Hace diez años atrás
El haber aceptado la invitación de un viejo extraño se había convertido en un temor que me erizaba la piel, sin saber si en verdad conocía a mis padres o si por el contrario me estaba vacilando.
El sonido del café cayendo sobre la taza daba eco en aquella biblioteca. Las paredes marcaban grietas desde el inicio del techo y un olor a viejo se penetraba en todo el sitio dando una mala impresión. Era tan sólida, obscura, con el aspecto de un templo abandonado y por lo visto ese anciano residía ahí.
Mis piernas tambaleaban de adelante hacia atrás debido a la altura de aquella vieja silla, dos libros bastante gruesos me daban altura a la mesa.
Lo miraba detenidamente, no parecía ser un hombre malo después de todo. Su actitud era dulce y a la vez amarga, misma del sabor en el café que me regaló como agradecimiento.
- ten cuidado hijo, el café está algo caliente - arrastró dicha bebida en dirección a mí, le agradecí con una sonrisa y soplé mientras revolvía la espuma del capuchino.
Las ventanas empañadas reflejaban la claridad del exterior los muebles con cantidades de libros, mientras que una simple vela nos iluminaba a ambos, pues estábamos en un rincón donde la luz solar no llegaba con facilidad. El señor recargó sus codos en la mesa y me miró. Estaba intimidándome, demasiado.
El silencio era profundo e incómodo. No quería ser tan insistente, pero me sentía obligado en ser yo quien comenzara la conversación. Y eso fue lo que hice.
- ¿Ustedes eran de la guerra?
El anciano comenzaba a reír sin razón — no exactamente. Nuestro labor era proteger la ciudad de las fuerzas enemigas. Se dice que éramos de la guerra por nuestras vestimentas tan rudas y en los trabajos pesados que nos dejaba la humanidad. Y, aquí entre nos ¿as oído hablar de los poderes sobrenaturales?
Me quedé algo sorprendido al escuchar su pregunta. Sonaba demaciado incrédulo y fantasioso. Le negué evitando soltar una carcajada mientras que él me miraba con seriedad.
— Deberías, no creo que un pequeño niño como tú tenga pensamientos más maduros que el de un adulto.
— ¿Qué es entonces? — le pregunté notando esa expresión tan sincera y arrugada, e intenté tomar con más seriedad acerca de su tema.
— muchas personas poseen de distintos poderes, la mayor parte de mis subordinados tenían uno. Pero sólo el de tu padre era incontrolable.
No pude evitar pelar mis ojos y arquear las cejas, ¿él también tenía un poder? Mis manos comenzaban a temblar de forma extraña y mi respiración se entrecortaba.
— ¿mi.. mi padre?
El anciano percató mi reacción e intento proseguir con su relato.
— el único momento en el que pude apreciar de su fenomenal habilidad fue justamente el día de su fallecimiento. Habían montones de personas atacandonos sin razón y sólo fue él quien logró detenerlos. Comenzando con un extraño conjuro que en verdad había dejado impactado a todo mundo.
— ¿Y mi madre? ¿sabe algo sobre ella?
Él suspiró negando como respuesta y sorbo un trago de su café. — Era una mujer muy elegante. Extremadamente bella, de cabello pelirrojo y de ojos azules. La conocí gracias a que tú padre me la presentó, y posiblemente estaba embarazada de ti. Eiji me pedía que la cuidara bastante mientras él salía a trabajar, e incluso me lo imploró el día de su tragedia, justo a unos dos meses en el que habías nacido. Y no pudimos hacer nada para recuperarlo y desafortunadamente murió. Tu madre no soporto tanto la noticia que huyó sin rumbo junto contigo en sus brazos. Desde ese día no supe nada de ella, pero ahora al menos sé que ustedes dos están bien.
Fruncí el ceño confundido — ¿perdón?, pero creo que se equivocó en una cosa — el viejo imitó mi gesto — yo no vivo con mi madre. Es más, ni si quiera la conozco.
Tras unos segundos incómodos sin ningún habla el anciano maldijo su error confundiendose aún más de mi existencia — no puedo creerlo, entonces ¿quien te ha mantenido en todos estos años?
Tragué saliva, tenía suficiente con escuchar un poco sobre la vida de mis padres aunque no me quedará muy clara. Pero el tener que contar todos los problemas que sufría durante mi infancia era algo que en verdad no me sentía tan seguro en decir.
— mi hermana adoptiva, ella me encontró desde que era muy pequeño — le confesé sin tener que dar más detalles.
Tal vez aclaré un poco sobre mi caso, o tal vez el anciano me veía tan asustado al haberle respondido, pues justo después de eso no continuó con más preguntas y siguió con beber de su café..
Después de unas largas horas sin tocar a fondo algo relacionado con mi vida y la de mis padres. El anciano me explicaba sobre el origen de los grupos armados, me mostraba variedad de libros con leyendas de estas mismas. Pero lo que más me había llamado la atención era de que no todos usaban su poder para el bien.
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Dulce Suicidio | Soukoku (+18)
Fanfiction«descripción en proceso» - Novela Lemmon (yaoi) - se prohíben copias y adaptaciones - historia sin editar - créditos a la portada a su respectiva autora.