Capítulo ocho

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Maya


Mi mente revive la noche anterior y recuerdo la pelea, recuerdo venir y encontrarlo de un modo realmente malo, el shock de verlo al borde de las lágrimas, el sentimiento de horror e impotencia mientras se venía abajo y sollozaba, la primera vez desde el día en que papá se marchó. Verlo así me regresa a través de los años, de vuelta a cuando papá llegó un día a casa para la 'despedida especial' antes de coger el vuelo que lo llevaría a él y su nueva esposa al otro lado del mundo. Hubo regalos, y fotos de la nueva casa con piscina, y promesas de vacaciones escolares con él, asegurándonos que volvería con regularidad. Los demás naturalmente habían comprado toda la charada (todavía eran jóvenes), pero de alguna manera Lochan y yo sentimos que no veríamos a nuestro padre otra vez, nunca. Y no pasó mucho tiempo antes de que nos dieran la razón.Abro mis ojos yme encuentro mirando un techo desconocido. Mi cabeza se siente confusa con elsueño, y no es hasta que me encuentro parpadeando hacia una mesa cargada delibros de texto de nivel A, una silla cubierta de camisas desechadas y pantalones,que me acuerdo de dónde estoy. Hay un olor característico también, nodesagradable, pero sin lugar a dudas de Lochan. Un peso ligero en mi pecho me impulsa a mirarhacia abajo, y al comienzo veo un brazo colgando de mi caja torácica, uñasmordidas, un gran reloj digital negro asegurado alrededor de la muñeca. Lochanestá profundamente dormido a mi lado, tendido boca abajo, pegado a la pared,con el brazo cubriéndome.

Mi mente revive la noche anterior y recuerdo la pelea, recuerdo venir y encontrarlo de un modo realmente malo, el shock de verlo al borde de las lágrimas, el sentimiento de horror e impotencia mientras se venía abajo y sollozaba, la primera vez desde el día en que papá se marchó. Verlo así me regresa a través de los años, de vuelta a cuando papá llegó un día a casa para la 'despedida especial' antes de coger el vuelo que lo llevaría a él y su nueva esposa al otro lado del mundo. Hubo regalos, y fotos de la nueva casa con piscina, y promesas de vacaciones escolares con él, asegurándonos que volvería con regularidad. Los demás naturalmente habían comprado toda la charada (todavía eran jóvenes), pero de alguna manera Lochan y yo sentimos que no veríamos a nuestro padre otra vez, nunca. Y no pasó mucho tiempo antes de que nos dieran la razón.

Las llamadas telefónicas semanales se convirtieron en mensuales, sólo en ocasiones especiales, luego se detuvieron por completo. Cuando mamá nos dijo que su esposa había dado a luz, sabíamos que sólo era cuestión de tiempo antes de incluso los regalos de cumpleaños cesaran. Y cesaron. Todo cesó. Incluso la manutención infantil de mamá.

Las llamadas telefónicas semanales se convirtieron en mensuales, sólo en ocasiones especiales, luego se detuvieron por completo. Cuando mamá nos dijo que su esposa había dado a luz, sabíamos que sólo era cuestión de tiempo antes de incluso los regalos de cumpleaños cesaran. Y cesaron. Todo cesó. Incluso la manutención infantil de mamá.

Los dos mayoreslo esperábamos, simplemente nunca supusimos que nos borraría a todos de su vidatan rápido. Recuerdo claramente el momento después de la despedida final,después que la puerta principal se cerrara y el sonido del coche de mi padre sedesvanecía en la calle. Acurrucada contra la almohada con mi nuevo perro depeluche y la imagen de la casa que sabía que nunca iba a llegar a visitar, mesobrevino de repente una enorme oleada de rabia y odio para un padre que unavez había clamado que me amaba tanto. Pero para mi sorpresa y disgusto, Lochanparecía estar de acuerdo con todo, regocijándose con los otros en la idea deque todos volaríamos a Australia muy pronto. En realidad, pensé que eraestúpido. Puse mala cara y lo ignoré todo el día mientras que él se obligaba así mismo a creer en su farsa. Sólo más tarde esa noche, una vez que creyó queyo estaba dormida, rompió a llorar, sollozando suavemente en su almohada en lalitera sobre mí. Había estado inconsolable entonces, también, luchando contramí cuando había intentado darle unabrazo antes de finalmente ceder, dejando que me acurrucara bajo el edredón yllorara con él. Nos prometimos el uno al otro, entonces, que cuando creciéramosnos mantendríamos siempre juntos. Finalmente, agotados después de haberllorado, nos habíamos quedado dormidos. Y ahora aquí estamos, cinco años después. Tanto ha cambiado, y aun así tan poco.

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