XII. "Distancias"

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Kuroko sintió un pinchazo de comenzón en la base de su cuello cuando la puerta se abrió. Secó la comisura de sus ojos, cuadró los hombros y suspiró profundamente.

En realidad no era que los aromas le molestasen, eran agradables hasta cierto punto pero aún tenía demasiado fresco él recuerdo de las personas mas importantes de su vida, no quería que se volviesen borrosas.

Los seis Alfas lo miraron enseguida, todos sentados en él enorme sillón que fácilmente los acogía con su inmensidad.

"Ahí hacíamos los jueves de películas"

–Señores–dijo Kam algo solemne pero siguiendo ciertamente desubicada– Sí ocurre alguna incidencia que altere o ponga en peligro al Omega Sigma, se les sancionará con aislamiento. No están siendo grabados pero si monitoreados de otra manera.

Todos asintieron diligentemente, incapaces de apartar la mirada mas de un segundo del Omega quien poco o nada hizo por prestar atención. Lucía una angelical expresión alelada, bella y vacía.

–Kuroko-sama, me retiro–dijo Kam después de una seca inclinación de cabeza. Desapareció detrás del marco de la puerta la cual cerró detrás de si.

El ambiente era silencioso, solo se escuchaban las pesadas y profundas respiraciones de seis Alfas que parecían luchar por ver quien conseguía mas aroma del Omega.
Kuroko miró el pequeño sillón paralelo a donde ellos estaban, jamás en su vida lo había visto pero para esas circunstancias nada le importaría menos. Se sentó en él y encaró a los seis dominantes frente a sus ojos cansados. Estaba exhausto.

–¿Podrían detenerse? Me están mareando un poco con sus aromas–solicitó mansamente ya que él discreto concurso de respiraciones evolucionó a uno más estúpido y evidente que desbordaba hormonas delirantes y miradas altaneras; no estaba acostumbrado y no, no iba a ser ningún esfuerzo por acostumbrarse.

Se detuvieron al instante.

–Lo sentimos–habló él pelirrojo con porte de emperador. Akashi, a su parecer–Disculpa nuestra falta de cortesía, Kur...

Lo interrumpió con un gesto seco.

–Pueden llamarme como deseen, pero no se les ocurra agregar él "sama" o "san". Les recuerdo lo que vamos a hacer así que algo de cercanía nos vendría bien.

Los Alfas, evidentemente incómodos ante la desvergonzada declaración del menor, se removieron en su asiento.

–¿Puedo llamarte Kurokocchi?–ese fue él rubio, Kise.

Se le hizo gracioso el apodo tan meloso. Sonrío ligeramente al muchacho de ojos brillantes.

–Puedes, sí–respondió educadamente y disfrutó de una enorme sonrisa de parte del Alfa de cabellos dorados–¿Puedo preguntarles algo?

Casi se desnucan para asentir efusivos.

–¿Por qué...? Ustedes sabían que–se mordió los labios con fuerza, tragó saliva–¿Por qué pidieron mi custodia?

Hubo otro silencio sepulcral, hasta que él mismo pelirrojo, Akashi, carraspeó para luego hablar.

–Coincidimos en ideas, no queríamos dejar...dejarte a la deriva–dijo suavemente y Kuroko chisteó.

–Yo no estaba a la deriva.

–Me refiero al asunto de los bebés, no pienso dejar a mi descendencia 'a la deriva' y parece que todos compartimos ideología–aclaró

–Entiendo. ¿Qué se supone que hacen aquí?–siguió preguntando, dándose cuenta al instante que fue terriblemente grosero. Se corrigió –Me refiero, se suponía que solo vería a Aomine-kun hasta él sábado

–Dijiste que algo de cercanía nos vendría bien, pensamos parecido–esta vez fue él anteriormente mencionado. Aomine, como siempre, devorando cada espacio de su cuerpo.

–No entiendo esto. Lo siento pero jamás en mi vida he tratado con Alfas–chisteó recargándose en él reposabrazos

–Tu cuerpo de seguridad, todos eran alfas–fue él hombre de cabellos verdosos, Midorima.

–Usaban supresores y eran en extremo cuidadosos. Ustedes huelen y no los conozco– respondió suavemente. Asintieron.

–También es nuevo para nosotros–habló el Alfa cálido, Kagami. Kuroko lo miró fijamente, alentándolo a seguir–Sabemos y hemos tratado con Omegas, sí, pero tu eres...no lo entenderías.

–Hazme entender– solicitó quedo. Él Alfa tragó saliva y carraspeó, haciendo amplios ademanes para explicarse.

–No eres un Alfa, no entiendes de nuestros instintos, como nos afectan. Existen Omegas sí, pero están en un rango manejable para nosotros y luego estás tu, estás un millón de escalones arriba– explicó con él ceño fruncido. Kuroko sonrió despacio, ese Alfa le agradaba, le recordaba a su tío A.

–¿Mi aroma les afecta?.

Se rieron como si fuese el mejor chiste que alguien les hubiese contado.

–Lo hace, bastante–habló sonriendo aún, Aomine.

–¿A qué huelo?.

Las sonrisas se congelaron y las expresiones se ensombrecieron. Hubo un silencio incómodo.

–¿Por qué preguntas eso?–fue Murasakibara quien hasta ahora no había hablado. Estaba comiendo algo, al parecer.

–¿Estuvo mal?

–Em, sí. Técnicamente sí–Por primera vez, Aomine le quitó la mirada encima

–¿Por qué?

–Se supone que es especial. Íntimo –aclaró Kise con un susurro audible

–¿Fue impropio de mi parte? Lo lamento–se ruborizó y notó la reacción de los Alfas al instante, embobados en su rostro dulce.

–No lo sabías, no es tu culpa–dijo Midorima mientras se ajustaba los lentes–Sabes que el aroma es otra manera de crear lazos, de reconocer a alguien, sea de tu agrado o no. Él aroma deja una huella dentro de la memoria.

Sonrío nostálgico por sus tíos y porque comenzaba a añorar los aromas de hace unos momentos antes. Ciertamente, se sentía mas profundo ahora que conocía su escencia, que podía reconocerlos sin verlos.

–Entiendo, gracias–correspondió educadamente a la aclaración, el Alfa se vió satisfecho– No sé mucho como comportarme o que es impropio o no, disculparan esos detalles pero a veces necesitaré preguntar cosas y agradeceré sus respuestas.

–Un Omega curioso siempre es bienvenido–se burló débilmente, Aomine.

–Sientete libre de preguntar lo que quieras saber, Tetsuya– sonrío Akashi e hizo el ademán de levantarse pero solo fue eso, un ademán.

En realidad no, había algo mas. Estaba 'clavado al asiento'.

–¿Por qué están sujetos al sillón?–preguntó mientras notaba las barras metálicas que atenazaban sus caderas.

–Para no atacarte–respondió él enorme Alfa morado quien parecía incómodo bajo su mirada escrutadora.

–¿Lo harían? ¿Me harían daño?.

–No.

Aún si no lo sabían. Me han quitado a mi familia. ¿Qué si me harían daño?. Ya lo han hecho y no lo saben

Omega SigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora