No había podido ponerse en contacto con Yuri, no tenía cara para verlo. Si él era de verdad el padre de esa niña ¿no significaba que el que traicionó había sido él? Ahora entendía que Yuri no quisiera saber nada de él. Pero aún no lograba entender cómo es que había sucedido. Apostaría sus pies a que no conocía a esa chica de ninguna parte. Además ahora, después de decir que odiaría a Yuri si decía que lo amaba, se daba cuenta que Yuri sí lo amaba, tanto que se había hecho cargo de su hija, y se casó con la chica que él embarazó ¿era así? De serlo esto era peor que una pesadilla.
El programa corto fue un fiasco, su puntuación estaba más negativa que la temperatura del hielo. Pero a Yuri le había ido peor, el rubio se culpaba de la falta de concentración del moreno, eso aunado a todo lo que tenía en la cabeza le tenía desconcentrado y disperso. Falló todos los saltos, en serio todos, y terminó con una mano lastimada, pues cuando intentó sostenerse se torció la muñeca.
Los jueces y el resto de competidores estaban asombrados de que ninguno diera una. Viktor y Yuuri buscaron a su amigo chico para proporcionar su apoyo. Ese chiquillo era alguien muy importante para ellos, y ellos eran importantes para el rubio, por eso Yuri no pudo evitar contar toda la verdad.
En el fondo necesitaba que alguien lo escuchara, pero no esperaba que le creyeran. Por eso se sorprendió cuando Yuuri confesó también poder quedar embarazado. Eso era algo que ni siquiera Viktor sabía.
—¿Qué rayos? —preguntó Yuri y Yuuri le sonrió. A diferencia del rubio, que se enteró una vez que se descubrió embarazado, el japonés sabía que su cuerpo tenía esa capacidad desde la adolescencia.
Era una condición extraña, eran al menos unos cuantos miles de hombres en el mundo quienes podían procrear, y la mayoría no se enterarían de ello porque eran heterosexuales.
Yuri dijo que algo como eso había escuchado y ahora, que conocía a uno de esos cuantos miles, se sentía un poco menos fenómeno. Aunque compararse con el cerdo de pronto no le parecía tan confortante.
—Entonces ¿podemos tener un bebé, Yuuri? —preguntó Viktor radiante de emoción mientras sostenía a la pequeña Becka, que escuchaba un poco emocionada tantas voces como nunca había escuchado.
Yuuri no solía salir mucho, y no había muchas personas que le visitaran. Su condición era algo que deseaba esconder, y no por pena, sino porque las personas a veces eran crueles, por saciar su curiosidad lastimaban a los otros, y no quería que su hija estuviera en la mirilla de nadie.
—La posibilidad está —admitió Yuuri algo apenado—. Que yo quiera hacerlo es otra cosa, me da un montón de miedo —confesó y Yuri, arrogante como siempre, se burló de su mejor rival. Esta vez, de nuevo, Yuri había estado por sobre Yuuri, y eso le complacía bastante.
—Que cobarde eres, cerdo —dijo el rubio recuperando a su pequeña de las manos inexpertas del peliplata, que hacía pucheros porque el ojiverde le arrebató a la pequeña—. Es terriblemente doloroso, pero vale cada grado de dolor —aseguró terminando la frase con la mirada llena de amor, mientras rozaba su nariz en la nariz de la pequeña Becka, que sonreía al escuchar la voz de su padre.
—Podríamos intentarlo —dijo Yuuri y Viktor casi aulló, levantando las manos al cielo—, en un par de años —concluyó y las manos del mayor volvieron a apuntar al suelo mientras caía en un depresivo estado.
—Que malo, Yuuri —dijo casi llorando Viktor. El japonés sonrió y aceptó a la pequeñita que el rubio le daba.
—Él es tu tío, el cerdo —dijo Yuri riéndose de la cara del japonés—, y este calvo es tu tío Viktor —señaló provocando un nuevo puchero en el otro ruso. Todos rieron y miraron a la pequeña Becka que también parecía reír, aunque probablemente ella no sabía nada de lo que ellos hablaban.
—También creo que Otabek debería saber la verdad —dijo Yuuri—. Él es el papá, ¿te imaginas cuán feliz sería de saber que tiene una hija del chico que ama?
—Yo sería muy feliz si Yuuri y yo tuviéramos un hijo, aún no tenemos uno y ya estoy feliz —dijo Viktor tomando la pequeña manita de la rubia—. Díselo Yurio, seguro que si le explicas adecuadamente todo, él va a entenderlo y a perdonarte.
—¿En serio lo crees? —cuestionó Yuri, aun se negaba a creer que decirle todo a Otabek fuera la mejor idea.
—Creo que soy quien está más cerca de la posición de Otabek —dijo el ruso mayor—. Digo, Yuuri y yo tenemos meses saliendo, muchos meses, y hasta ahora me enterado de esta hermosa posibilidad —reprochó para el moreno.
—No se había dado la oportunidad —declaró Yuuri—, no es fácil hablar de esto. Además, creía que te pondrías loquito y pesado con el tema, no quería que tuviéramos que discutir sobre algo más.
—Quisiera entenderlo —aseguró Viktor—, pero estoy tan feliz que solo puedo pensar en la posibilidad de una hermosa familia, por eso, Yurio, si Otabek te ama la mitad de lo que yo amo a Yuuri, te perdonará seguro.
—Beka me ama más de lo que te puedes imaginar amando al cerdo, calvo —fanfarroneó el rubio y los mayores sonrieron.
—Entonces corre a decirle, entre más tiempo pase más difícil será —dijo Yuuri sonriendo. Y el rubio miró al que antes había llamado cobarde, a pesar de que el más aterrorizado era justo él.
—Yo creo qué... —comenzó a hablar el rubio, y Viktor, poniéndose serio al fin, le interrumpió.
—No es tiempo de creer nada, es tiempo de actuar y pelear por lo que quieres y te mereces. Yurio, haz las cosas bien y sé feliz por ello.
La voz del ruso mayor sonaba tan clara y fuerte que Yuri se decidió a no pensar nada más, besó la cabeza de su hija, que estaba en los brazos de un buen amigo, y salió corriendo para encontrar al chico al que le debía tantas explicaciones.
Le tomó tiempo, pero al final lo encontró, él estaba en el palco de la pista, donde se hubieran reencontrado por la mañana.
—Beka, necesito que hablemos —dijo el ruso sintiendo como su corazón retumbaba, casi creía tenerlo en las orejas. Otabek le miró y asintió, él necesitaba saber muchas cosas, así que le escucharía con mucha atención.
Continúa...
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EL SECRETO DE YURI PLISETSKY -Primera parte-
FanfictionYuri desapareció de pronto después de haber compartido el mejor momento de su vida con Otabek. Pero no podía evitarlo para siempre, ambos compartían demasiadas cosas como para no coincidir una y otra vez; tenían el mismo sueño, trabajaban en el mism...