Te estaremos esperando

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Cuando estaba con Emil el tiempo pasaba muy despacio; sus besos eran eternamente largos y sus abrazos firmes y cálidos. A veces temía embriagarse demasiado del éxtasis de sus labios y cruzar la delgada línea que separaba los inherentes territorios del amor y la pasión. Más de una vez se había sorprendido a sí mismo haciéndolo, derritiéndose en suaves gemidos, perdiendo el control de su cuerpo hasta tal punto en el que sus frías manos recorrían curiosas el perfecto cuerpo del checo. Y quería más; siempre quería más de esa imperiosa necesidad de ser desnudado en la cama para aplacar el fuego que ardía en su piel.

Había vuelto a caer en el engaño del tiempo perdido. Lo que antes fueron inocentes besos en el pasillo se habían convertido rápidamente en frenéticos besos colmados de pasión, gritos silenciosos que ahogaba en la garganta de Emil.

Su relación siempre había tomado un rumo más apegado al amor inocente, pero cuando ésta recibía el influjo del erotismo... Entonces las puertas del cielo se abrían para ambos. No era un pecado consumado bajo el oscuro velo del morbo, sino todo lo contrario, un acto donde el amor se fusionaba en suave armonía con la pasión y ambos eran consumados con la delicadeza de un virtuoso creador.

Se amaban y se deseaban como los locos amantes de viejas leyendas, pero hacían el amor como jamás se podría haber escrito. Se besaban con fiereza, desgastándose los labios mutuamente hasta que la ropa se volvía un bien innecesario. Después, y siempre tras una breve confirmación por ambas partes, sus cuerpos se buscaban el uno al otro en la intimidad y al juntarse el fuego de sus almas ardía conjuntamente hasta desfallecer.

Normalmente era Emil quien terminaba el primero, pero esa vez, que para ambos resultó especial, terminaron prácticamente al mismo tiempo. Michele se dejó caer boca abajo en la cama, enterrando el rostro en la almohada mientras su cuerpo comenzaba a habituarse dolorosamente a la ausencia de su otra mitad. Cuando estaban juntos se sentía completo, como un enrevesado mecanismo de engranajes al que le faltaba una única pieza que hacía funcionar a todo el conjunto y, en la ausencia de ella, las piezas se enredaban entre sí formando una caótica amalgama.

—Te echaba de menos —le susurró el checo, a lo que él sólo pudo contestar con una mirada acusatoria—. Ya sabes, de esta forma.

Podría haber dicho que él también había echado de menos sentir eso tan especial que ni siquiera ellos dos eran capaces de comprender y trascendía más allá de los límites del entendimiento humano, pero quizás eso habría sonado demasiado extraño, así que se limitó a girarse perezosamente hasta acabar acurrucado en los brazos de su amado y empezó a temblar.

Había olvidado por completo que más allá del fogoso ardor del sexo había todo un invierno que comenzaba a acecharle con sus gélidas garras. Arrebujado en las mantas impregnadas de su propio sudor aún podía sentirlo, combatiendo sin tregua contra el calor y las caricias que Emil le brindaba entre besos.

—Quiero ducharme —protestó, tapado hasta la nariz—. Me siento pegajoso y tengo frío, además estoy cansado.

Su novio compuso un gesto de ternura y asintió con la cabeza, acatando sus quejas como órdenes. Siempre lo hacía de esa forma, con tanta diligencia como simpatía, y eso, en cierta parte, le inquietaba. Porque, ¿hasta cuándo pensaba seguir así, obedeciéndole y cumpliendo cada uno de sus pequeños caprichos? Pero estaba demasiado cansado como para pensar, y no tardó demasiado en quedar profundamente dormido con los brazos extendidos buscando el cuerpo que faltaba en la cama.

Cuando despertó supo que no había pasado demasiado tiempo, porque el cansancio seguía presente en él, enardecido por la cálida temperatura que le envolvía. Los estímulos llegaban como suaves ráfagas de viento, que le hacían menear la cabeza de un lado para otro lentamente para tratar de averiguar dónde estaba. Estaba recostado sobre Emil en lo que debía ser una bañera inusualmente grande, totalmente cubierta por burbujas de las que emanaba un olor a frutos del bosque.

Navidad con los Crispino - Emil x MickeyWhere stories live. Discover now