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Victoria no era la misma, ya casi no hablaba. La miré mientras su mirada estaba fija en una de las ventanas obviamente tapadas. Hace dos semanas que está así. 

Suspiré pesadamente antes de ponerme la venda, ahora las llevábamos casi todo el día, según él, mamá estaba enferma, por lo que se encontraba en el cuarto para no contagiarnos. Tenía un poco de sentido, ya que él y ella habían salido el día después de esa noche. Quería aferrarme a esa idea, no tenía intensión de saber nada más que eso.

Respiré de alivio cuando después del almuerzo, sentimos la puerta cerrarse. Significaba que ya no estaba con nosotras. Desajusté mis vendas y parpadeé un par de veces hasta que todo se volvió claro de nuevo. Sentí una mirada y me dirigí a ella, Caro me estaba mirando con preocupación. Mi hermana estaba desbastada, últimamente estaba tomando el lugar de mamá.

—¿Por qué no vas a dormir?—le pregunté de forma dulce—Yo lavo.

—No, está bien.

—Dale, anda—le sonreí acercándome, palmeé su hombro ligeramente— . No le digo.

—¿Miras a Vicky?—preguntó dudosa.

—No te preocupes.

En silencio, comencé a lavar los platos sucios. Nunca quería pensar cual era el de él, tocarlo me provocaba escalofríos. Sequé mis manos al terminar y ordené todo. Al terminar, caminé hasta Victoria, sentada en la misma posición desde que él se había ido.

—Hola—le susurré para que no se asuste, pero no me miró— . Quiero que hablemos.

—Estoy bien.

—No lo estas Vicky—negué. Mi voz ya se notaba acongojada, ella no parecía mi entusiasta hermana.

—¿Dónde está mamá?—preguntó después de un rato, sorprendiéndome. Su voz se notaba igual que la mía, a pesar de que ella ya tenía lágrimas en sus ojos.

—No lo sé.

—¿Por qué ya no sale? ¿Ya no nos quiere?—preguntó desesperada. Estaba segura que esto es lo que estuvo haciendo todo este tiempo cuando miraba la ventana. Solo pensaba. Pensaba de la misma forma que yo lo hacía— ¿Por qué nos hace esto?

Mi impulso fue abrazarla, abrazarla lo más fuerte que pude. No tardó en llorar con todas sus ganas, tan alto que fue raro que Carolina no se despierte. Acaricié su pelo y besé su mejilla antes de separarme. El rastro de llanto, ya estaba en las dos.

—No puedo dejar de pensar—confesó.

—Lo sé.

—No lo sabes—negó segura, limpió su rostro antes de continuar— . Yo lo vi.

—Lo imagino Vicky, tranquila—le aseguré. Él había sido el protagonista de todas mis pesadillas, claramente lo imaginaba. 

—No puedo estar tranquila.

—¿Por qué no dibujamos?—le pregunté levantándome. Necesitaba que se recomponga. 

—No quiero—negó mirando hacia el piso.

—¿Y qué queres hacer?

—Dejame sola.

—Victoria...

—¡Dejame en paz!—gritó exasperada. Me sobresalté, nunca me había gritado.

—¿Qué son esos gritos?—se escuchó desde su pieza. Me paralicé. Lágrimas involuntarias empezaron a salir de mis ojos. Negué.

—Vicky, callate.

—Es todo lo que me dicen—negó enojada, caminando hasta su cama.

Con cansancio, vi como agarró uno de los libros, supongo que el del día correspondiente y se puso a leer. Suspiré, era algo que yo también tenía que hacer, por lo que la imité. Me senté en la silla y apoyé el libro de Física arriba de la mesa, hoy me tocaba la materia.

La noche cayó en seguida. Caro se quedó dormida, ninguna se dio cuenta del horario ya que estábamos ocupadas, es algo que entendió, pero rápidamente fue al baño a lavar sus manos para ponerse a cocinar, ya era tarde. Sin dudar, guardé el libro y me dispuse a ayudarla, antes de que enloquezca. 

Todo estaba listo, a horario.

Sin embargo, esta noche, no salió.

—Esto tiene que terminar—dije firme y segura, mientras comíamos—. Hoy.

—Mica...

—Mamá desapareció, Carolina. No podemos seguir así—la interrumpí— ¿Hasta cuando? Victoria está...

—Victoria está empezando la adolescencia—se levantó de la mesa, empujando su silla un poco para atrás, la imité para quedar a la par.

—¿Te das cuenta que estás cada vez más ciega? Como mamá—le grité acercándome, quedando frente a frente. Estaba agitada por la bronca que invadía mi cuerpo, respiré antes de continuar— . Y ahí está ella, muerta.

No esperé, ni siquiera reaccioné. Solo sentí su golpe en la mejilla. Me ardía, pero mi orgullo era más grande. Volví mi vista hacia ella, estaba asustada, sé que se arrepintió. Negué con asco.

—Está bien, no me apoyes. No me interesa—la miré, transmitiendo todo ese odio que estaba teniendo— Pero esta noche, termina todo.

El baño, a pesar de que la última vez que estuve acá de noche me lleve un corte que estaba cicatrizando, era la mejor opción para estar sola. Tenía que alejar mis pensamientos de lo que Carolina acababa de hacer, estaba decidida en que este era el último día que estaba en esta casa, que estaba con él. Sentí que la puerta se abrió y me paralicé, al ver la figura de Victoria, mi alma volvió al cuerpo. Pasó, cerró la puerta y se sentó a mi lado, me sonrió mientras acomodaba su pelo detrás de las orejas.

—Yo sí quiero ayudarte.

—Vicky...

—No me lo vas a prohibir—negó decidida. Sonrió, era igual a ella.

—No se me ocurre anda igual—me encogí de hombros mientras apoyaba mi espalda en la fría pared, mi hermana mi miró pensativa. 

—Sabemos que se levanta al baño cuando está solo.

—Sí...—contesté y me incorporé, para que sepa que tenía toda mi atención. 

—Podemos encerrarlo y entrar a la pieza.

—¿Y?

—Y ver si mamá está ahí.

—Si mamá estuviera abría...

—¿Qué?—preguntó confundida. Olor, pensé.

—Nada—le sonreí para tranquilizarla.  

—¿Y después de rescatar a mamá? ¿Qué podemos hacer?

—Escaparnos, es obvio. 

—¿Y Carolina?—preguntó dudosa. Lo pensé, ella no se iría, pero tampoco nos dejaría solas. Simplemente teníamos que estar bien decididas para manifestar que nos íbamos.

—Yo la convenzo no nos va a dejar solas—afirmé segura.

—Está bien—sonrió— ¿Esta noche entonces?

—Esta noche nos vamos de acá, te lo prometo.  

¡No Mires!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora