Capítulo 3.

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Notó que todavía estaba usando el uniforme de la escuela y tenía que cambiárselo. Se dio cuenta también de que el reloj parecía avanzar demasiado rápido. El silencio que reinaba en la casa daba al sonido de las manecillas del reloj un efecto impresionante dentro del cuarto.

Movió sus ojos hacia el reloj una vez más y notó que la hora marcaba la 3:35.

“¿Sólo cinco minutos pasaron?”, se preguntó en su mente.

Se levantó y se sentó en la orilla de la cama, se sentía molesta por no tener aunque sea una idea de quién podría ser la persona que le estaba mandando esos mensajes tan raros. Se empujó con ambas manos de la cama y se paró. Se despojó de su uniforme y, con cara indecisa todavía, caminó hacia el baño para tomar una ducha.

Tardó no más de 20 minutos en estar de vuelta en su cuarto.

“¿Debo ir bien vestida o como sea…? ¡Total, ni sé a quién iré a ver!”, se lo dijo a sí misma y a la vez lo tomó como un reclamo, aunque era cierto que no tenía la menor idea de a quién iría a ver.

Terminó usando una blusa café, la cual tenía una sonrisa y dos ojos impresos en la parte de enfrente y un pantalón de mezclilla, con unas sandalias de esas que no son para salir a una cita a ciegas, pero que tampoco se ven mal si las usas.

4:10 P.M.

—No. No iré. —Dijo estando parada frente al espejo, observándose temblar.

Por su mente pasaron miles de cosas, entre ellas estaban que tal vez la persona que le había estado mandando invitaciones era alguien que quería hacerle algo malo, tal vez secuestrarla para pedir dinero después por ella, o tal vez sólo era alguien a quien le caía mal y querían burlarse de ella. Fuese quien fuese, ella ya se había decidido a no ir.

Caminó a la sala, se sentó y encendió la televisión. Estaba un canal donde había un programa de noticias mundiales, pero lo cambió casi enseguida de que se dio cuenta lo que era y puso un canal de música. Subió el volumen al nivel máximo y tomó su celular y, fingiendo hacer otra cosa, se fijó en la hora: 4:22 P.M.

Se acostó sobre el sillón y cerró los ojos. Su mente daba vueltas, tenía miedo. Quería ir, pero… ¿Y si era todo un juego?

Con los ojos cerrados hizo un gesto como de dolor. Exhaló.

Tomó el control y en menos tiempo del que pareció el volumen de la televisión bajó tanto que al pasar unos segundos más ya no se podía escuchar ningún sonido proveniente del aparato.

Tomó el celular de nuevo y entró a su bandeja de entrada, vio el número del que le habían mandado el último mensaje. Abrió el mensaje, lo releyó y entonces, por un minuto, pasó en su mente el deseo de marcar a ese número, decir que la esperara unos minutos más y que llegaría lo más rápido que pudiera. Pero del deseo no pasó, regresó a la pantalla inicial de su teléfono y marcó el número de Melissa.

El celular comenzó a sonar.

Después de haber timbrado tres o cuatro veces, Melissa contestó

—He cambiado de opinión —dijo Kitty sin rodeos—, salgamos, estoy demasiado aburrida y no hay nadie en casa… ¿Vamos? Quizá podamos ir al parque.

—Oh… Claro, ya estoy lista así que no tardaré, paso por ti, ¿está bien? —contestó Melissa algo confusa.

4:40 P.M.

La puerta sonó y Kitty corrió a abrirla, no sin antes fijarse por la ventana para ver si realmente era Melissa, no quería encontrarse con alguna sorpresa, y sí, sí era su amiga.

—Espera.

Kitty regresó y apagó la televisión. Casi olvida su celular, pero por suerte lo vio antes de salir, lo tomó y lo guardó en la bolsa derecha de su pantalón.

—Listo… ¡Al parque! — Dijo Kitty, con toda la doble intención que el ir ahí pudiera tener. Sí quería ver a ese desconocido, quería encontrarse y saludarlo.

Quería saber por qué tenía él tantas ganas de encontrarse con ella, pero lo que más anhelaba era saber quién era. Tal vez era el chico que le gustaba, del que siempre hablaba y al que siempre miraba cuando él no lo notaba.

Melissa logró notar el nerviosismo de Kitty, pero no mencionó nada.

Mientras caminaba iban platicando sobre cosas que si las explico seguramente te aburrirías.

5:00 P.M.

Llegaron al parque y lo primero que quiso hacer Kitty fue comprar un helado, así que eso fue lo primero que las dos chicas hicieron. También debo mencionar que mientras se dirigían ahí, Kitty volteaba a todos lados, especialmente hacia el gran árbol (el cual, en su ciudad, era el lugar más conocido, el que siempre era el punto de reunión entre los amigos), para ver si podía encontrar a alguien que le pareciera mínimamente sospechoso.

Nada.

5:30 P.M.

Su celular volvió a sonar. Observó la pantalla: “Número desconocido”. Dudó en contestar, pero creyó que eso le sería más sospechoso a Melissa, la cual en voz baja estaba comenzando a decirle: “¿No piensas contestar?”.

Contestó y una voz de un hombre, no de un hombre grande o mayor de edad, una voz suave, de un joven… Unos diecisiete años diría yo.

—Si es necesario que espere horas, así lo haré.

Colgó.

La hora más esperada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora