Parte 6: Entrenamiento

15 1 3
                                    


Lo acompaño hasta la puerta y lo miro sonriendo levemente. Se irá ahora y volverá por la noche, o al menos eso acordamos. Se acerca a mí, me da un suave beso en los labios y yo correspondo. Lo saludo con mi mano suavemente y una vez que se retira, dejando atrás su aroma de dulce vida cierro la puerta de mi departamento y me quedo mirándola.

Me siento extraño. De pronto el aire se ha vuelto pesado y tedioso. Una fragancia a rosas rojas inunda la sala. Oh rayos, no ahora por favor. Me doy la vuelta con una cara carente de sentimientos y mi mirar se clava en una figura femenina en su sofá. Una hermosa mujer de cabellos crespos color violeta hasta los omóplatos, una piel morena tan tersa como la porcelana e igual de fría. Me observa con una sonrisita cínica y sus ojos de serpiente violetas mientras suelta una suave risa burlona.

- Hola Demián...~ -me saluda con voz gatuna y melosa. Se incorpora lentamente con elegancia y con pasos raudos, dignas de un demonio, se acerca a mí.

-Hola madre... -digo lo justo y necesario. Ella pasa sus brazos por mis hombros y besa mi mejilla. Una vez que se separa me limpio con la mano cual niño malcriado que no le gustan los besos de su abuela. Esos besos llenos de salivas.

- ¡¿Qué manera de tratar a tu madre es esta?! –Suelta una nueva carcajada y me mira apoyando su mentón en su mano. –Ouh~ es increíble...en un momento...uno pare a sus hijos, los cuida con amor y para el otro...no quieren ni verte...-pone el dorso de su mano sobre su frente haciendo un gesto muy teatral y melodramático- ¡Maldito destino el de ser una madre!

Eso me fastidia bastante. La miro con el ceño fruncido y chasqueo mi lengua. La aparto suavemente con mi mano y paso por su lado y me siento en el sofá grande. En el que habíamos tenido nuestro primer encuentro "romántico" con Stephan.

-¿Cuidarme? Que buen chiste...cuéntate otro madre...Tú solo me engendraste con ese Dios para inmolarme en una batalla sin sentido. -la observo completamente inexpresivo- ¿Qué es lo que quieres? Nunca me visitas.

La dama sin borrar su sonrisa se acerca a mí, se sienta a mi lado y subiendo sus pies descalzos al sofá me abraza por el cuello. Me aprieta una de las mejillas estirándomela.

- ahh~ cosita hermosa no te enojes con mami...-luego de estrujarme me da una fuerte cachetada dejándome el rostro de lado.- Y trátame con más respeto....que te guste o no soy tu creadora infernal...-luego me toma del mentón y hace que la mire. Mis ojos de serpiente la miran completamente vacíos. –Te toca entrenar bastardo...andando~

Ella abre un agujero mágico y vamos a nuestro plano inmortal. Rayos odio esto. Me engendraron como una simple arma. Los mejores poderes de un Dios, con la insaciable salvajería y sed de sangre de un yoma. Soy un arma, solo eso, un arma sucia la cual entregarán a la batalla, y si muero no le interesará a nadie.

Estoy agotado y algo lastimado. El entrenamiento fue duro. Me arrojaron con troncos, me abrieron dolorosas heridas con armas de fuego y muchas torturas subidas de tono. Pero me regenero rápidamente. Tengo resistencia, fuerza, y lo más importante, no paro hasta conseguir mi objetivo. Debo destruir al señor de las tinieblas, a Lord Satán. Reclamar el trono y dárselo a mi padre, Canuto Fiend y a mi madre Moira Fiend. Aunque, todo este asunto es una total pérdida de tiempo. No hay ningún ser más poderoso que el señor de las tinieblas. Tiene más seguidores y pobres almas a su disposición que todos los demás. Pobres idiotas, yo ya me resigné pero mi orgullo me sigue llevando adelante.

Quiero ganar, pero a su vez, quiero ser libre. Libre de decidir por mí. Libre de ser quien soy, y hacer lo que se me venga en antojo.

Vuelvo a mi casa y me tiro en el sofá. Es de noche, seguro ya está por venir. Dios de las tinieblas, aún me sangran un poco las heridas. Pero con los vendajes están bien. Espero Stephan no lo note o me tendré que volver aún más misterioso, y ese tonto humano estará tratando de meter sus narices. En este momento me encuentro con mi pantalón de jean roto, mi musculosa blanca pegada a mi cuerpo y mis pies van descalzos. Me gusta mucho el tacto de mis pies en esta alfombra color rojo. Rojo...rojo... ¡ROJO! Mierda...me olvidé de comer algo, ahora veo todo rojo. Maldita sea, no ahora no, ¿Por qué ahora tiene que venir la sed?

Suena el timbre y me pongo alerta. Por favor, no Stephan aléjate. Cuando veo todo rojo, es porque tengo hambre. Podría devorarte si me das la oportunidad. Me arde la garganta, mi boca se siente seca. Sangre, dulce y tibia sangre. Me duele la cabeza, es una migraña muy fuerte.

Ya basta...Le abriré la puerta, trataré de mantenerme a raya y luego saldré a beber. Me acomodo mi ropa, y voy lento y algo dudoso. Pero al tomar el pomo de la puerta lo giro y aparezco completamente seguro.

Stephan me mira con la ilusión pintada en su rostro. Pero rápidamente se tiñe de preocupación.

- ¡Demián! ¿Qué te ocurrió? Estas todo lastimado...

Joder muchacho...no ahora.


Demian: Historia de un yoma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora