Capítulo 1

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Había pasado un año desde la última vez que lo vio, un año esperando ansiosamente volver a verlo pues, después de haber pasado esas semanas juntos, primero como amigos, y luego como casi amantes, Yuri Plisetski desapareció de la faz de la tierra, incluso los medios le perdieron la pista y ni siquiera le había contestado el teléfono.

—Otabek Altin —dijo a la recepcionista del hotel donde se hospedarían los competidores, y la chica le entregó una tarjeta que marcaba el número de su habitación, el Kazajo la tomó y caminó hacía el elevador al fondo del salón que era la recepción.

Pasaba de media noche, así que en su mayoría el ambiente era silencio, exceptuando algunos bichos en el jardín del hotel y el llanto de una pequeña rubia mecida por una rubia no tan pequeña.

—Lo lamento —dijo la rubia al ver que el moreno le miraba al pasar—. No logro hacer que se duerma —informó y sonrió en serio apenada. Otabek movió la cabeza indicando que no había problema y volvió a andar pero, al escuchar el nombre de la pequeña, no pudo evitar detener sus pasos—. Becka, duérmete, estoy cansada y quiero dormir también.

—¿Becka? —preguntó el joven sintiendo que se oprimía su corazón.

—Es su nombre —informó la chica acercándose al pelinegro, que se estremecía al ver la cosa más hermosa que había visto en su vida, después de Yuri, tal vez.

—Se parece mucho a ti —señaló Otabek sonriendo, sin entender la razón de su sonrisa.

—Se parece más a su papá —aseguró la rubia—. ¿Quieres cargarla? —preguntó al ver el interés del hombre por la pequeña—. No es tan complicado como uno piensa —explicó al ver la cara de horror que puso el chico ante su pregunta.

Otabek lo pensó un poco, luego estiró los brazos recibiendo a la pequeña Becka. Una emoción difícil de explicar le envolvió cuando los ojos verdes de la pequeña se encontraron con los suyos. Casi creía conocer esa mirada.

—Becka —repitió el hombre sonriendo, y la pequeña bostezó en respuesta, obligándole a contener la risa que le provocaba.

La chica, por su parte, miraba enternecida la escena. Le encantaba ver como la pequeña Becka Plisetski se había robado el corazón del hombre que hacía un año se hubiera hecho del amor de su padre.

—Dios mío —susurró la rubia de ojos miel—. Tienes que mudarte conmigo —dijo al ver como la pequeña Becka, sin ser mecida siquiera, se quedaba completamente dormida—. Ni siquiera Yuri logra hacer eso.

—¿Yuri? —preguntó el azabache.

—Plisetski —informó la chica, sonriendo tiernamente al mirar a la pequeña que recuperaba de los temblosos brazos de Otabek—. Soy Camil Plisetskaya, un placer conocerlo —anunció tendiendo una mano al chico que le miraba casi con miedo.

—¿Yuri es el papá de Becka? —preguntó Otabek en un tono de voz casi vacilante. Camil asintió sin mirarle, ella seguía embobada con la hermosa carita durmiente de la pequeña. Entonces escuchó los pasos del hombre, y levantó la cara para ver la espalda del moreno que se iba sin decir media palabra más.

—Tu papi va a morirse cuando sepa que Otabek Altin te ha conocido, cargado y se ha enamorado completamente de ti, gatita hermosa —dijo la chica para una dormida rubia, andando a la habitación donde el mayor de los tres Plisetski, en ese hotel, dormía.

—¿La dormiste? —preguntó Yuri al sentir movimientos en la enorme cama que compartían.

—Lo hice —anunció orgullosa la chiquilla.

—¿Cómo le hiciste? —cuestionó el rubio en serio interesado, Necesitaba saberlo y anotarlo en su libreta de "cosas que funciona con Becky" que había estado escribiendo desde que la niña nació.

—Es un secreto —susurró Camil metiéndose entre las cobijas después de dejar a la pequeña en la cama, justo al lado de Yuri, e intermedio al cuerpo de ambos.

—Tienes que decirme, Camil —casi suplicó Yuri—. En tres horas deberé dormirla yo... dime qué hacer para dormirla pronto.

—Bien —accedió la chica—, solo porque te amo mucho. Tienes que recorrer el hotel con ella hasta encontrarte con un chico moreno de ojos serios y dejar que la tome en brazos.

—¿Otabek está en el hotel? —preguntó Yuri nervioso. Pero eso no era lo más importante, aunque si fue lo más impactante—. ¡¿Otabek conoce a Becka?! —gritó el rubio y la rubia le hizo señas para que bajara la voz, la pequeña Becka estaba despertando. Yuri llevó ambas manos a su boca y, haciendo suaves movimientos en la cama, volvió a arrullar a su pequeña.

—Becka se quedó dormida en cuanto él la tomó en sus brazos —anunció Camil—. Fue casi mágico —canturreó con los ojos destellantes.

—¿Por qué no saliste corriendo en cuanto lo viste? —preguntó Yuri dejando la cama.

—Porque yo no soy tan cobarde como tú —explicó la de ojos miel—, y porque yo no le debo absolutamente nada.

—Camil... no le dijiste que era mi hija, ¿o sí? —preguntó el ojiverde ansioso de que la respuesta fuera negativa.

—Si lo hice —informó Camil y Yuri detuvo sus pasos al fin, antes de eso caminaba cual tigre enjaulado, de una orilla de la habitación a la otra.

—¿Por qué? —preguntó.

—Pues porque sí —dijo la chica—. Yuratchka, Otabek, tarde o temprano, iba a enterarse.

—Eso no tiene que ser necesariamente así —soltó Yuri al borde de una crisis nerviosa. Saber que Otabek conocía a su hija le provocaba un hueco tan grande en el estómago que le hacía doler el cuerpo entero.

—Claro que sí, Yuri —dijo la chica con seriedad—. Las cosas tan importantes como los hijos, son cosas que no debemos ocultar.

—Pero este no es tu asunto —susurró Yuri, dejándose caer en el sofá de la habitación mientras veía como la chica caía rendida al sueño en esa cama donde también dormía profundamente su pequeña y muy amada hija.


Continúa...

EL SECRETO DE YURI PLISETSKY -Primera parte-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora