Kitty suspiró y siguió su camino en línea recta, ya estaba cerca de su casa, así que caminó un poco más lento. El reloj estaba a punto de marcar las 3:00 pm cuando la chica llegó a su casa. Tocó la puerta y nadie abrió. Tocó otra vez y seguían sin responder, así que supuso que no había nadie en casa. Tomó su mochila y la abrió, de una pequeña bolsa que estaba dentro de su mochila sacó una llave común y corriente, cerró su mochila, metió la llave a la cerradura, la giró y la puerta se abrió sin hacer ruido. Su casa estaba limpia y muy —muy— ordenada. Caminó directo hacia su cuarto, pero en el caminó se topó con una mesa, la cual tenía una nota encima y decía esto:
Tu padre y yo hemos salido de emergencia, tu abuela se ha puesto mal de nuevo y hemos tenido que llevarla al hospital, tardaremos, y tal vez no lleguemos a dormir, te marcaré en la noche. Te dejé algo de dinero en la mesa de la sala, pórtate bien y no te duermas tarde.
Mamá. Te quiero, hija.
Kitty hizo un gesto algo extraño que no sé qué significó. Cambió su camino y primero se dirigió a la sala a buscar el dinero que le habían dejado, lo encontró y expresó:
—¿EH? ¿Qué hare con sólo 100 pesos? Gracias, mamá.
Pero nadie la escuchó. Retomó el rumbo hacia su cuarto, entró a él, y a diferencia del resto de su casa, esta parte estaba algo desordenada, con ropa sobre su cama y había una mesa con muchos libros aunque también se lograba ver una lap top y unas cuantas pinzas para el cabello. Tiró su mochila al suelo y se sentó en la cama, luego se acostó. “Vaya, no hay mucho que hacer, tal vez deba decirle a Meli que venga a pasar el rato, incluso que venga a dormir a mi casa”, pensó Kitty, pero dejó de pensar en eso cuando su celular comenzó a sonar con el timbre que tenía para los mensajes. Se llevó una mano a la cabeza, como si el sonido le hubiera causado dolor, y con la otra mano agarró el celular y apretó una tecla para que dejara de hacer ruido. Soltó el celular en el aire y lo dejó caer en la cama, sin haber leído el mensaje. Pasaron alrededor de cinco minutos y le dio curiosidad saber la hora, así que tomó su celular para verlo y, sorpresa, el mensaje que había recibido estaba en la pantalla sin haber sido leído, hizo un gesto de disgusto al darse cuenta que era de un número que ella no tenía registrado. Lo abrió y lo leyó en voz alta, tartamudeando un poco:
—No va-vayas a olvidaa…arlo… 4:30
Eran las 3:30 y había olvidado por completo el papel, resignándose a creer que no era para ella… Pero, ¿significaba algo ese mensaje? Todo parecía tan irreal, pues siendo sinceros ya no pasan ese tipo de cosas en la actualidad. ¿O tal vez era una mala broma que alguien le estaba jugando?
ESTÁS LEYENDO
La hora más esperada.
Teen FictionPuedes encontrar el amor en el lugar que menos esperas, en la hora menos esperada, y muchas veces, en la hora que más esperas.