tal vez, la razón por la que Draco no luchó más por ellos no se traba de Harry, sino de Draco mismo. Le gustaría negarlo, ¿No habían hablado del pasado las suficientes veces como para que a Draco le quedara claro que eso a Harry no le importaba? Harry tuvo su parte de la guerra, vivió, luchó, perdió. ¿No merecían ambos encontrar un poco de felicidad?

Suponía que era masoquista. Sabía perfectamente que pensar en Draco le hacía daño y aun así... tenía sus razones. Draco era alguien especial. Tenía un lugar privilegiado en los pensamientos, corazón y vida de Harry. Pudieron llegar a ser duraderos, hacer algo duradero. Pero en vez de eso, Harry estaba en una fiesta que preferiría abandonar y Draco estaba... en algún lugar. No con Harry, eso seguro.

— ¿Harry? —murmuró alguien a sus espaldas —, ¿Estas bien?

La repentina aparición de Hermione lo sacó de sus deprimentes pensamientos. Estaba hermosa; de hecho, era una de las mejores vestidas de toda la fiesta. El hecho de ella era su mejor amiga, no la protegió de la cortante respuesta de Harry.

— ¿Qué si estoy bien? —le espetó —. Vamos, Hermione. Incluso tú sabes que eso es algo estúpido de preguntar.

No la miró a los ojos, sino que los mantuvo en su copa. Sabía que hablarle de esa forma Hermione no era correcto, pero no iba a retractarse.

El rostro de Hermione se contorsionó en uno de simpatía. Se sentó al lado de Harry y le habló con dulzura. Por su parte, Harry le rodó los ojos.

—Yo... —dijo dudosa. Se relamió el labio mientras pensaba en las mejores palabras para ese momento —. Lo siento. Sé que no querías venir pero no se me hace sano que le des vuelta a lo que podría haber sido con Malfoy. Simplemente... no pudo ser, Harry.

Eran demasiado diferentes. Hermione no lo dijo, pero Harry podía escucharlo. Eran demasiado diferentes. Y ahí radicaba el problema. Pareciera que todos en la sociedad mágica lo sabían y lo pensaban. Por ello, Draco llegó a creerlo. Harry nunca lo hizo.

Harry se levantó abruptamente de la mesa y se alejó de Hermione. No quería hablar de ello, especialmente con ella.

Era injusto; tan malditamente injusto que en el momento donde tenía la oportunidad de poseer algo lindo y suyo en su vida, se lo quitaban unos susurros. Unos susurros estúpidos hechos a sus espaldas con la intención de crear incertidumbre en su relación. Con rencor, Harry debía admitir que habían ganado.

Quien sea que había comenzado, había ganado. Había destruido una tormenta perfecta.

Nubes de Tormenta (Drarry fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora