El señor que alimenta palomas

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Todos los viernes, un señor se sienta en una de las bancas del parque con una enorme bolsa llena de migas de pan y semillas y se pone a alimentar a las palomas que se le acercan. 

Por sus instintos naturales, para Quevin le era muy complicado evitar sentirse atraído por ese tipo de personas.

Jenny, para su fortuna, continuaba en la escuela. Quevin seguía sin entender cómo era que los humanos se la pasaban la mayor parte del tiempo yendo de una escuela a otra. La vida no era eterna para pasársela todo el tiempo en escuelas.

Las palomas podían llegar a vivir hasta los veinte años si les ofrecían los cuidados necesarios, pero la medida normal era a los quince años, aunque había varias que apenas llegaban a los cinco. Aunque para Quevin, ninguna de esas medidas eran acertadas. Desde que era humano, su periodo de vida se había "multiplicado".

Antes de ser humano tenía exactamente ocho años. Ahora que era humano parecía tener dieciséis, pero su pensamiento... no se había modificado mucho. Era difícil imponer una edad a su comportamiento, aunque incluso en caso normales, poner edades por comportamientos era algo bastante absurdo.

El señor llegó a la misma hora que siempre al parque, y se sentó en la misma banca también.

Hasta el momento, Quevin se había limitado a observar desde lejos por inseguridad, pero esa vez, no pudo contener sus instintos.

En cuanto el señor se había rodeado de migas de plumas y palomas, Quevin se acercó hacia él con rapidez. Y sin pensarlo dos veces, se lanzó hacia el suelo cubierto de migas de pan y semillas frente al señor, espantando a todas las palomas que se habían acercado, y comenzó a recoger con rapidez las migas del suelo y a llevárselas a la boca. No se le hacía muy educado de su parte si las comía directamente del suelo.

El señor, al ver como un chico que parecía tener dieciséis años se lanzaba directo al suelo frente a él espantando a lo que con tanto trabajo logró atraer, no dudó en usar su bastón para asestarle un golpe en la espalda, no muy fuerte, a Quevin para alejarlo. Después del golpe, agitó frente al rostro asustado de éste el bastón para alejarlo.

Quevin no tardó en reaccionar, y salió con la misma velocidad con la que una paloma emprendía vuelo. Aunque, no sin antes, haber tomado la bolsa del señor en la que estaban todas las cosas que había estado dando a las palomas.

Los gritos de aquel señor fueron algo que Quevin siguió escuchando aunque ya se había alejado lo suficiente.

Después de ese día, el señor no volvió a aparecerse por ese parque.

Y, para mala suerte de Quevin, Jenny no tardó en enterarse acerca de ese pequeño incidente. La noticia de "el chico vestido de paloma que atacó a un señor para comer migajas de pan" se extendió por el parque y se mantuvo vigente durante un mes entero. 

Un mes en el que Jenny le prohibió ir a ese, y a cualquier otro, parque. Un castigo bastante cruel, pero Quevin pensaba que podía haber sido peor. Lo único que lamentaba era que, ya no habría nadie que alimentara a las palomas.


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Y pues bueno, aquí el segundo capítulo. Me puse creativa y pues aproveché para subirlo (corto, lo sé). Lo único que puedo decir es... tengo sueño .-.

Si encuentran alguna falta de ortografía no olviden avisarme, si les gustó, tampoco olviden dejar sus comentarios, votos, criticas, recomendaciones, etc

Hasta la próxima n..n)/ 

La vida del chico palomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora