Renacer

320 12 3
                                    

Las historias de amor siempre tienen un inicio. Los implicados se conocen, se enamoran, se distancian, se necesitan. Luego se reencuentran. Se vuelven a amar. En mi relato, no. No hablo sobre un principio. Al contrario, narro un desenlace. Un final.

Soy Eugenia. Tengo 38 años, dos hijos y un marido: Luciano. Lo conocí cuando era muy joven. Ya ni recuerdo qué edad tenía, sólo que nos enamoramos.

Tengo frío. Es raro, pero odio el frío.

Conocí a Ingrid en un momento desafortunado. Si no hubiese sido por eso, quizá hoy seríamos grandes amigas. De hecho, lo somos. No puedo mentirme, Ingrid es mi mejor amiga.

Ella solo me habla de Felipe. Como si su vida sólo pasara por su marido. Sus hijos, sus pasatiempos, sus ojos, hasta su cuerpo. Todo pasa por Felipe: “Felipe me lleva de viaje, Felipe me trata como a una reina, Felipe me compra cosas. Felipe, Felipe, Felipe”.  Yo soy diferente. Nada de lo que hago pasa por Luciano.

¡Detesto el frío!

Nunca pensé que iba a volver a amar. No, yo. Una ama de casa que, como dije, crió a sus dos hijos acompañada de un marido albañil. Pero sucedió. A mí me pasó. Amé después de amar.

Hace tres años que mi vida comenzó a pasar por él. Mis ojos. Hasta mi cuerpo. “Felipe, Felipe, Felipe”. Hablo y siento que soy Ingrid. De algún modo, soy Ingrid. Un pedazo de ella se activa cuando estoy con él. Con quien ella amó. Con quien ella tuvo a sus hijos. Con quien ella armó su vida. ¡Que ahora es mi vida!

Durante años estuve muerta por dentro. Anestesiada. Dormida. Felipe me hizo volver a nacer. Su amor me dio vida.

Después de una intensa búsqueda, la policía encontró mi cuerpo. En esa ruta. En ese cruce. Sí, mi cuerpo. Muerto. Tapado por el río y el barro. Luego de un amor que duró tres años. Que duró mi vida.

¿Por qué estoy muerta?

Todavía no lo sé. Pero como ya les adelanté, esta historia empieza con mi final.

Amar después de amar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora