XVI. "Brisas veraniegas"

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–¿Dormiste bien?

–Sí, ¿y tu?

'No, en realidad estuve despierto toda la noche'.
Pero no se lo dijo. Nunca lo haría. Ninguno lo diría porque eso sería dejar que la situación se volviera aún más real.

–Igual.

Estaban ambos, Aomine y Kuroko, sentados en el extenso comedor, desayunando de una enorme montaña de hot cakes, jarras de jugos y batidos, un bowl enorme de frutas variadas y un apartado de huevos en distintas modalidades. Habían despertado en la mañana y habían salido a desayunar para encontrarse con que habían transferido temporalmente a los demás Alfas; seguramente lo hicieron en la madrugada.
Cuando fueron al comedor, la mesa ya estaba servida y había un claro mensaje firmado por Kam.

'Coman todo lo necesario, necesitan energías'

Oh claro.
Energías.
¿Para qué?
Ya todos sabemos.

–¿Pensaste en esto?

Kuroko tragó despacio la fruta que estaba masticando y le miró perspicaz. Se sonrojó ligeramente pero no apartó la mirada.

–Naturalmente. Al menos la teoría la tengo clara.

Aomine siguió removiéndose incómodo en su asiento. Seguía mirándolo inseguro como si de pronto su piel misma se sintiera ajustada.

–¿Cómo te sientes al respecto?

–¿Cómo debería sentirme al respecto? En realidad no lo sé–carraspeó un poco.–Quiero confiar.

–¿En qué?

–En ti.

Había terminado por determinar que bajo esa capa de depredador sexual, Aomine era en realidad un Alfa muy noble, algo torpe y perezoso pero fuerte y vivaz por momentos.
Desde su plática el día anterior, comenzaba a tomarse con extrema calma los hechos que se suponían, debían suceder en unas cuantas horas. El Alfa era ciertamente infantil y habían algo de cierta emoción atolondrada en su discurso.

Siguieron comiendo en un agradable silencio, interrumpido a veces por comentarios sobre la comida que eran un claro intento de desviar la atención. Pronto llegó Kam con su típica cara sin expresiones para llevarse a Kuroko a la rutina de esos días.
Comenzaba a odiar los distintos baños de cantidades variopintas de productos que suavizaban, pulían, exfoliaban y humectaban su piel cada vez que tenía que lucir apetecible. Padeció él mismo trayecto con la Srita. Gustou quien seguía igual de vivaz y superficial que la última vez; preocupada por la manicura, pedicura, corte de cabello, depilación corporal y de cejas. Esa mujer estaba dedicada a la creación de cuerpos hermosos ya que con sus propias manos masajeó los muslos elásticos del Omega con manteca de coco y luego refrejó cada rincón de su cuerpo con limón y miel de hammamelis. Incluso lo metió a una bañera de aguas perfumadas, lo enjabonó meticulosamente por enésima vez, lo secó con toallas de microfibras y lo empolvó con un talco traslúcido que dejaba su piel mas suave de lo que ya era.

El resultado final era la visión de un ángel envuelto en un haz blanco de belleza impoluta. Aunque Kuroko no compartía la fascinación por su aroma o la suavidad de su piel, ya podía adivinar entre su propio malhumor, los nervios.

–Kuroko-sama, debe pasar a los salones de eventos–le dice Kam ayudándolo a levantarse del almohadón de mantilla suave en él que estaba armoniosamente sentado. Lo guió suavemente por los pasillos hasta donde había una salida diminuta, donde dos hombres lo esperaban, iban vestidos con la bata y equipo de cualquier laboratorista común a excepción que muy apenas podía vislumbrar sus ojos o cualquier facción reconocible debajo de la mascarilla.

Omega SigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora