Capítulo 1.

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“4:30 P.M; En el parque central de la ciudad, justo debajo del gran árbol, no me falles”

Kitty releyó el papel una vez más. Lo hizo una última vez. Miró a su alrededor y notó que estaba sola en el salón de clases, ya no se encontraba ahí ni el profesor, pareció que mientras leía la nota el tiempo hubiera transcurrido muy rápido, pues ella estaba segura de que antes de leerla todavía había gente dentro del aula. El papel que sostenía sobre sus manos era una hoja de un cuaderno cualquiera, tenía las marcas de los dobleces sobre ella y estaba escrita con tinta azul, con letra no tan formal pero sí entendible. Pensó en quién pudo haberle dejado esa nota, pero no se le ocurría ninguna persona, por más que intentaba recordar a alguien su mente estaba en blanco. Decidió ignorar la nota, al menos ignorarla durante los siguientes minutos. Recogió los cuadernos que aún estaban sobre su pupitre y los guardó en su mochila, para luego salir a toda velocidad, al darse cuenta de que su siguiente clase ya debía de haber comenzado.

Tal vez creía que estaba loca, pero durante su clase de historia no pensó en otra cosa que en el papel que había encontrado un momento atrás.

—Tal vez ni siquiera era para mí, y la dejaron ahí por equivocación, o la encontré por mera casualidad — pensó,

Casualidad o no, su mente no dejaba de pensar en ese papel y en su contenido, cuando de pronto la puerta del salón sonó cuando alguien la golpeó con los nudillos. El profesor abrió la puerta y era un grupo de jóvenes, cuatro personas para ser más exactos, todos ellos con pelo oscuro y de tez blanca. A Kitty le parecieron interesantes, pero fue todo, después de hablar menos de tres minutos con el maestro, se retiraron y regresó al aula el silencio que se había perdido cuando éstos habían llegado hasta ahí. La tediosa clase comenzó de nuevo, el Profesor Luis retomó su libro y continuó explicando cosas que tal vez a nadie dentro de ese salón les interesaba.

Kitty era una joven de cabello negro, pero a veces daba la impresión de ser color café, tenía piel blanca y unos ojos grandes y brillantes, su boca siempre parecía brillante, como si se hubiese puesto un poco de lápiz labial, sin embargo ella no usaba.

Volvió a sonar el timbre lo cual significaba que había pasado una hora más… También significaba que ya había salido de la escuela, pues historia era su última clase de ese día. Miró el reloj y la hora marcaba las 2:30. Pensó de nuevo en la nota que halló dos horas atrás. Agarró las pocas cosas que tenía sobre su mesa y con mucho cuidado —las agarraba como si fueran de cristal y se pudiesen romper— las metió a su mochila, la cual era un pequeño cuadro de color rosa con una flor negra en ella, la cerró, se levantó de su silla y caminó hacia la puerta, donde estaba una chica más esperándola. La otra joven llevaba un pantalón que se notaba que no le apretaba, tenis —de esos que no tienen agujetas—, una playera que para ser sinceros le quedaba muy grande, y que tenía un estampado de una clave de sol. También traía unos auriculares negros y muy pequeños —los cuales usaba en todas las clases, porque era una de esas personas que prefieren oír música a oír algo sobre historia, o matemáticas, siempre pedía copia en sus tareas, la mayoría de veces a Kitty, y no era muy aplicada—. Le regaló una sonrisa a Kitty y caminaron juntas hacia la puerta de la escuela.

Ambas sonriendo, salieron por fin de los pasillos —casi en forma de laberinto, pero el cual ya se habían aprendido muy bien— que las tenían aprisionadas. Kitty pensó en contarle a Melissa —este es el nombre de su mejor amiga— sobre el pequeño trozo de papel que había encontrado, pero luego dudó, pues pensó en que no lo tomaría en cuenta y al final terminaría olvidándolo, así que prefirió no mencionar nada sobre ese tema.

—Oye, ¿tienes algún plan para esta tarde? —Preguntó Melissa, después de haber llegado a calle donde ambas tomaban diferentes caminos y después de haberse despedido.

—No —Contestó Kitty, pero su voz temblaba tanto que fue muy obvia su falsedad—, creo que me quedaré a estudiar para el siguiente examen.

—¿Qué? Pero si no hay examen hasta dentro de un mes — Gritó.

—Lo sé, pero ya sabes que soy muy olvidadiza, y si no lo hago ahora tal vez no lo recuerde otro día… ¿Por qué preguntabas? ¿Necesitabas alguna tarea, o ayuda con algo? — Su voz se había tranquilizado ya, pues por un momento se olvidó de la nota.

—Oh, no, no, no te preocupes, sólo quería salir y pasar un buen rato, pero quién mejor que tú para acompañarme, entonces será otro día, ¿no? Te veo mañana, que tengas buen día — dijo eso, sonrió como siempre estaba acostumbrada a hacerlo, levantó una mano y la agitó en el aire, entonces giró y caminó hacia debajo de la calle. 

La hora más esperada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora