Voy dejando mis huellas por el prado. Es una noche hermosa, una suave brisa agita mis cabellos blancos y violetas. Mis ojos de serpiente violáceos profundos se alzan hacia el divino firmamento y suspiro. Estrellas, nunca he visto el cielo en su totalidad. Soy una criatura infernal. Veo el fuego, el sufrimiento, el odio. Mi propio infierno subterráneo.
La oscuridad me abraza y soy su hijo. De hecho, ya no sé ni a qué familia pertenezco. Soy un yoma, eso lo tengo claro. Es más, soy un yoma que recorre el mundo entero solo. Sin acompañantes.
Limpio la sangre de mis labios con mi dedo pulgar. Lo chupo para poder terminar el delicioso néctar rojo. Tan deliciosa, fresca y pura. En este caso, si lo fue ya que la dueña de ella era una joven virgen de las puritanas. La seduje con promesas de amor y pasión. La hice girar ante mí. La estreché entre mis brazos y seguidamente mi boca besó su cuello, para luego hundir mis colmillos en su delicado cuello de cisne. Dios del inframundo, aún saboreo aquel sabor y siento como se remueve contra mi cuerpo tratando de salvarse, pero ya era tarde y lentamente se fue rindiendo a los brazos de la muerte.
Luego de acabar con aquella memorización de aquel suceso que ocurrió hace media hora atrás, seguí mi camino. Me muevo rápido y presuroso. Soy una sombra. Nadie logra verme. Eso es bueno, ya que puedo atacar por sorpresa. Pobres e incautas víctimas. A estos sucios humanos hay que hacerlos pagar.
Muy pocas veces mataba a seres vírgenes. Eso en realidad ocurría en momentos de mucha necesidad. Cuando estoy realmente famélico. O cuando quería darme un premio a mí mismo. Sino mi dieta es básicamente, alimentarme de criminales. Violadores, ladrones, prostitutas. Son escorias que no merecen vivir y que absolutamente nadie extrañaría si desaparecen.
Llegué hasta cerca de un manzano. Un alto, frondoso y antiguo manzano. Me apoyo contra la corteza de este y comienzo a percibir un dulce aroma. No el aroma de las manzanas. Sino, el dulce aroma de la vida con un toque de miel y calidez.
Apresuro nuevamente mi paso y voy hasta donde mi nariz me indica. Me escondo entre las sombras y, como si la dulce y tenue luz de la luna bañara su alma, veo una grácil figura humana. Un muchacho. Me acerco aún más y me quedo como atontado al verlo completamente. Un muchacho de unos veinti tantos años. Tez pálida, cabello medio color vino con cejas del mismo color. Una sonrisa radiante y juvenil que le ilumina el rostro y unos ojos miel que vuelven a aquel ser completamente divino. Casi no parece humano. Estaba tocando un violín. Extraño lugar para hacerlo, pero aquella bella melodía era la gloria divina. Que talento...
Rayos... ¡BASTA DEMIÁN! No te atontes, es comida, SOLO ESO. Sangre, sangre divina que debe tocar ya mi cuerpo. Aunque, con este humano me atrevo a jugar. El típico juego de seducción. Atraer la mosca hasta la trampa y ¡zas! Llevarlo hasta los brazos de la muerte. Darle el gélido beso, o mejor dicho mordida, que aventará su pobre alma hasta la nada.
Decidido, me acomodo mi ropa juvenil. Mi camisa blanca, mis jeans oscuros algo desgastados y me acomodo mejor mi chaqueta de cuero negro. Mientras repiquetean mis botas de cuero marrón, me acerco. Más y más y aún más. Pobre humano lo que le espera. Hora del show, no hay vuelta atrás. Una vez que aparecí delante del contrario sonrío de lado seductoramente y le extiendo mi mano. Si la estrechas, estarás firmando tu propio contrato con la muerte.
- Hola...Soy Demián Fiend...
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Demian: Historia de un yoma.
Fiction générale¿Existe el amor o simplemente es atracción física? ¿Sabes la diferencia entre el bien y el mal? Eso lo creo... Soy un yoma, una criatura infernal. Por lo menos, así me describen. Me alimento de pobres almas, y de los deshechos que me han dejado los...