Capitulo 14: "Shake"

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Dos semanas después

— Olvidaba lo desagradable que es saber que no dependes de nadie.

El pelirrojo apreciaba con amargura la multitud de niños jugando en el pasto del parque. Éste se encontraba sentado en una banca donde un viejo árbol le ofrecía sombra, mientras su gran saco y su sombrero lograban camuflarlo y lo ocultaban de cualquier conocido del cuartel o a lo que más temía por encontrarse en ese momento, Dazai.

"Miren a ese señor"

"Será a caso un vagabundo"

"Mejor hay que alejarnos de él"

"Tal vez planea secuestrarnos"

Se murmuraban aquellos malcriados señalando de manera oculta y con temor a la silueta de Chuuya.

— Malditos niños — les dedicó con repugnancia en un susurro de odio.

Aunque ellos no tenían culpa alguna por su cruda situación, los seguía aborreciendo. Detestaba a los niños más que su vida; no por su libertad de ser felices, si no por pequeños recuerdos que le invadían su mente. Recuerdos que le dolían muchísimo.

Lo único que lo acompañaba durante esos torturantes minutos era un mechero y un cigarrillo gastado que al minuto lo remplazaba uno nuevo. Pensaba que no era buen momento para el alcohol, puesto a que lo estaba resguardando para la noche y así tener su "Velada perfecta" después de tantos años en los que dejaba de hacerlo a cambio de las lágrimas que le dedicaba a quien según no las merecía. "Ya era momento en que debería de superarlo y seguir adelante con mi vida de mafioso" le decía su conciencia.

El humo del cigarro lo relajaba y poco a poco le generaba sueño. Cerró sus ojos evitando aquel dolor de cabeza causado por el ruidoso exterior e inclinó su sombrero cubriendo la mitad de su semblante, hasta que un objeto ajeno se aproximó a su pierna interrumpiendo de su esperada y discreta siesta.

Era una pelota de la misma textura de una de béisbol. Rápidamente se agachó inspeccionando más de cerca sus detalles. La miraba como si fuera una cosa que nunca había visto en su vida. Segundos después apareció el dueño de dicho juguete.

— Disculpe — le miraba aquel niño que aparentaba tener diez años, tenía un aspecto humilde y amable y extrañamente sin temerle al pelirrojo — Lamento haberle causado molestias. ¿Me podría devolver mi pelota?

Chuuya admiró su amabilidad dedicándole una sonrisa demasiado sincera. Ese niño era bastante diferente a comparación de aquellos mocosos, e incluso le recordaba a él cuando tenía su edad. Le devolvió la pelota sin borrar su sonrisa y le sacudió el pelo como si fuera su hijo.

El pequeño le agradeció contento y se retiró de aquel sitio hacia donde se encontraba su compañero de juegos, otro chico del mismo tamaño cual también le agradeció a Chuuya desde lo lejos. Apreció el cómo convivían ambos. Y tal vez su concepto hacia los niños era incorrecto; "no todos son iguales"

— ¿Qué sientes? — preguntó una voz a su derecha de la banca. El pelirrojo desvaneció su sonrisa reconociéndolo al instante y mal pensó de aquella frase que mejor prefirió no responder. — Al ver a esos dos niños jugar, ¿no te recuerda a algo, Chuuya?

— ¿Qué haces aquí? — le dijo descarado.

— Aún no has respondido a mi pregunta. ¿Puedo sentarme?

Chuuya no tenía de otra y se arrinconó hasta la orilla de la banca. Con sus brazos y piernas cruzadas y pegando un gruñido de molestia.

Dazai tomó asiento a su lado e imitó su acción. Se arrinconó a la otra esquina e inclinó su cabeza en su mano, suspirando — Aún no comprendo cómo es que siempre escoges este sitio. Siempre terminas por quejarte de sus alrededores. 

Dulce Suicidio | Soukoku (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora