Dani:
Un golpe en la puerta de mi pequeña habitación dice que es la hora de levantarse.
Giro en la cama y,como de costumbre, observo mi habitación. Vivo como Harry Potter, debajo de las escaleras,aunque mi habitación tiene ventana y es el doble que la de Harry.
Aún así es un poco farfullera. Pero sé que tengo mucha suerte.
Una chica huérfana, con autolesiones y complejos, no se merece esta habitación.
-¡Dani! ¡Vas a llegar tarde!-grita María, esa mujer, que para mí es una madre, sé que no me puede adoptar por sus problemas económicos, porque sino, sería su hija.
-¡Voy!-grito mientras me levanto de la cama y empiezo a sacar ropa: vaqueros pitillo, sudadera ancha que me llega hasta medio muslo verde y unas imitación Converse verdes.
Me dirijo al baño comunitario del edificio,me lavo la cara y peino mi pelo rubio en una trenza de espiga ladeada.
Miro el reloj,las ocho menos cinco. Tengo 20 minutos para desayunar,lavarme los dientes, despertar a los niños, barrer la entrada y coger la mochila.
Conclusión:hay que hacer muchas cosas a la vez.
Voy a mi habitación cojo mi vieja mochila negra y meto mi carpeta,estuche y unos libros. Salgo y voy a la cocina, meto un batido en mi mochila para el camino.
Subo a los baños y saco mi cepillo de dientes y pasta de mi taquilla, empezando a lavarme los dientes mientras entro a la habitación de los chicos.
Empiezo a gritar mientras me lavo los dientes:
-"¡Venfa ficoz, levantoss!"-los chicos ríen por mi pronunciación dificultada.
Corro a la habitación de las niñas mientras me enjuago la boca con agua de algún niño. Entro dando grandes pisotones, haciendo ruido y escupo el líquido por la ventana. Chicas contentas y despiertas.
Las ocho y trece. Dos minutos.
Solo queda barrer.
Cojo la escoba y bajo corriendo a la entrada. Barro lo más rápido que puedo el gran espacio, dejando las cosas en el recogedor y tirándolas a la basura. Me cuelgo mi mochila y empiezo a correr.
Son las ocho y veinte. Voy a llegar tarde.
-¡Adiós!-grito mientras salgo corriendo del edificio que considero mi casa, conozco a todos y todos me conocen. Además, a pesar de ser un desastre, todos me han cogido cariño, hasta la cocinera, que ocupaba las pesadillas de mi infancia.
El resto del camino consiste en saltarse semáforos, esquivar gente y correr sin parar.
Ya veo el instituto. Ocho y veintiocho.
Entro corriendo, y justo cuando estoy subiendo a mi clase, veo a la profesora de Historia. Si ella entra, no entra nadie detrás de ella. Corro lo más rápido que puedo y justo cuando me dejo caer en mi sitio, entre David y Álex, que no paran de reír, la profesora cierra la puerta.
Saco el batido de mi mochila y empiezo a tomármelo.
-¿Cúanto has tardado hoy, peque?
-He salido a las ocho y veinte.-digo, jadeando.
-9 minutos, te vas superando. Y hoy vas a juego y todo.
-No sé qué haría sin tus piropos David.
-Gracias princesa.-contesta con una sonrisa irónica.
-Imbécil.-susurro con una sonrisa.
-Tu amor hacia nosotros nos llena.-comenta Álex sarcástico.