Capítulo 5

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Ambos se sostuvieron la mirada por unos momentos más, el ambiente se había puesto notablemente pesado y todo a causa de la mala actitud que tenían estos dos enemigos mortales. La forma en la que se veían transmitía peligro y miedo, nadie tenía el valor suficiente como para entrometerse entre ellos y detener, lo que parecía ser, la pelea mortal de miradas por el premio al que tenía razón. Con una mueca, Skips palmeó con tanta fuerza sus manos que aterró a todos los que no lo estaban viendo, Rigby y Chad dejaron su furia hacia un lado y se concentraron en el sonido que había proferido el jardinero.
—¿Ya han terminado? Tenemos una obra que hacer, lo cual es más importante que cualquier pelea de niños que pudiesen tener ustedes dos.— ambos chicos se callaron, aún tenían mal humor por lo recién acontecido pero intentaron ignorarlo a medida que ensayaban. 
A pesar de lo bien que se sentía bailar con Mordecai, besarlo unos instantes, socializar con los demás, a Rigby se le hacía imposible poder disfrutarlo plenamente. Chad era la traba que lo agobiaba, el ente malvado que amenazaba con destruir lo poco que tenía a su alcance ¿Cómo luchar contra él? ¿Existía alguna forma de sacarlo de su mente y vida? Debía tranquilizarse, ni siquiera estaba seguro de que fuera completamente malvado, solo habían discutido y había tratado de arrebatarle a Mordecai. Debía quitar esos pensamientos negativos o podrían arruinarle el día.
—¡Hey, Rigby!— llamó Benson, había notado que éste se había quedado congelado en el momento de su línea  ¿había vuelto a ser el mismo de siempre? Si era así entonces no lo necesitaba, podía ser reemplazado por Chad e incluso…
— “¿Quién, el que pasa ahora el dintel de la puerta?”— recitó con rapidez saliendo de su ensoñación no tan placentera, quería darse una golpiza él mismo por haberse distraído—¿Puedo preguntar por qué los diálogos son tan complicados? ¿Es necesario que tengamos que decirlo tal cual? Es demasiado como para que salga fluidamente…
—Le estaríamos quitando autenticidad a la obra, si Shakespeare estuviera vivo te lanzaría una de sus obras a la cabeza por tamaña desconsideración— dijo Benson con evidente molestia, mientras agitaba una de sus manos al costado de la cabeza. Sus largos dedos se movían de una manera extraña, como una araña que se eleva hacia su cabello rojo con una danza mortal.—Descansemos por hoy ¿de acuerdo?, los veré mañana aquí para seguir con los ensayos.
El chico de ojos dorados se dirigió hacía una de los bancos, tomó la botella de agua que tenía guardada en un pequeño bolso de color café. Estaba agotado, todo lo que tuvo que hacer (incluida la pequeña discusión) lo había dejado sin fuerzas para nada. Lo primero que haría sería, sin duda alguna, caminar despacio hacía casa para poder dormir una merecida siesta.
—Hey, Rigby— otro llamado, ¿Qué había hecho ahora? Al voltear vio con grata sorpresa que la persona que lo llamaba, con la más hermosa de las sonrisas, era Mordecai.
—Hola— saludó con una pequeña sonrisa tímida, apretó con fuerza y disimulo la correa del bolso que tenía puesto. De repente se había puesto nervioso, apretó sus labios y empezó a mirar hacia el suelo, otra vez sentía esa extraña fuerza que lo jalaba hacia abajo.
—Te ves cansado, ¿quieres ir por un café?— de repente levantó la mirada, unos segundos después se sintió tan avergonzado porque su reacción había sido inmediata. Seguro había notado la felicidad en su rostro, el cual se había convertido en una paleta de tonalidades rojas.
—Me encantaría…
Ambos salieron de aquel salón con una sonrisa. El camino hacia el lugar que había recomendado el peliazul se le hizo bastante divertido, podía hablarle con confianza a pesar de que a veces temía decir algo estúpido que pudiese hacerlo quedar mal.
Le agradaba, le gustaba Mordecai. Le volvía loco su perfume de lilas y su sonrisa sin temor, la forma en la que sus labios se movían para hablar, su risa divertida, el movimiento de su cuerpo al caminar y contar una breve anécdota, la forma en la que su cabello se movía por la brisa… Sólo podía quedarse hipnotizado viéndolo cada segundo que pasaba, como si estuviese estudiando una obra de arte en una exhibición de un museo.
De una linda forma caballerosa, le abrió la puerta de la cafetería para que pudiese entrar e inclusive hizo una pequeña reverencia mientras decía “Julieta, my lady, pase por favor”, lo que condujo a varias risas entre los dos.
—Muchas gracias, “Romeo”.
Tal vez él era su Romeo, quizá estaban destinados a estar juntos, aunque la verdadera historia terminase de un modo muy dramático, trágico, y triste. Pero nada de eso iba a pasar con ellos; no, él se tenía fe. Sabía que si se lo proponía podría llegar a crear algo, ¿amor? ¿Una buena amistad? ¿Un noviazgo? Que extraño, nunca había estado en una relación, y anteriormente –aunque la idea le parecía tentadora- no deseó tomar la iniciativa en esa clase de cosas.
Se sentaron en una mesa que estaba demasiado en el centro del local, si estuviera solo jamás habría pasado por su mente la posibilidad de quedarse ahí, tal vez hubiese ido a una mesa más apartada. En una esquina oscura e ignorada para ser exactos.
Pero nada de eso era necesario con él, podía quedarse tranquilo. Una chica alta de cabellera roja y un cuerpo demasiado moldeado se les acercó.
—Bienvenidos, ¿Qué les ofrezco?
—Sólo dos cafés. — contestó el peliazul mirándola de reojo, sonrió de lado mientras ella se iba y luego volvió a mirar a Rigby. —Es bastante bonita…
—Sería más bonita si no estuviera esas cosas en el pecho, siento que son tan pesadas que si se descuida quedará encorvada por el resto de su vida. — ambos rieron y tuvieron que aguantar su risa cuando la misma chica volvió con sus pedidos.
—¡Maldición, Rigby! Ahora cada vez que la vea pensaré en eso; pobre, definitivamente eso le quitó atractivo…— el café resultó no ser tan malo; después de los chistes sobre si las pelirrojas eran tan inteligentes como las rubias, y espaldas torcidas como abuelas o el jorobado de notre dame, ambos decidieron que ya era tarde y lo mejor sería volver.
Cuando ya entraron al parque, decidieron que no irían a la casa directamente. Pasarían por el salón de ensayos para actuar algunas de las escenas de “Romeo y Julieta”.
—Ahora que no está Benson creo que tomarás mejor las indicaciones, tampoco estará Chad así que no tienes porque desconcentrarte…
—Odio a Chad— susurró el menor entre dientes, no era una persona agradable en lo absoluto y lo sacaba de sus casillas desde que lo había visto. No era normal, ni alguien bueno y/o amigable.
—¿Dijiste algo? — preguntó Mordecai mientras se quitaba su sudadera celeste y blanca, dejando al descubierto su camiseta de color negro con el nombre de una banda de rock.
—No, nada…
—Siempre te vez tan preocupado, tenso y nervioso… ¿Quieres que te ayude con eso?— Al verlo acercarse realmente no tenía idea de lo que iba a hacer, no pasó la posibilidad de que lo agarrase de la cintura, uniendo sus labios en un profundo beso. Estaba pasando, era mágico, irreal, e imposible. Pero estaba pasando e iba a aprovecharlo al máximo.

El mapache negro (Morby)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora