No veía mi plato, pero sé que no comí mucho. Él provocaba eso. El nudo en mi estómago se formaba cada día con más intensidad.
Me disculpé y levanté de la mesa para poder seguir leyendo, quería evitar cualquier tipo de conversación.
—No te dije que te levantes —lo escuché. Mascullé antes de volver a sentarme.
—Perdón —susurré.
—¿Leíste hoy?
—Lo estaba haciendo.
—¿Qué te tocó?
—Biología.
—Yo sí leí, historia —interrumpió Victoria, tan entusiasta como siempre.
—¿Historia? —preguntó ligeramente molesto.
—Sí, me gustó.
—¿Y por qué leen historia? —la densidad se notaba. Mamá tragó nerviosa antes de contestar.
—Es un requisito básico, tiene que saberlo.
—Ella es una mujer, no tiene que saber nada.
Mi cuerpo se tensó por completo. Tenía que contestarle. Sentí una patada, sabía que era Carolina, en uno de sus intentos para que me quede callada.
—¿Y qué leíste?
—Mm, sobre la Guerra Fría —le contestó con gusto. Amaba tener la atención de los demás en ella, incluso la de él— . Las potencias se formaron en alianzas que...
—Mira vos... No lo hagas más —la interrumpió.
—Pero me gustó —se quejó.
—¿Por qué no puede? —pregunté confundida.
—Vos deberías meterte en tus asuntos y leer lo que te corresponde.
—Lo estaba haciendo —me justifiqué.
—No vas a dormir en la noche, vas a quedarte leyendo —me dijo duro. Tragué en seco, evitando las ganas de gritarle— A primera hora mañana, vas a tener lección.
Sentí otra patada, respiré hondo.
—Me sacaron el apetito, voy a dormir —dijo después de un gran silencio. Sentí el ruido de los cubiertos cayendo en el plato mientras corría su silla para poder salir— Micaela ayuda a tu madre.
—Está bien.
—Buenas noches —saludó.
—Que duermas bien—-respondió Carolina.
Ella era inteligente, sabía quedarse callada. Nunca lo provocaba ni molestaba. Era su favorita.
Vi un poco borroso antes de poder ver con claridad. Lágrimas comenzaron a salir de mis ojos. Lentamente me levanté y sequé las lágrimas sin que nadie se de cuenta, a pesar de que no podían parar de salir. Crucé mi mirada con mamá y me miró con pena, desvíe la vista. Era su culpa. Tenía que sentirse culpable.
—Vas a estar bien.
—No lo voy a estar si sigo así.
—Hija... —se levantó para acercarse. La detuve con mi mano.
—Anda a dormir, tengo que quedarme.
Ella sólo suspiró y me ayudó en silencio, cuando terminó besó la parte inferior de mi cabeza y se despidió de mis hermanas.
—A dormir, Vicky —ordenó Caro, cuando nos quedamos solas. Se levantó de la cama para que Victoria pueda taparse.
—No tengo sueño.
—Dale, ya es tarde.
—Está bien —refunfuñó. Se levantó pesadamente y caminó hacia mi para saludarme— . Hasta mañana Mica.
—Dormí bien —le sonreí mientras acariciaba su pelo.
—¿Querés qué me quede despierta? —me preguntó Caro, una vez que arropó a Victoria.
—No, está bien.
—Podemos tomar un té y...
—Estoy bien.
De 259 páginas apenas había leído 100, ni siquiera la mitad. Suspiré de cansancio antes de ver el reloj en la pared, ya eran las 3 de la mañana, no me quedaba mucho tiempo.
Mi vida estaba arruinada desde que mamá conoció a ese hombre. Él me había dado a nuestra hermana, pero desde que tengo memoria, era así, nunca conocí su cara ni sabía lo que escondía. Me sorprende la necesidad de mi madre por estar con él, al punto de no importarle sus propias hijas. A demás de la gravedad por el cual hacía escondernos.
¿Por qué tenía que ser así? ¿Qué ocultaba? No era la primera vez que la curiosidad estaba, pero si la primera que estoy dispuesta a actuar.
Sin hacer mucho ruido, me levanté, guardé todo y tomé aire. Necesitaba tomar valor. A pasos leves me dirigí al cuarto de ellos, en donde estaba todo oscuro.
Dudé pero abrí la puerta. Nada se veía. Con un suspiro, busqué alguna linterna o algo que me deje ver, pero no había nada. Lentamente y sin hacer mucho ruido me acerque más, tenía que verlo. Achique mis ojos haciendo la mayor fuerza, pero no había caso.
Me rendí y con suspiro, salí.
Pestañé un par de veces más, el reloj ya marcaba las seís de la mañana. No había dormido nada. La puerta se escuchó pero no le di atención, no hasta que su voz se escuchó.
—No mires.
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¡No Mires!
Short Story-¡No mires! -me gritó mamá. Rápidamente, ajuste las vendas para cubrir bien mis ojos, no quería problemas hoy. Todo quedo oscuro, como mi vida. La puerta se escuchó abrir y mi piel se erizó por completo, el miedo invadió mi cuerpo haciendo que respi...