Llegamos al río muy temprano en la mañana. Yo estaba descalza con mis zapatillas en la mano. Me gustaba sentir el agua fría por mis pies. Felipe, en cambio, llevaba unas ojotas de esas que están a la moda. Me burlaba de él por eso. Le decía que era un “flojito” por no aguantar las piedras y las pinchaduras. Mientras lo hacía, le sonreía, seductora. Felipe entendía el código.
En un momento, y sin meditarlo, Felipe me tomó de la mano. Intempestivo. Se apoyó sobre mis hombros y de un sopetón me bajó para mojarme íntegramente. Me reí, pero bajó y calló mi risa con un beso. Nos miramos. El frío del agua se combinaba con la calidez de su aliento que besaba mi cuello. Cerré mis ojos. Felipe me sacó la remera, mientras continuaba besándome, y luego el pantalón. Pasó su boca por mi cintura, yo llevé mi cabeza hacia atrás, entregada. Luego bajó aún más. Mis gemidos se hacían eco con el silencio.
Felipe subió hacia mi boca y volvió a callarme con otro beso. Bajó apenas su traje de baño y me penetró. Me aferré a él en un abrazo y luego acaricié su rostro, lo miré a los ojos, a esos ojos amorosos que no dejan de cuidarme, y besé cada parta de su boca. Un ruido nos separó de golpe. Yo me cubrí con mi ropa que estaba toda mojada. Lo miré a Felipe preocupada. Un gato salvaje cayó de un árbol y luego salió corriendo lastimado. Me reí por el miedo.
-La curiosidad mató al gato. – dijo
-Mejor vayamos a casa.
-Me gusta cuando le decís “casa”.
Yo sonreí enamorada. Felipe tomó una lona que había quedado en la orillita y me cubrió. Salimos del río y fuimos hacia el auto.
Detrás de un árbol estaba espiándonos. Pero eso lo supe luego.
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Amar después de amar
RomanceEl blog de Laura. Su punto de vista de la historia Un amor prohibido abrirá paso a un apasionante relato que el destino se encargará de resolver. En el presente, hay una muerte (o más), hay un paro cerebral, hay muchas preguntas y pocas respuestas...