6. Táctica

1K 77 3
                                    

River Plate había regresado al país aquel 18 de julio. Lo supe porque lo vi en televisión. Inconscientemente empecé a prestarle más atención a las noticias del fútbol, cosa que nunca antes había hecho. Sebastián me llamó ese mismo día.

Estaba lloviendo y acababa de salir de la facultad cuando un auto estacionado en la puerta captaba la atención de todos. Sebastián estaba parado a su lado con una mano en el bolsillo y otra sosteniendo un paragüas por encima de su cabeza. Me sonrió cuando me vio. Yo estaba empapada porque había salido de casa temprano y no habían anunciando lluvia, por lo que no llevaba nada para protegerme. Me quedé estática al verlo.

Cuando hablamos esa mañana, yo rechacé la propuesta de salir con él. Le dije que tenía cosas que hacer y que descansara porque seguro estaría muy cansado por el viaje, él solamente me preguntó a qué hora salía de la facultad y me dijo que de todas formas a esa hora no podía. Me reí al recordar aquello. Después apareció el enojo. Él no tenía por qué ir a esperarme en un lugar que frecuento todos los días y hacer que todos creyeran que tengo algo que ver con Sebastián Driussi, cuando en realidad no era así.

Estaba a tres escalones de llegar a él cuando decidí caminar hacia la derecha, haciendo como si no lo conociera. De todas formas, se apresuró a llegar a mi lado poniendo el paragüas por encima de mí, mientras caminaba a mi lado.

- ¿A dónde estamos yendo, Emi? - Me preguntó inocente y bufé. - Siento que te estás escapando. ¿No me queres ver?

- No es tan difícil darse cuenta. - Estaba siendo agresiva pero él seguía sonriendo sin dignidad alguna. - Me voy, se me hace tarde.

- Tengo el auto ahí, vamos que te llevo a donde tengas que ir. - Lo miré incrédula. - Dale, eu.

- ¿Seguís teniendo ganas de ser mi chofer?

- Si supieras las ganas que tengo de ser todo lo que quieras... - Le golpeé el hombro. - Ay, qué violenta sos, Emi. - Me dijo en broma. Se estaba mojando y yo no me había dado ni cuenta, así que me di la vuelta para ir hacia su auto y él sonrió triunfante. - Nunca había ido a buscar a nadie de la facultad.

- Tus novias no estudiaban, entonces. - Dije obvia y él se rió.

- Eso me encanta de vos. No tenes filtro.

- ¿Y eso es bueno? - Le pregunté. - Vos ya no deberías hablarme después de lo ortiva y mala que soy.

- Ortiva puede ser... - Lo miré mal. - Trato pero no puedo. Después pienso que es una táctica tuya para que deje de hablarte y no te voy a dar con el gusto, Emi. - Meditó unos segundos y habló casi para sí. - Tan mal no te debo caer, ¿no?

- Te juro que no es ninguna táctica. - Él se tocó el pecho simulando decepción.

- O sea que, ¿te caigo mal?

- No, pero no entiendo a qué estás jugando. Sumado a que sos jugador de fútbol, no sos un gran partido, y fuiste o sos, no sé, novio de Ana.

- Las personas cambian, Emi.

- ¿Vos queres cambiar? - Él se encogió de hombros.

- Con Ana no estoy más. - Me dijo. - Y vos no me conoces como para saber si soy o no un buen partido.

- ¿Y lo sos?

- No sé, comprobalo vos misma. - Dijo canchero.

- Mejor paso. Los jugadores de fútbol no suelen ser buenos partidos.

- No metas a todos en la misma bolsa.

- Bueno, tenes una reputación que cambiar, entonces. - Miré las calles y comprobé que no estaba ni cerca de mi casa. - ¿A dónde me estas llevando?

- A mi casa. - Fue ahí cuando me enfurecí.

- ¿Y por qué?

- Porque no me dijiste a donde, así que supongo que no tenes nada más importante que hacer, ¿no? - No respondí. - Y además estamos mojados. No podría llevarte a otro lugar, te podes enfermar.

- No quiero ir a tu casa.

- ¿Por qué? Ya fuiste una vez.

- ¿Para qué queres que vaya?

- Para pasar un rato con vos, no es tan difícil darse cuenta.

Llegamos a su departamento y él, como siempre lo era conmigo, fue un caballero. Nunca me lo hubiese imaginado así. Me entregó una toalla y una remera Adidas que me quedaba bastante grande, junto a un pantalón y un buzo de algodón. Sin esperar que entrara al baño, se sacó la remera mirándome fijamente sin borrar aquella sonrisa canchera, obviamente fue para impresionarme con su físico y sus tatuajes. No le sirvió porque giré los ojos mirándolo a la cara, casi burlandome de su táctica, y me dirigí al baño sin decir nada. A pesar de aquella mirada rápida, había observado sus tatuajes y no podía evitar pensar que estaba frente a un chico con el que miles de chicas soñaban con estar.

Lo encontré en la cocina concentrado en lo que hacía.

- ¿Tomás mate? - Me preguntó sin girarse hacía mí.

- ¿Qué pregunta es esa? Obviamente que sí, Sebastián.

- Bueno, qué se yo, tenes pinta de estar medio loca. - Dijo levantando ambas manos. Me reí.

- ¿Gracias? - Dije rodando los ojos.

- Capaz eras de esas que les da asco la bombilla.

- Tan mal de la cabeza no estoy, Sebastián.

- ¿Dulce o amargo?

- Amargo, como toda persona del bien.

- Dulce, ya demasiado amarga sos vos. - Me reí por el mal chiste. - Mentira, amargo toda la vida.

- Al fin coincidimos en algo.

Nos sentamos en el sillón y hablamos de todo. Me contó sobre su familia y su trabajo, y yo le hablé un poco sobre mi mamá y mis amigos. Por suerte no preguntó nada que me hiciera sentir incómoda, ya que hablar de mi familia me ponía de malhumor. Luego hablamos de Ana.

- ¿Y de novios como estuviste?

- Sólo tuve uno. Nunca fui de tener relaciones serias.

- ¿Y el afortunado que se ganó tu corazón se portó bien?

- No. - Dije apenada. No sabía si contárselo o no.

- Y en eso tiene que ver Ana, ¿no?

- ¿Ella te lo contó?

- No, lo supuse porque cuando le pregunté sobre vos me dijo que habían tenido unos cuantos problemas en el pasado. - Yo asentí.

- Me engañó con ella. Habíamos salido 1 año, y un día me enteré que me habían estado cagando ambos, porque en ese momento ella era mi amiga. - Él me miró comprensivo. - Ella me dijo después que estaba enamorada en serio, aunque ni me importaba porque yo ya había dado un paso al costado. Él me rogó un montón que lo perdonara, pero ni en pedo, la culpa es más de él que de Ana. Después salieron dos meses y se terminó. Dos meses duró ese amor que ellos me juraron sentir. - Repetí con amargura. - Y yo estaba tan enamorada que pensaba que él también de mí... - Me quejé. - Qué boluda fui.

- Qué situación de mierda. - Dijo él. Miró hacia el piso como intentando pensar en algo. - Yo sabía que Ana estaba con otro y me chupaba un huevo. - Confesó. - Y qué chico es el mundo, porque la novia de ese "otro" resultaste ser vos. - Le sonreí pensando en cambiar de tema porque acababa de confesarle lo que tanto me avergonzaba.

- Vos la conoces bien a Ana. Salieron mucho tiempo, ¿no?

- Tres años, entre idas y vueltas.

- Y la queres mucho. - Afirmé.

- Sí pero ya no es lo mismo. Estoy cansado de la situación, nunca hubo un compromiso real por parte de ninguno de los dos. - Pensó unos segundos más. - Y hace poco encontré lo que me hizo darme cuenta de lo que quiero definitivamente.

- Qué bueno por vos.

Cerca de las 9 de la noche, me dejó en mi casa y solo pude pensar que Sebastián no era la imagen que yo tenía de él. Y eso me gustó.

Té para tres || Sebastián DriussiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora