Cap. 5

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Pasamos toda la tarde hablando, o mejor dicho yo me paso toda la tarde hablando, mientras que ella solo escucha y dice algún que otro comentario cada tanto. El miedo inicial desaparece por completo, y da paso a la curiosidad. ¿Cómo llegó allí? ¿Dónde están sus padres? ¿Algún día podrá salir de ésta cueva? De pronto, un repentino pensamiento me invade, uno que no había considerado hasta el momento. ¿Podré yo salir de ésta cueva?

Por la falta de luz supongo que ya anocheció, y de mi mochila agarro un palo largo y curvado, seguido de un pedazo de carbón mágico. Nunca salgo de casa sin esto, en caso de que las cosas se compliquen. Aunque está un poco gastado, puede llegar a durar un par de noches extra. Dejo el carbón en el suelo, a un costado de las paredes y lejos de la grieta donde se filtra el aire. Con el palo en mano, golpeo tres veces la piedra y automáticamente se prende fuego por sí sola. Syribi lo mira fascinada, seguramente nunca vió fuego en su vida. Me siento un tanto mal por ella, tener que pasar tantas noches con frío aquí sola, abandonada. Ella intenta tocar las llamas, pero la detengo antes de que lo toque.

- Quema - le digo a modo de explicación, y parece entender. Por la forma en la que mantiene su cola, tiesa aunque alejada, noto que aún no confía del todo en mi. No me extraña, soy solamente un intruso en su morada, quien ahora no puede irse. Confío en que pronto alguien notará mi ausencia y tratará de encontrarme. Claro, si no creen que he muerto aún. Debo buscar una salida.

- ¿Nunca has salido de aquí? - pregunto, el miedo y la desesperación me corroen por dentro, necesito distraerme un buen rato.

- No, nunca he salido - responde secamente.

- ¿Y por qué no?

- Soy la guardiana, debo proteger el Elixir.

- Si, pero, ¿Jamas has salido? ¿Tus padres no te llevaron a, no se, picnics o cosas así?- cada vez me deprime más la historia de esta chica.

- No, nunca lo han hecho. Ni siquiera los recuerdo. Solo... recuerdo que una mujer me cargaba, era de noche. Recuerdo... la lluvia cayendo sobre mi rostro y, y la mujer estaba corriendo. Un trueno, y luego un grito desgarrador, de un hombre. Creo que llegamos a esta cueva y... unas palabras: "Cuida el Elixir, Sybiri, cuídalo y no lo dejes ni un segundo". El antes y el después de eso no son muy claros, como si jamás hubiese existido hasta ese punto.

Tiene los ojos cerrados. Cuando los abre, se ven bastante húmedos y cristalinos. Me mira un momento, clavando su vista en mi cara. Se ve avergonzada, se ha abierto demasiado con un extraño que desde un principio quiso robarla. Pero a mi no me molesta, asiento silenciosamente y me despido de ella, tratando de conciliar el sueño acostado en el frío y húmedo suelo.

SyribiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora