4. Abandonado, solo y triste

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En la mañana me desperté cuando mi mamá abrió la puerta de mi habitación cerca del mediodía. Tenía un ramo de rosas en la mano y todavía medio dormida, le sonreí.

- Te trajo flores. - Dije con ternura pensando que Javier había tenido un lindo gesto con ella.

- Creo que no son para mí, Emilita. - Me entregó una nota que decía: El misterio es contradicción. - ¿Un admirador secreto?

- No tengo idea quién es.

- ¿Ninguna pista?

- Escucha Soda Stereo, supongo.

- ¿Nacho?

- Nacho escucha Marama, mamá. - Ella se rió mientras levantaba del piso la ropa que había dejado tirada el día anterior.

- ¿Estás conociendo a alguien que pueda querer conquistarte?

- No, nadie. - Ella se rió porque no me creyó en lo más mínimo pero yo no estaba mintiendo. Driussi no contaba como conocer a alguien que pudiera querer conquistarme porque él tenía novia y era Ana.

- Bueno, señorita. ¿Queres ir al cine esta tarde?

(...)

Decidimos almorzar en el shopping, mientras mamá me contaba sobre su cita con Javier. Me dijo que le gustaba que fuera tan caballero y que él le había propuesto pasar los tres el fin de semana siguiente en su casa de Tigre. Casi me lo estaba consultando y realmente acepté encantada.
Más tarde entramos a algunos locales de ropa y cuando fue la hora de la película, nos fuimos al cine con los pochoclos en mano. Vimos la segunda de Buenos Vecinos y solo pude comentar la belleza imparable de Zac Efron y de Dave Franco. Cuando salimos, ya eran las 6 de la tarde y el lugar había empezado a poblarse de gente. Desde una de las mesas, escuché a una chica llamar a mi mamá. Lamentablemente tuve que caminar junto a ella hacia la mesa en la que se encontraban Ana y Sebastián, intentando disimular mi cara de pocos amigos.

- Hola, Euge, ¿como estás? - Dijo con una sonrisa exagerada. - Hola, Emilia.

- Hola. - Dije en general. Mi mamá respondió como si Ana fuese la chica más divina que pisó esta tierra, con su dulzura de siempre, cosa que me revolvía el estómago si iba dirigido a Ana De Biasi.

- Recién salimos del cine con Emi. - Contó ella ya que yo parecía no disimular mi malhumor. Sebastián se mantenía expectante a la situación y solo miraba a mi mamá con una sonrisa. - ¿Vos como estás, Ani? ¿Clarita bien?

- Sí, hermosa. Está en casa de los abuelos ahora.

- Me alegro mucho, nena. - Fue la primera sonrisa sincera que vi en Ana en aquel momento tan tenso para mí. Dejé de prestar atención a su charla y a lo lejos vi que un compañero de la facultad estaba saludandome. Levanté la mano en señal de saludo y Sebastián miró atento en esa dirección. Después un grupo de chicas se acercaron a pedirle a Driussi un par de fotos y éste asintió encantado.

Volví a prestar atención a la charla cuando Ana le preguntó a mi mamá si iba para casa. La respuesta era sí, entonces dijo:

- ¿Me harías el gran favor de llevarme hasta ahí? Tengo que buscar a Clari.

- No hay problema, Ani. Pasamos a dejarla a Emi en la casa de su amigo y vamos para ahí.

- ¿Seba podes llevarla vos? - Le preguntó a su novio y me pareció ver algo en su sonrisa. Estaba disfrutando todo ese embrollo. No le costaba tanto llevar a su novia hasta la casa de sus papás, pero quién entiende las relaciones de ahora. - Clara ya debe estar esperándome.

- Sí, no hay drama.

Fue así que me vi subiendo al auto de Sebastián Driussi mientras mi mamá y Ana se iban por el camino contrario. Él encendió el estéreo y empezó a sonar Soda. Tragué en seco cuando lo escuché tararear y mirarme de reojo. Sonaba "Puente", cuando él habló.

- ¿A casa de quién vas?

- De un amigo.

- Ponele. - Se rió solo. - ¿Te cayeron bien los chicos?

- Sí, re bien. - Asentí mirando al frente.

- Vos también a ellos.

- Me alegro. No soy muy simpática que digamos.

- Si sos simpática, no te hagas. - Me encogí de hombros. - ¿Sabes que está todo mal con Ana?

- ¿Por qué? - Parecían haber tensión entre los dos cuando nos acercamos a ellos. De todas formas, un shopping lleno de gente no era el mejor lugar para conversar. Después recordé que su último saludo había sido un simple beso en la mejilla de parte de ella y un asentimiento de él.

- Mejor no hablar de ciertas cosas.

- Parecían estar bien cuando los vi.

- No iba a armar un quilombo en un shopping lleno de gente.

- ¿Y como te sentís?

- Raro.

- Ya sos. - Él se rió.

- Estoy entre confundido y decepcionado. Me lo esperaba y a la vez no, no sé.

- ¿Qué te esperabas?

- Nada, dejá. No te voy a cansar con mis problemas.

- No me molesta escucharte, por las dudas. Pero entiendo si no queres hablar. - Le dije intentando ser lo más comprensiva posible.

- Habíamos discutido el día que fuiste a casa, por una boludez. - Se encogió de hombros. - Admito que eso fue culpa mía. Pero después me cagó y me lo acaba de contar en un shopping mientras merendabamos. - Casi me reí pero en verdad se veía triste. - Y cuando le quiero decir lo que me pasa respecto a la situación apareces vos.

- ¿Perdón? Yo no aparecí, ella la llamó a mi vieja. - Dije excusándome. Él sonrió.

- Bueno, vos entendes.

- No sé que decirte, es un bajón la situación. Ya estuve en el lugar que estás vos y es jodido. - Él me miró asombrado, tal vez no esperaba mi sinceridad. - Pero si el amor es real, lo demás es decorado. Vas a salir adelante, solo o con ella. Vos tenes la decisión.

- No sé si es amor real. - Me dijo segundos después. - Ya no sé que hacer. - Si él no sabía, yo menos. Solo lo miré intentando hacerle saber que lo comprendía y él suspiró pesadamente. - Me diste vuelta la cabeza. - Supuse que por lo que le había dicho y asomó una pequeña sonrisa en mi cara. Ya estabamos llegando a casa de Nacho cuando volvió a hablar. - ¿No te parece que deberías tener el número de tu chofer por si lo necesitas? - Me reí.

- No te voy a molestar más, te prometo.

- No me molestas, Emi.

- Gracias por traerme. - Le dije. Él ya había estacionado el auto y me miraba algo triste.

- No hay problema.

- Nos vemos, mucha suerte, en todo. - Aclaré porque el día anterior había visto en la televisión que Driussi no estaba explotando todas sus habilidades futbolísticas y que había posibilidades de que migrara de su club. Cuando estuve a punto de abrir la puerta, el bufó, se refregó la cara un segundo, como intentando espabilarse y habló.

- ¿Me vas a pasar tu número, Emilia o me vas a dejar abandonado, solo y triste? - Me reí. - Me voy de pretemporada mañana y no quiero perder el contacto.

- Bueno, suerte entonces. - Le dije mientras anotaba mi número en su celular. - Que andes bien, Seba.

- Vos también, Emi. - Dijo acercándose para darme un beso en la mejilla. - Cuidate.

Té para tres || Sebastián DriussiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora