IXX."Necesito verlo"

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La segunda vez que Kuroko despertó ese día fue menos agradable. En realidad fue horrible.
No despertó rapidamente pero si a tiempo para ver cuando volvieron a entrar.

Esa vez, no le dieron oportunidad a Aomine de gruñir o agazaparse alrededor del cuerpo del Omega. Apenas Henry y Allen, junto con dos hombres vestidos de ropa oscura, entraron a la habitación le dispararon un dardo tranquilizante a la espalda descubierta del moreno que solo alcanzó a soltar un gemido de dolor y frustación para volver a caer en un sueño inconciente del que ni siquiera había salido.

Kuroko dió un grito pavoroso al ver el arma en las manos de uno de los hombres y casi se desmaya al ver la expresión en el rostro aplastado del Alfa contra su pecho. Sujetó su rostro un instante, notando lo pesada que tenia la cabeza. Lo atenazó contra su pecho y arrancó rapidamente el dardo que tenía en la espalda.

Una sensación muy curiosa le dió cosquillas en la garganta; un gruñido, pero este murió rápidamente en su pecho y dió paso al enojo.

–¡No era necesario!–gritó enajenado mientras se apresuraba a tomar el enorme cuerpo de Aomine entre sus brazos frágiles, a cubrirlo con la sábana en un intento desesperado por protegerlo–¿Qué demonios les pasa por el cerebro? ¡No es un jodido animal!

Era la primera vez en su vida que se sentía con ganas de gruñir deliberadamente ante esos estúpidos hombres sin consideración. Ignoró el dolor palpitante en sus caderas, la rigidez de sus músculos y la ligera hinchazón en su vientre que se veía algo abultado pero el hecho de que estuviese desnudo era lo que menos le interesaba.

Allen lo miraba con una sobria disculpa en sus ojos mientras retrocedía un paso. Henry suspiró y despachó al hombre con el arma con dardos tranquilizantes con un gesto.

–Es tiempo de que sea trasladado al laboratorio de implantación.

Fue Allen quien finalmente habló después de un carraspeo rasposo.

–¿Y no pueden hablar como la gente?

–Nos hubiesemos retrasado si el Alfa se hubiese puesto a la defensiva. No podiamos permitirnos ese lujo–respondió Henry con suavidad mientras se acercaba.–Nosotros no damos las ordenes.

Ah, sí.

–Lo sé.

Kuroko hizo una mueca de inconformidad. Pero cedió lentamente, suspiró y asintió despues de un largo rato en que evitó cuidadosamente las miradas clavadas en el, mirando la piel morena de Aomine y haciendo trazos imaginarios con caricias de la punta de sus dedos.
Finalmente la burbuja se había roto y de pronto recordó que no estaba aquí para jugar a la casita.

–¿Quiere que llamemos a una asistente que se encargue de ayudarlo?

Bufó pero negó con suavidad. Acarició por ultima vez la mejilla de Aomine.

–Creo que estoy bien, ¿qué pasará con él?– murmuró mientras se arrastraba hacia el borde de la cama y se percató de que efectivamente sus piernas se habían vuelto gelatina temblorosa.

–Después de que despierte será enviado a casa, su contribución con el proyecto ha terminado si así lo desea. Puede solicitar su reincorporación al programa, eso si usted lo acepta claro está, para la fase de crianza de los cachorros.

Kuroko asintió con una nublasón apoderándose de su mente; sabía esto, lo había repasado millones de veces, conocía los protocolos, los procedimientos y tambien las fases del programa. Solo que el vivir cada parte de ello era...extraño, la línea entre lo escrito y la realidad era turbia, conceptos que parecían tan lejanos uno de lo otro. Ahora no era un prospecto a futuro, era algo tangible...
No eran Alfas, tenían nombres y rostros ahora y Kuroko realmente creía de corazón que no eran malas personas.
Aomine era extrañamente bobalicón por momentos, dulces y terco. Y aun así no lo conocía de nada.
Sabía del lunar en su hombro, porque lo habia mordido ahí en varias ocasiones, sabía de su aroma secreto en el cuenco de su cuello. Sabía algo de cuerpo pero casi nada de quien era.

Omega SigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora